La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Elegido - CAPÍTULO 91

Después de comer, dormimos un rato, haciendo guardia por turnos como había sido la idea original de Verles. Cuando desperté, las primeras luces doradas del amanecer cruzaban los resquicios de la floresta y hacían brillar extrañamente las hojas de los árboles.

            Vi a Althem sentado contra un árbol, afilando su espada. Me acerqué y me senté junto a él.

            —En el barco... —comencé—, si hubiera actuado mejor con mi espada, tal vez Dana no estaría herida.

            —Tal vez— concedió él.

            —No me gustan las armas, pero creo que si he de defenderme y defenderlos a ustedes... creo que debo aprender a usarla.

            —Sería útil— coincidió él, sin apartar la mirada de su trabajo.

            —Althem... ¿me enseñarías?

            —¿Yo? — levantó la vista hacia mí por primera vez.

            —¿Quién más? Eres un príncipe guerrero, seguro sabes de estas cosas.

            Althem se puso de pie e hizo una reverencia.

            —Sería un honor para mí.

            —Gracias— sonreí—, pero debo advertirte que deberás ser muy paciente conmigo. No soy bueno para estas cosas.

            Atlthem envainó su espada.

            —Vamos, hay un claro por allá donde podemos empezar a trabajar.

            —¿Ahora?

            —¿Quieres esperar a aprender en medio del siguiente ataque?

            —No, claro que no— respondí, y fui por mi espada.

            Seguí a Althem a través de unos arbustos hasta un lugar más abierto donde podríamos tener más libertad de movimiento.

            —Muy bien, desenvaina tu espada— me dijo Althem, al tiempo que hacía lo propio con la suya—. Asume posición de defensa.

            —¿Cómo hago eso?

            —Levanta la espada frente a ti.

            —¿Así?

            —No, más arriba. Debes poder proteger el cuello y la cabeza si alguien te lanza un golpe alto. Voy a golpearte, trata de bloquearme.

            Althem se lanzó hacia mí con un grito feroz. Di dos pasos atrás, asustado, aferré la espada con las dos manos e instintivamente cerré los ojos. Althem mantuvo la espada en el aire un momento y luego la bajó a un costado, resoplando frustrado.

            —No puedes pelear con los ojos cerrados, Lug— me reprendió.

            —Lo siento, el grito me distrajo.

            —Ése es el propósito del grito, distraer y asustar al oponente. No debes hacerle caso. Debes concentrarte, un segundo de distracción en medio de un combate significa la muerte. Intentemos otra vez. Mantén los ojos abiertos, concéntrate. Debes mantenerte en tu posición, no cedas terreno a tu oponente.

            —Bien— asentí, levantando otra vez la espada de Govannon.

            Althem volvió a asestar un golpe y lo detuve lo mejor que pude.

            —Debes inclinar más la espada para bloquear este tipo de golpe. Atácame, te mostraré.




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