La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Marcado - CAPÍTULO 68

            —Siempre ha sido un gran dolor para mí, el tener que mantenerme apartado de mi hija para protegerla. Cuando hice creer a Bress que estaba muerto, me escondí en el Bosque de los Sueños. Sabía que ella estaba en Polaros, pero no me atrevía a contactarla. Un día, apareció en mi casa del bosque. Estaba asustada de muerte. Me dijo que los Antiguos me habían seguido la pista hasta Polaros y que estaban tras ella. Me dijo que había vivido engañada por alguien, que había confiado en él y que le había hablado sobre mí, solo para descubrir que era un informante de los Antiguos. La pobre estaba tan afligida... Se sentía culpable de haberlos guiado hasta mí. Le dije que no se preocupara, que yo me encargaría de todo. Le di provisiones suficientes para atravesar el bosque hasta Cryma, allí podría reabastecerse para seguir viaje lo más lejos posible de Polaros y del Bosque de los Sueños. Luego me dirigí a las sierras. Debía matar al informante, antes de que pudiera comunicar mi paradero y el de Ema a los Antiguos. Pero llegué tarde. Los tetras ya se habían encargado de él. Lo encontré moribundo, horriblemente mutilado en el Paso Blanco. Su mente estaba ida, solo me describía el aspecto de los tetras una y otra vez.

            —¿Efran era un informante?

            —Sí. Debía asegurarme de que no había hablado con nadie sobre nosotros antes del ataque de los tetras, así que, con la excusa de devolver el cuerpo a su familia, crucé las sierras con él a cuestas. Al llegar a Polaros, los lugareños me dijeron que debía entregarlo al posadero, pues eran amigos. No sabía que era el cuñado... no sabía que Ema había tenido un hijo con él. El posadero era la fuente de información del pueblo. Asumí que por eso Efran se había hecho amigo de él. El posadero estaba tan consternado ante la visión del estado del cadáver que vomitó hasta las entrañas y ni siquiera podía mirarlo. Por las preguntas que me hizo y su reacción ante mi relato de la muerte del espía, me di cuenta enseguida de que el posadero era inocente en todo el asunto. Hubiera debido quedarme un par de días en Polaros para investigar un poco más, pero no me atreví. Volví al bosque. Sabía que debía irme, que el Bosque de los Sueños ya no era seguro para mí, pero... me había encariñado mucho con el lugar, y con Kelor y Luar. Viví al borde de la paranoia durante meses en mi casa del bosque, pensando que en cualquier momento vendrían por mí. Nunca vinieron.

            —¿Y Ema? ¿Qué fue de ella? –pregunté.

            —No lo sé. Ni siquiera sé si está viva. Nunca le hablé a nadie de su existencia, ni siquiera a mis amigos. Era mejor así.

            —¿Cómo puedes soportarlo? ¿Cómo puedes vivir sin saber siquiera si ella está viva?— cuestionó Dana.

            —El miedo a que mis indagaciones se conviertan en una bandera señalando su paradero al enemigo me obliga a soportarlo. Pero ahora que Lug está con nosotros, tengo la esperanza que pronto llegará el día en que ya no tengamos que vivir en temor.

            Yo no contesté. Si bien estaba convencido de que debía luchar contra Bress y los Antiguos, no estaba seguro de poder lograr lo que todos esperaban de mí. Entendía que mi habilidad debería jugar un papel primordial en la lucha, pero sabía poco y nada sobre cómo manejarla. Hasta ahora, solo había actuado por instinto y no siempre me había ido bien. Tenía la esperanza de que Nuada pudiera ayudarme a comprender mejor mi habilidad. Tal vez él pudiera enseñarme lo que mi padre no alcanzó a mostrarme. Mi padre... Comprendí de pronto lo que me había estado molestando en el fondo de mi mente durante el encuentro entre Calpar y Zenir. Había guardado en secreto en mi corazón la ilusión de que Gwyddion y Algericock eran en realidad Myrddin y Cathbad, héroes escapados de la oscuridad de los Antiguos. Héroes redimidos al haber elegido el camino de la Luz. Pero no. ¿Entonces quiénes eran? Sabía que  no podía encontrar la respuesta solo, pero no podía revelar mi secreto a nadie, ni siquiera a Dana. No traicionaría el secreto de mi madre, poniendo en peligro su vida. Lo que Zenir había hecho por su hija, yo debía hacer por mi padre.

            —Cuéntenme de mi nieto— pidió Zenir.

            —Es un muchacho de doce años— comencé—. Lo vimos apenas unos minutos, pero Frido dice que es un buen chico y que tiene mucho potencial. El posadero ha sido muy bueno con él, pero su esposa Bianca está muy dolida por la pérdida de su hermano y no logra hacerle un lugar en su corazón. Culpa al chico por la huída de su madre y la muerte de su padre. Para ella, su presencia es una continua fuente de pena y manifiesta su pesar maltratando al niño.



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En el texto hay: mundos paralelos, fantasiaepica

Editado: 24.03.2018

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