La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Marcado - CAPÍTULO 67

            —¿Qué haces aquí, Zenir? ¿Cómo llegaste?— preguntó Dana.

            —Estoy aquí para el Concilio— respondió Zenir, como si solo estuviera estableciendo lo obvio—. Kelor y Luar me trajeron.

            —¿Los unicornios están bien? Estaba preocupado por ellos— dije.

            —Están muy bien— sonrió él—, y creo que se alegrarán de verlos a ustedes dos.

            —Pero, ¿cómo sabías que el Concilio iba a ser aquí?— preguntó Dana.

            —No lo sabía. Ya te lo dije, Kelor y Luar me trajeron. Ellos conocían el camino y el destino.

            —¿Cómo?

            —Los unicornios y las mitríades pertenecen a los Tylwyth Teg.

            —Significa “la raza bella”— me explicó Dana.

            —Ellos tienen un lazo, son criaturas de luz pura. Por medio de ese lazo, pueden comunicarse. Cuando Nuada tuvo que cambiar el lugar del Concilio, las mitríades se comunicaron con Kelor y Luar.

            —Pero si tenías que venir al Concilio... ¿Por qué no te uniste a nosotros y fuiste a Tu Danacum?— preguntó Dana.

            —Esperaba las órdenes de Nuada. Cuando ustedes aparecieron en el Bosque de los Sueños, pensé que venían a buscarme. Pero cuando mencioné el Concilio, tu respuesta fue amenazarme con un puñal en mi cuello.

            —Lo lamento— se disculpó ella —. No sabía quién eras. Mi padre no me habló de ti.

            —Sí, eso deduje, y comprendí que no era hora todavía de partir hacia el Concilio, no para mí.

            —Las cosas hubieran sido más fáciles, si tu padre no nos hubiera mantenido en la oscuridad con las identidades de Zenir y Calpar— reproché.

            —Nuada tuvo sus razones— lo defendió Zenir—. El éxito del Concilio dependía de mantener en secreto las identidades de sus miembros lo más posible. De otra manera, habríamos propiciado que Bress nos cazara de a uno y nos aniquilara, antes de que pudiéramos reunirnos y organizarnos.

            Suspiré.

            —Bueno, al menos todo resultó bien. Todos estamos aquí y los unicornios están a salvo. Después de lo de las sierras, temía que hubieran muerto.

            —¿Qué pasó en las sierras?— preguntó el Sanador frunciendo el ceño.

            —Fuimos atacados por tetras —respondió Dana.

            —¡Tetras!—exclamó Zenir alarmado.

            —No atacados— corregí—, más bien protegidos por ellos.

            Zenir paseó su mirada entre Dana y yo, confundido.

            —Hermes nos atacó en el Paso Blanco— expliqué–. Traía consigo doscientos fomores enloquecidos por sangre. No teníamos escapatoria. Los tetras nos sacaron del Paso Blanco, y nos trasladaron a una cueva en el interior de las sierras, que nos llevó al otro lado. Los tetras nos salvaron la vida.

            —No es posible— negó Zenir con la cabeza—. Los tetras nunca ayudarían a los humanos.

            —Creo que cambiaron de opinión— dije, encogiéndome de hombros.




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