La profecía del amor.

Capítulo 1.

Agapios.

Dos años después.

No quería regresar, me negaba hacerlo.

Pero tengo que hacerlo porque si no lo hago mi madre me arrancará las bolas.

Estacioné el auto en el garaje y vi la figura de mi hermano Alessandro.

—¡Llegó mi casanova favorito…!

Me bajé del auto y en cuanto Alessandro estuvo cerca de mí, nos fundimos en un caluroso abrazo.

—¿Follaste a muchas chicas en el ejército?

—¿Por quién me tomas, Alessandro?

—Oh, bueno… Es que nosotros los hombres tenemos necesidades, las cuales incrementan cuando buenos pechos y nalgas alrededor.

—Pues creo que yo he sido la excepción.

Aless se encargó de deshacer nuestro abrazo.

—Dime que gane la apuesta que Ángel y yo hicimos hace dos años…

—¿Qué apostaron? -pregunte en tono serio.

Alessandro dio un paso hacia atrás.

—Bueno, es que…

—Ve al punto.

—Apostamos que no tocarías a nadie estando en el ejército porque seguirías siéndole fiel a mi hermana.

Forme mis manos puños, y di un paso hacia Alessandro.

—Hermano, dime que le gane la apuesta Ángel.

—Lamento decirte que perdiste hermano.

—Pero tú dijiste que no te follaste a ninguna mujer…

—La palabra follar no engloba todo lo referente al sexo, Alessandro.

—Pero…

Le guiñé un ojo, a lo que él frunció su entrecejo.

—Agapios, no me mientas joder…

—No tendría por qué mentirte, hermano.

—No me hagas esto…

Además de ser un hombre deseado por todo el colectivo femenino, mi hermano era todo un dramático de primera.

—Que sepa yo, no te echo nada, bueno… por el momento.

—Buscaré la forma demostrar que gane la apuesta Agapios.

—Suerte con eso hermano…

Alessandro entrecerró sus ojos, y después sonrió.

—Alessia tiene aún crío babeando por ella, hermano. Así que es probable que ella le cumpla el sueño a nuestra madre de ser abuela más pronto de lo que todos pensamos.

Me encogí de hombros y traté de que no se reflejará en mi rostro la irá.

—Bien por ella.

Alessandro entrecerró sus ojos.

—Para nuestro cumpleaños veintiuno mamá le regaló un viaje para dos a Maldivas, hermano. -volví a encogerme de hombros. —Alessia se va el viernes, Agapios.

—Y a mí que me interesa que ella se marche. Por mí ella se puede ir a la mismísima china, si le da la gana. -hable tratando de aparentar que no me molestaba lo que él me había dicho.

Cuando la realidad es que me enerva la sangre al imaginarla entre los brazos de otro.

—Asi que te da igual lo que haga, hermano…

Esa voz.

Gire sobre mis pies, y para mi maldita desgracia me encontré con la presencia de la mujer que me vuelve loco, en todos los sentidos habidos y por haber.

—S-sí.

—Y yo que pensaba que podríamos llevarnos bien, después de todo querido.

La muy desgraciada sonrió para después dar varios pasos hacia mí, quedando al frente de mí.

Detalle a mi hermana con la mirada, y las ganas de apretarla contra mi auto y lamer su delicioso cuello se apoderaron de mí.

—Alessandro, ve a buscar la llave de tu auto porque necesito que me lleves al centro comercial.

—Oye… no soy tu chófer.

—Si no quieres que te delate con papá harás lo que te pido.

—No harías tal cosa, hermana.

—Pruébame y verás de lo que soy capaz.

Probarla… Uhmm, sería él lo más delicioso que mi lengua podría saborear.

—Hija de diabla, diablota… -Alessandro inquirió estas palabras y poco después se marchó a paso apresurado.

Intente seguirle los pasos Alessandro, pero antes de que pudiera dar un paso Alessia coloco su mano en mi pecho, deteniendo cualquier intento de escape de mi parte.

—¿A dónde crees que vas…?

—Lejos de ti, ¿es que no ves?

Esta respuesta logró que Alessia me brindara una sonrisa coqueta.

—¿Por qué siempre huyes de mí?

—No se de que hablas…

Alessia utilizó parte de su fuerza para empujar mi cuerpo hacia mi auto.

—¿Crees que soy estúpida, Agapios?

—No pienso que eres estúpida.

Mi dulce, pero peligrosa niña, cuando me tuvo acorralado contra el auto, pegó su cuerpo al mío.




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