El banquete duró varias horas. Finalmente, pude despedirme de los comensales y dirigirme a mi tienda para descansar. Mientras me quitaba la capa, un mensajero del clan de Nuada me llamó a través de la abertura en la lona que conformaba la puerta de acceso a mi tienda. Me di vuelta y le hice seña para que entrara.
—Señor—comenzó con tono solemne—, mi Señor Nuada desea verlo en su tienda ahora mismo... si es posible— agregó para no sonar tan abrupto.
—Estimo que es urgente— reflexioné en voz alta.
—Sí, señor.
El llamado no me sorprendió. De hecho, había estado esperando que Nuada decidiera hablarme sobre lo que le estaba molestando.
Seguí al mensajero entre el laberinto de tiendas hasta la fastuosa tienda de Nuada. El mensajero entró antes que yo y me anunció. Cuando lo seguí adentro, me encontré con los rostros serios y poco amigables de Nuada, Calpar y Zenir. Me detuve en seco frente a ellos, tratando de imaginar qué sucedía.
Casi atrás mío, Dana entró sin pedir permiso ni anunciarse. Todavía llevaba puesto su magnífico vestido. Las piedras preciosas brillaban entre su cabello. Al ver las caras largas y hostiles, se paró a mi lado y preguntó:
—¿Qué está pasando aquí?
Los tres ex-Antiguos la ignoraron por completo. Nuada avanzó un paso y se puso frente a mí:
—¿Quién te proporcionó ese atuendo que vestías esta noche en la cena?
La simple pregunta me heló la sangre. Sabía bien adónde quería llegar Nuada, pero yo no iba a revelar la identidad de mi padre. Se lo debía a él, pero por sobre todo se lo debía a mi madre. Me mantuve en silencio, devolviendo una mirada desafiante a la del padre de Dana.
—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Qué tiene que ver...?— comenzó Dana. Nuada levantó una mano para silenciarla.
—Es una pregunta sencilla. Espero una respuesta— dijo Nuada, dirigiéndose a mí.
Miré a Calpar de soslayo y vi cómo cruzaba los brazos impaciente.
—No estoy en libertad de decirlo— dije, tratando de que no me temblara la voz.
—Si no nos dices— dijo Calpar con voz helada—, estarás en serios problemas.
—Soy Lug— dije altanero—, tengo derecho a mantener mis propios secretos.
—No éste secreto— me advirtió el Caballero Negro.
—No me importa que seas Lug o el mismísimo creador del universo, vas a decirme quién te dio ese atuendo— dijo Nuada con los dientes apretados.
—No— dije, desafiante.
Dana me tomó suavemente del brazo y me murmuró al oído:
—Lug, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué no puedes decirles quién te dio la ropa?
Desprendí su mano de mi brazo y la empujé suavemente a un costado, alejándola de mí. Ella me miró entre sorprendida y dolida. Calpar, que había escuchado sus palabras le dijo:
—Lo que pasa, es que parece que Lug ha decidido romper su promesa y nos ha traicionado.
—Es justamente lo contrario— expliqué—, romperé una promesa y cometeré traición, si lo digo.
#24020 en Fantasía
#9580 en Personajes sobrenaturales
#32932 en Otros
#4565 en Aventura
Editado: 24.03.2018