La Profecía de los Elementos (los Hijos de los Dioses #1)

4. Leyenda

—Bienvenidos a esta reunión —proclamó la mujer, deteniéndose junto a la chimenea. Tenía elegancia de movimientos y un porte casi nobiliario. Un pentáculo tatuado asomaba en el hueco entre sus clavículas, sobre el cuello del vestido de color violeta. Sus ojos lo observaban todo, y parecía como si fuese capaz de adentrarse en cada una de sus almas y conocer todos sus secretos—. Os he reunido para tratar un asunto importante, del que intuyo que habéis tenido conocimiento dado el revuelo que se desató anoche —su mirada se posó brevemente en Aldara, que estaba sentada en el sofá; esta agachó la cabeza y apretó los labios. Parecía intentar contener su duelo a toda costa—. Anoche perdimos a aquellos cuatro que nunca deberían haber desaparecido —prosiguió. Cora sintió un escalofrío... ¿Cuatro, había dicho? ¿Coincidencia? Improbable— lo cual nos lleva a una situación aún más delicada si cabe que la que vivíamos. —Se volvió hacia la chica del pelo corto rubio— Andie, ¿hay novedades de tus espías?

Marco enarcó las cejas. ¿Espías? Por suerte Andie no lo vio. Por el contrario, se limitó a mirar a la mujer rubia y a negar con la cabeza.

—Seguimos sin saber quién azota a esas criaturas en nuestra contra —informó en un tono ligeramente abatido— aparecen y desaparecen cuando menos lo esperamos, y lo peor de todo es que parecen haber aprendido a adoptar temporalmente

la apariencia de otros seres —miró elocuentemente a su auditorio—. No podemos fiarnos de nadie ahora mismo.

—Espero que no hables por ti —observó Óscar.

Todos clavaron sus ojos en él, y Andie le miró con un odio especial.

—Mis poderes están en plenas facultades, Óscar. Y los de mis espías también. Son los mejores de Madrid.

—¿Poderes? —se le escapó a Ray. Enseguida se arrepintió de interrumpir puesto que todos se volvieron hacia él. Enrojeció intensamente. "Idiota", pensó.

—No es tonto el que no sabe, Ray —le dijo de repente Andie.

Él alzó la vista, incrédulo, hacia la muchacha... ¿Cómo había sabido...? Pero ella miraba ahora a la mujer rubia, que tomó la palabra.

—Ray —dijo en tono suave—, todos aquí hemos nacido con unos dones especiales, con un espíritu que podemos moldear a nuestro gusto en algunas cosas y que en otras permanece fijo. Hay quien nos llama "hechiceros", "brujos" o "magos".

—¿Hechiceros? —repitió Cora incrédula, mientras miraba alternativamente a todos los presentes—. ¿Qué clase de broma es esta?

—No es una broma, Cora —respondió la mujer en tono cortante, pero suave— podemos hacer magia, cada uno a nuestra manera... —pareció dudar un segundo— y si vosotros cuatro estáis aquí... Es porque también vosotros podéis.

—¿Qué? —Marco se rio con sarcasmo— No, no, eso es... imposible. No...

La mujer alzó una mano hacia él, y antes de que el chico pudiese reaccionar, un rayo salió de su mano, pasó rozando su oreja izquierda y se estrelló contra la pared con un chasquido. Los cuatro humanos se apiñaron aún más, aterrorizados de pronto.

—Esto no puede estar pasando... —casi sollozó Sandra—. No puede ser.

—Tendrás que asumirlo, Sandra —le dijo Elisa con voz amable—. El tatuaje de tu tobillo es lo que lo confirma.

—Mi... tatuaje... —la mirada de Sandra bajó hacia su tobillo. La de Cora hizo lo propio hacia su muñeca—. ¿Qué quiere decir ese símbolo?

—Indica tu poder —explicó la mujer—, poco a poco se irá definiendo hasta completarse y entonces significará que el poder ha madurado dentro de ti.

Sandra sintió que se mareaba. Aquello ya era demasiado. No obstante, se atrevió a preguntar:

—¿Y... cuál es mi poder, exactamente?

Su interlocutora sonrió.

—El Aire, Sandra. El Aire.

Los otros tres la miraron con suspicacia.

—¿Qué clase de poder es el Aire? —inquirió Marco.

La mujer suspiró.

—El Aire es un elemento. Ahora Sandra tiene ese poder en su interior... Aunque, será mejor que os lo relate despacio.

>>Desde que el mundo es mundo, la Humanidad ha necesitado creer en algo: fenicios, griegos, romanos, íberos, sumerios, árabes, precolombinos, aborígenes de cualquier lugar del mundo... cada civilización, veía el mundo a su modo y tenía sus divinidades, a cada cual más diversa.

No obstante, casi todos coincidían en la existencia de algo básico y fundamental para la existencia del mundo: La conjugación de cuatro Elementos fundamentales. Estos eran Tierra, Agua, Aire y Fuego, que combinándose daban lugar a todo lo que había sobre la faz del planeta. Esos cuatro Elementos, los chamanes, los brujos y los curanderos los veneraban casi como a auténticas divinidades, los verdaderos padres del mundo. Y por ello, en ocasiones, invocaban su poder ilimitado para salvar a su pueblo de algún desastre o para que les ayudase a prosperar.



#21099 en Fantasía
#4450 en Magia

En el texto hay: cuatro elementos, musica, magia

Editado: 24.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.