Agapios
«—Vine por ti, Agapios.»
Muy bonito.
Muy bonito.
Es hermoso que él comparezca ante mí después de todos los años que acontecieron.
Al parecer hace tiempo atrás olvidó mi existencia, por los malos recuerdos que tenía, pero ahora mucho tiempo después comparece ante mí, sin ninguna vergüenza.
Hombres como él son únicos en su especie.
Es más, deberían darle el premio al padre del año por lo bien que desarrolló su papel en mi vida.
—No soy su hijo, por más que le robaran el esperma. Así que le pido cortésmente que se marche de aquí
—Eres idéntico a mí, no solo físicamente sino también en el carácter.
Solté un sonoro bufido.
—Señor… marcharse de mi casa.
—Hijo. -él dio varios pasos hacia mí y extendió sus manos para tocar mi rostro.
Antes de que pudiera tocarme di varios pasos hacia atrás.
—¡Qué no soy su hijo…!
El hombre se detuvo abruptamente ante mi negativa. Y sus ojos se cristalizaron.
—Hace años me hubiera encantado que viniera por mí, pero ahora no deseo ni verlo señor. No quiero y nunca querré nada de usted, porque padre no es el que engendra, mejor dicho, padre no es el que le roban el esperma para engendrar, padre es quien cría. Quién te instruye y quien limpia tus lágrimas y heridas. Padre es quien está siempre para ti, en la felicidad y la tristeza. Padre es una palabra que le queda bastante grande señor.
—Agapios…
—Olvídese de mí tal y como lo hizo en aquel entonces, señor. Olvide que tiene un hijo en este lado del mundo. Porque yo hace mucho tiempo olvide que tengo un padre cruzando el inmenso mar.
Gire sobre mis pies y cuando estaba por empezar a caminar hacia la casa, mis ojos se colocaron en Alexander y Alexandra.
—¿De quién fue la idea de que este señor compareciera ante mí? -ambos agacharon su cabeza. Y con eso me quedo claro que ambos tienen la culpa. —No necesito y nunca necesitaré a ese señor. Porque ya tengo un maravilloso padre, en quien confiar. No necesito a otro padre.
—Agapios… -interrumpí a mi madre.
—El niño asustadizo que pedía encontrar a su padre murió junto con Leslie, ese Agapios está enterrado bajo tierra y de allí no saldrá nunca. Así que es mejor que demos por sentado todo para que nos evitemos malos ratos.
—Estoy muriendo, Agapios.
Ante esa confesión de quien fue el donador de esperma, no hice más que hacer una mueca.
—Lo siento mucho señor, pero yo no soy doctor para atenderlo.
—¡Agapios...! -regaño mi madre. —Escucha lo que tiene para decirte.
Rodé mis ojos, porque me quedaba bastante claro que la gran Alexandra Kemers no descansaría hasta que escuchará al donador de esperma.
—Hable ahora o callé para siempre.
—Sé que nunca podré compensarte por todo el dolor que tuviste que pasar al no tenerme a tu lado, pero por lo menos quisiera darte lo que te corresponde por derecho, Agapios. -el hombre se acercó a mí. —Todo lo que poseo está a tu nombre hijo. Eres mi único heredero.
Esto es el colmo.
Ahora él regresa, pensado logrará compararme con su asqueroso dinero.
—Por mí puede donarlo a alguna obra de beneficencia, porque no quiero y nunca querré su dinero. Así que ahórrese la molestia de venir a comprarme con su dinero porque no lo necesito y nunca lo necesitaré.
—Perdón hijo. Perdóname por todo el mal que te cause. Perdón por no estar a tu lado.
—Después de todo quizás fue mejor que no estuviera a mi lado, porque no cambiaría a mi padre Alexander Salvatierra por nadie, ni por usted, ni por nadie.
Esa confesión desató las lágrimas en el señor.
—Me lo merezco, merezco tu rechazo, Agapios.
—No lo dije yo, lo dijo usted. Así que mis manos están limpias.
Tras esas palabras me encaminé hacia la puerta del hogar.
Agapios Thalasinos, está muerto y enterrado para mí.
Al igual que Leslie.
Por nada del mundo cambiaría a mis padres.
Por nada del mundo.
La cena que había preparado mi madre fue excepcional, sacando el hecho de que Alessia no estaba presente en la mesa.
—Agapios.
—¿Dime Alessandro?
—¿Regresarás al ejército?
Ante esa interrogante la mesa quedo en un completo silencio, y los ojos de mis padres se colocaron en los míos.
Juro por lo más sagrado que tengo que ese hijo de nuestra santa y nada sangrienta madre, pagara muy caro por hacer esa pregunta.
—Excelente pregunta hijo.
—Una excelente pregunta debe de tener una excelente respuesta, así que hay les va… después de unos días aquí me marcharé a una misión especial el Nigeria.