Calpar suspiró. Parecía estar satisfecho al fin con la explicación de la razón por la que Bress me había dejado vivo, pero eso no calmó su inquietud acerca de mi lealtad.
—Si Bress ha desarrollado algún tipo de vínculo con Lug por ser su hijo, es obvio que pretende ganárselo para su lado. A pesar de la descripción de Lug de la conexión, ¿cómo podemos estar seguros de que no está contaminado? –inquirió.
—No estoy contaminado— aseguré—. Si mi palabra no es suficiente, si mi accionar no es suficiente, si mis sentimientos no son suficientes, no sé cómo más convencerte. Dime qué prueba necesitas y trataré de obtenerla, pero te aseguro que no estoy contaminado.
Calpar negó con la cabeza:
—No creo que pueda haber una prueba que pueda mostrar...
—Los unicornios— dijo Zenir por segunda vez, interrumpiendo a su hermano.
—¿Qué?
—Es cierto— dijo Dana—. Los unicornios aceptaron su contacto sin problemas. Luar no habría siquiera dejado que Lug se acercara a Kelor, si hubiera presentido que estaba manchado por la oscuridad.
Negué con la cabeza.
—Los unicornios tampoco se inmutaron ante la presencia del mismísimo Hermes.
Dana me miró sorprendida de que estuviera destruyendo la poca evidencia que podía exonerarme. Hizo un gesto que me gritaba claramente que me callara la boca y dejara que ella me defendiera, pero yo no estaba dispuesto a dejar que una mentira o un ocultamiento se utilizaran como prueba. Calpar no era estúpido. Llegaría a la misma conclusión que yo tarde o temprano, y sus dudas sobre mí solo se intensificarían. Debía convencerlo con una prueba sólida e irrefutable.
—Hermes estaba usando la Perla de la Vida— explicó ella—. Es por eso que los unicornios no percibieron nada malo en él. Tú no estabas usando nada.
Nuada se golpeaba el labio inferior con un dedo, pensando.
—Si bien los unicornios son criaturas inteligentes— dijo el padre de Dana—, no podemos confiar en su comportamiento para probar la presencia o ausencia de oscuridad en una persona. Pero existen otras criaturas de luz que pueden examinar a Lug y darnos una respuesta más clara.
Dana sonrió, comprendiendo adónde quería llegar su padre.
—Las mitríades.
Nuada se puso de pie de inmediato y se dirigió a la puerta de la tienda.
—Iré por Merianis de inmediato— dijo.
Calpar se puso también de pie y salió de la tienda para tomar aire. Me paré y lo seguí. Lo encontré afuera, mirando la hermosa fuente con la cascada de agua. Kelor y Luar chapoteaban juguetones en el agua. Se los veía felices, como si al fin hubieran encontrado el verdadero lugar al que pertenecían. Los envidié por un momento: yo también creía haber encontrado el lugar adonde pertenecía, pero no estaba seguro de que mi lugar quisiera acogerme. Aún era temprano y todo el campamento estaba en silencio. Las hojas de aquellos extraños árboles rojos que rodeaban el lugar permanecían estáticas. Solo se escuchaban los sonidos típicos del bosque junto con las conversaciones quedas de los guardias de los Tuatha de Danann, apostados estratégicamente entre las tiendas. No pude ver soldados kildarianos. Seguramente estarían vigilando el perímetro más alejado alrededor de las tiendas.
—¿Crees que Merianis pueda dar una respuesta clara y confiable sobre mi situación?— le pregunté.
—Si alguien puede hacerlo es ella— me respondió él. Suspiró—. Lug, espero que no creas que esto es personal. Todos están ansiosos de que seas lo que ellos esperan que seas, pero mi temor es que tanto anhelo los esté llevando más allá de la razón.
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Editado: 24.03.2018