—¡Esta ciudad no es para nosotros!— exclamó Verles, aún asustado.
—No es para tanto— le respondió Althem—, es solo cuestión de acostumbrarse—. Pero el rostro de Althem estaba más pálido que el de Verles, y vi que le temblaban las manos. El guía saltó a tierra firme tras ellos.
—Sanos y salvos— dijo Pol.
—Gracias— le dije—, eres un guía excelente.
Pol sonrió orgulloso.
—¿Y ahora qué?— quiso saber Calpar.
—Ascensor 18— respondió el guía, señalando un pasillo con una mano.
Seguimos a Pol por un pasaje bajo la cinta que nos llevó ante dos enormes puertas plateadas. Al acercarnos, las puertas se abrieron silenciosas hacia los lados. Pol entró primero. Verles asomó la cabeza desconfiado:
—¿Para qué tenemos que entrar en esta caja?
—Es un ascensor— explicó Pol—. Nos llevará hasta la unidad 467.
—¿Nos llevará cómo?— preguntó Althem, suspicaz.
—Tiene un mecanismo que lo hará subir hasta la cúspide del edificio, hasta el lugar donde se encuentra Orfelec— explicó Pol pacientemente.
—Yo subiré volando, gracias— dijo Anhidra—. No me gustan los lugares cerrados.
—Como quiera— le respondió el guía—, pero solo le será posible volar hasta allá si puede atravesar las paredes.
—Vamos— los animó Dana—, no puede ser peor que las cintas.
A regañadientes, todos entraron en el ascensor. Todos, menos Anhidra.
—Anhidra— la llamé suavemente—, ven con nosotros.
—Tal vez pueda esperarlos aquí— intentó ella.
Negué con la cabeza:
—Sabes que eso no es posible. Vamos— la animé, extendiéndole una mano. Ella suspiró resignada y tomó mi mano, entrando en el ascensor. Las puertas se cerraron tras de ella y noté que apretaba mi mano, angustiada.
—Todo está bien— le murmuré al oído para tranquilizarla—. Esto no tomará mucho tiempo.
Pol presionó unos códigos en un teclado que estaba junto a la puerta. Hubo una inhalación de aire colectiva cuando el ascensor comenzó a moverse. La ascensión era suave y lenta, pero eso no ayudaba a calmar la intranquilidad de todos los que estaban a bordo de aquel sofocante habitáculo plateado. En medio del tenso silencio, Althem preguntó:
—¿Cuánto tiempo?
—Menos de un minuto— respondió Pol.
Percibimos ese minuto como si fueran horas, hasta que el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Anhidra fue la primera en salir. Los demás la seguimos con rapidez, como temiendo que las puertas se volvieran a cerrar antes de que pudiéramos salir.
Pol nos guió por unos interminables pasillos hasta una sala azul con una mullida alfombra roja.
—Esta es la unidad 467— anunció Pol—. Mi trabajo ha terminado.
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Editado: 24.03.2018