Sostuve la lona de la abertura de la tienda de Nuada para permitir que Merianis la atravesara volando sin engancharse las alas. Al salir tras ella, me encontré con los rostros expectantes de los tres ex-Antiguos y de Dana. Merianis ni siquiera los miró. Pasó volando suavemente entre ellos hacia su palacio. Nuada no pudo aguantar más el suspenso y la llamó.
—Reina Merianis...
Ella se volvió grácilmente. Su rostro estaba serio y con el ceño fruncido, como si resintiera el haber sido molestada por el llamado de Nuada. El padre de Dana solo la miró con ojos interrogantes, sin atreverse a hablar. Merianis suspiró dando a entender que no estaba complacida con él. Paseó una mirada helada por Calpar y Zenir, como para incluirlos también en la respuesta que iba a dar y dijo con tono admonitorio:
—El muchacho está más limpio que todos vosotros juntos. Deberíais avergonzaros del trato que le habeis dado. Si esperáis tener éxito en la empresa en la que os habéis embarcado, haríais bien en escucharlo. Él es vuestra única esperanza.
Calpar bajó la vista avergonzado, pero pude ver que Nuada y Zenir sonreían aliviados. Pero la sonrisa más amplia era la de Dana que corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.
—Gracias por vuestro consejo— dijo Nuada haciendo una reverencia a la reina de las mitríades.
Ella asintió.
—Debo ir a prepararme. Tengo una reunión importante en un par de horas— dijo Merianis.
—Por supuesto— replicó Nuada, haciendo otra reverencia.
Merianis inclinó levemente la cabeza en reconocimiento y se marchó volando grácilmente entre los balmorales rojos.
Cuando finalmente Dana me soltó estampando un beso rápido en mi mejilla, Calpar se acercó y me extendió la mano.
—Será un honor que estés presente en el Concilio para aconsejarnos y guiarnos, Undrab.
Estreché su mano con firmeza.
—El honor es mío— respondí.
—Me disculpo nuevamente, Lug. Espero puedas perdonarnos— dijo Nuada, acercándose y extendiendo también su mano.
—No hay problema— le aseguré, estrechando su mano izquierda con las dos mías–. Me alegro de que todo se haya aclarado.
—Yo también— dijo Zenir, dándome un apretón afectuoso en el hombro.
—Pero creo que también le deben una disculpa a Dana— dije.
Los tres asintieron y se disculparon con ella por la forma agresiva en que la habían tratado por defenderme. Ella asintió con la cabeza en un gesto noble y serio, digno de la reina que era.
Los tres ex-Antiguos se excusaron y se retiraron para preparar la esperada reunión del Concilio, dejándome a solas con Dana.
—Al parecer te fue bien con Merianis— me dijo, pasando su brazo por mis hombros—. ¿Cómo hizo para saber que estabas limpio?
—No hizo nada. Solo confió en mí. Tal como tú— le respondí, besándole la sien.
—Ya veo. Lamento que mi palabra no valga tanto como la de ella, si así fuera, ya habríamos resuelto este asunto hace tiempo— dijo ella, taciturna.
—Merianis me dijo que debía escucharte, que tú eras mi guía.
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Editado: 24.03.2018