CUARTA PARTE: El Separado - CAPÍTULO 107

—El parecido es increíble— murmuró Eltsen fascinado, alargando una mano para tocar mi rostro. Tarma lo detuvo, agarrándolo de la muñeca.

—No es prudente tocarlo— le dijo.

No sé cuánto tiempo había pasado allí atado al árbol, hasta volver a ver a Tarma emerger de entre los árboles con Eltsen. Me dolían las rodillas y la cintura. La soga que me ataba el cuello me impedía deslizarme hacia abajo para poder al menos sentarme sobre las piernas. Me dolían los hombros por estar en tensión hacia atrás. Tenía los dedos de las manos adormecidos por haber ajustado los nudos de las ligaduras en las muñecas al haber forcejeado sin parar. La soga que me raspaba el cuello me lo había lastimado y me ardía. Pero la presencia de Eltsen trajo un poco de esperanza a mi corazón. Tal vez pudiera razonar con él mejor que con la terca Tarma.

—¿Realmente crees que es él?— peguntó Eltsen, examinándome de arriba a abajo.

—Bueno, no puede ser Lug, no en esta zona.

—Mmmm.

—¿Qué?

—Bueno, siendo que los Antiguos son tan poderosos, uno pensaría que no es tan fácil atrapar a uno— explicó Eltsen. Tarma no contestó.

—Traía eso en su mochila— le dijo Tarma, señalando el transmet en el suelo—.  Es lo que hirió a mi hermano.

—¡Un transmet!— exclamó Eltsen, agachándose y tomándolo entre sus manos.

—¡Cuidado!— le advirtió Tarma—. Es peligroso.

—Ya lo creo que es peligroso— respondió Eltsen. Con destreza, abrió un compartimiento y sacó la unidad de energía, deslizándola dentro de un bolsillo en su pantalón—. Listo, ahora es inofensivo— le dijo, arrojándole el transmet. Ella lo atrapó en el aire con los ojos desorbitados y lo sostuvo como si fuera una serpiente venenosa.

—¿Estás seguro? ¿Cómo...?

—Es una herramienta que se usa mucho en Faberland, se llama transmet. Puede agujerear cualquier material— explicó él.

—Eso fue lo que él dijo— le respondió ella, mirándome de soslayo.

—Si tenía un transmet, significa que estuvo en Faberland.

—Dijo que habían ido a pedir ayuda a Orfelec.

—¿Por qué? ¿Qué tipo de ayuda?

—No lo sé.

—Debes dejarme hablar con él— le pidió Eltsen—. Debo saber lo que hacía en mi ciudad.

—Intentará engañarte.

—No te estoy diciendo que lo desates, solo que me permitas hablar con él.

Tarma apretó los labios disgustada pero accedió. Se acercó a mí y me quitó la mordaza.

—Gracias— murmuré, moviendo la mandíbula dolorida—. ¿Podrías darme un poco de agua?

Ella hizo una seña a uno de los guerreros, quien desenganchó un odre que colgaba de una rama y vertió un poco de agua en una taza de lata. Luego me la acercó a los labios, inclinándola para que pudiera beber. Volví a agradecer.

—¿Cómo está tu hermano?— le pregunté a Tarma. Ella desvió la mirada y no respondió.

—Increíble— musitó Eltsen—, hasta su voz suena igual. ¿Cómo lo logras?— me preguntó.

—Me veo como Lug y sueno como Lug porque soy Lug— le respondí molesto.

—¿Qué hacías en Faberland?

—Dana recibió un mensaje de Cariea, una de las mitríades que salió a encontrarse con el ejército de Ifraín.  En vez de encontrarse con el hermano de Eselgar, se encontraron con Ailill.

—¡Ailill!— exclamó Tarma. Eltsen levantó una mano para hacerla callar.

—Ailill mató a la compañera de Cariea y la tomó prisionera a ella. Le quebró un ala, lo que significa que está en terrible agonía y no tiene mucho tiempo de vida. Ailill también tiene bajo su control a quinientos soldados kildarianos y un número indefinido de fomores— continué.

—Si lo que dices es cierto, ¿qué tiene eso que ver con Faberland?

—Decidimos ir tras Ailill, pero necesitábamos ayuda. No podíamos enfrentarnos solos a un Antiguo, quinientos soldados entrenados y tal vez un número igual de fomores. Cariea le dijo a Dana que se encontraban en algún lugar entre Estia y Faberland y que se movían hacia el sur. El lugar obvio para pedir ayuda era Faberland. Pensamos que tal vez Orfelec podría facilitarnos hombres, armas, incluso tecnología.