La profecía del amor.

Prólogo.

Coloque mis ojos en mi jodida hermana, y al ver la sonrisa de burla que ella me lanzó, me tomé el trago de tequila de un solo tomó.

Me odio. Me odio por desear a mi hermana como lo hago.

—Agapios, no deberías tomar de esa forma.

—Lo necesito Alessandro, necesito alcoholizarme para olvidar.

—Olvidar que la mujer a la que amas según la ley es tu hermana.

Abrí mis ojos como platos.

—Lo sé… desde hace mucho tiempo sé que anhelas a mi hermana.

—Yo…

—Ponte los pantalones y ve por ella.

—No puedo, no puedo hacer tal cosa.

—¿Entonces prefieres verla desde lejos?

—Ya no la veré desde lejos porque mañana partiré hacia el ejército. -Alessandro negó. —Me iré.

—No servirá de nada marcharte, porque ella seguirá rondando tu mente, hasta volverte loco.

Deje de mirar hacia Alessandro para colocar mis ojos en la hermosa mujer que me vuelve loco.

Alessia.

Mi jodida adicción.

Apreté mis puños con fuerza al ver a mi divina condena bailar sugerentemente.

La quiero.

—Agapios, hijo.

Deje de mirar a Alessia, para colocar mis ojos en mi hermosa madre, la diabla.

—Mamá.

—Tengo un par de chicas a la cuales te quiero presentar.

—No quiero conocer a nadie…

—¿Entonces como piensas que me convertiré en abuela…?

Me tomé otro trago de la barra y sin pensarlo me lo llevé a los labios.

—Mamá, estoy seguro de que Ángel antes de lo que canta un gallo te concederá lo que tanto anhelas.

—No creo que sea Ángel quien me haga abuela, más bien creo que la primera que me hará abuela es Alessia.

Apreté con fuerza el vaso, y esto logró alertar a mamá.

—¿Agapios, que sucede?

—Mamá, me iré mañana mismo al ejército. Seguiré los pasos de papá.

Mi madre abrió los ojos como platos.

—Hijo.

—Ya tomé una decisión, madre. Y no cambiaré de parecer por nada del mundo.

Mamá se escandalizó, a tal grado de marcharse gritando con fuerza el nombre de papá.

—Considérate un hombre afortunado si mamá permite que te marches…

—Aunque ella no quiera, tendrá que aceptar que me marcharé…

—¿Te marchas?

Esa voz.

Esa voz pertenece a la mujer que quiero desde que tengo conciencia.

Coloque mis ojos en Alessia, y como puede reprimí el deseo de acercarme a ella.

—Si hermana, Agapios se marcha mañanas al ejército. -Alessandro contesto por mí. —Así que solo quedaremos Ángel y yo.

—¿Por qué te marchas?

—Porque me da la gana de hacerlo.

Tratándola mal es la forma en la que trato de esconder mis sentimientos hacia ella.

—Pues que te vaya muy bien en el ejército, hermanito.

Mi muñeca hermosa inquirió estas palabras para después empezar a caminar.

—Estas jodido hermano. Doblemente jodido.

Enarque una ceja y fue cuando Alessandro miro hacia mi entrepierna.

Seguí su mirada y al ver la prominente erección, maldije por lo bajo.

—Estoy jodido doblemente jodido.

—Es mejor que vayas a deshacerte de la casa de campaña que tienes en tus pantalones, antes de que nuestra madre se plante ante ti a darte batalla.

Maldito sea mi libido. Maldito sea el deseo enfermizo de querer tocar hasta el cansancio el cuerpo de Alessia.

Maldito sea todo.

Me apresuré en alejarme de la sala, y justo cuando iba a subir las escaleras, Alessia se colocó al frente de mí.

—¿Qué deseas?

—Sé que te vas por mí, pero aunque hagas lo que hagas todo lo que se encuentre entre tus manos no podrás olvidarme.

—No sé de qué hablas. -susurre con voz entre cortada.

—Te reto a olvidarme, Agapios... Olvídame si puedes.

Nos leemos.

Kim C 💚




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