La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

CUARTA PARTE: El Separado - CAPÍTULO 106

            Escapé de la ciudad sin ser visto. Y seguí corriendo... entre los campos sembrados... entre pequeños establos... establos... sí, establos... necesitaba un caballo, corriendo no llegaría a ninguna parte...

            Corrí hacia los establos en medio de la angustia y la soledad que eran más fuertes que nunca en mi vida; no tanto porque había sido usado, sino porque el propio amor que Dana había dicho sentir por mí era una falsedad. Aquella era la herida más grande, una herida que sangraba a caudales... y no era yo el que tenía el poder de detener la sangría de mi alma.

            ¿Adónde iría ahora?

            Lejos... lejos.

            ¿Pero hacia dónde?

            A cualquier lugar... ¿Acaso importaba la dirección? ¿Acaso importaba algo en todo el universo? Lo había perdido todo.

            ¡Oh, deplorable estado de mi alma! ¡Oh, vida vacía y sin sentido!

            Los establos... sí...

            Llegué sin que me vieran y penetré por una pequeña ventanilla sin cristal. Había allí un par de vacas y un caballo ensillado. Desaté el caballo que apenas se quejó. Entreabrí el portón principal, espié, nadie a la vista. Monté y escapé de allí rumbo a ningún lugar, o más bien, a cualquier lugar en el que no tuviera que verles las caras a mis falsos amigos.

            El animal corría libre por la llanura, el viento me daba en la cara, y el frío hacía que las lágrimas resbalaran... el frío o la congoja... la congoja o la furia... la furia o todo aquello mezclado en un sentimiento indefinible.

            Palpé mi pecho, el transmet aún estaba allí... ¿No sería más fácil terminar con todo aquello? El transmet me mataría instantáneamente, no sufriría... ¿Acaso tenía el valor para hacerlo? ¡Maldito cobarde! ¡Maldito, maldito cobarde! ¡Maldito, maldito e imbécil cobarde! ¡Jamás me atrevería y ella lo sabía!

            En verdad estaba asustado, asustado porque estaba solo, sin guía, sin apoyo. Pero no iba a volver, no.

            Después de horas montando, con el pecho angustiado y la mente obnubilada por los recientes acontecimientos, me di cuenta de que el caballo estaba muy cansado y necesitaba agua. Vi un bosquecillo a lo lejos y me dirigí hacia allí.

            El sonido claro del agua de un arroyo llegó hasta mis oídos entre los árboles. Desmonté y llevé al caballo hasta el lugar. Saqué el transmet de entre mis ropas y lo puse en la mochila. Mientras el caballo se refrescaba y pastaba, yo solo lo miraba con el hombro apoyado en un árbol. Una mezcla de rabia y amargura me impedía pensar. ¿Qué estaba haciendo? ¿Hacia dónde iba? Era como si todo hubiera perdido sentido. No me podía concentrar en nada. Las palabras de ella me martilleaban la cabeza, hiriéndome, causándome más dolor del que Murna hubiera sido capaz de infligir: “No puedo soportar que me toque. No puedo siquiera soportar que me mire.” ¿Por qué? ¿Qué cosa tan terrible decía aquel mensaje en Yarcon? ¿Qué clase de monstruo era yo? Mis pensamientos alternaban entre la angustia y la ira de haber sido engañado, usado vilmente por ella. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Qué podía hacer ahora?

            Me di cuenta de que aún si ella no me amaba, aún si me había manipulado para llevarme al Concilio, aún si había fingido para hacerme aceptar la misión de guiarlos contra los Antiguos, había cosas que no eran una farsa: yo era Lug. Eso era real. Y había otra cosa que era real: Cariea estaba en alguna parte al norte de donde yo me encontraba, sufriendo en mortal agonía a manos de Ailill, junto con quinientos soldados kildarianos, y yo tenía que hacer algo al respecto. No podía dejarlos morir así. Calpar tenía razón: había prometido que mis sentimientos por Dana no interferirían con la misión. Tenía que cumplir esa promesa. Tenía que olvidar a Dana y seguir adelante. No podía dejar que gente muriera a causa de mi corazón roto. Tenía que sobreponerme y tomar las riendas de mi propio destino. Tenía que creer en mí mismo y hallar la forma de enfrentar a Ailill y liberar a sus prisioneros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.