Agapios.
Existe la posibilidad que estemos cometiendo una locura, pero estoy seguro de que eta locura será la mejor que podré cometer en mi vida.
Gire mi cabeza hacia Alessia, y tras hacer contacto visual conmigo me regalo una gran sonrisa.
—¿Qué tanto me miras?
—La belleza que posees cariño.
Mi muñeca del mal se mordió el labio inferior.
—Pensé que te parecía poco atractiva.
—Todos estos años me los pasé tratando de que no se notará la excitación que me provocabas. No te imagines lo duro que fue para mí observarte de lejos sin poder lanzarme a devorarte.
—Entonces ¿Por qué preferiste irte al ejército antes que confesar tus sentimientos?
—No quiero ser una decepción para ellos, Alessia. No quiero que mamá y papá se arrepientan de darme una familia.
Mi chica achicó sus ojos.
—Detén el auto. -ordenó ella, y en ese momento temí lo peor. Pero aun así obedecí a su mandato.
Detuve el auto a un lado de la carrera, y tras hacerlo Alessia se levantó levemente de su asiento y se pasó al mío.
—Te juro que iba aguantar hasta que estuviéramos casados, pero es que tú… ¡Hay Dios…! Agapios estoy excitada, padezco de este mal desde que salimos de casa. Y tú con cada palabra que dices me haces desear arrancarte la ropa… estoy loca, maldición. Estoy loca por ti. -Alessia dejo un beso en mis labios después de decir esas palabras.
Esa confesión, logró alterar el poco juicio que tengo.
—Si fuera por mí, ya te hubiera hecho el amor desde que salimos del bar, pero quería esperar a que fueras mi esposa, para hacerte el amor como nunca nadie te lo ha hecho.
—¿Hacerme el amor?
—Claro, mi muñeca del mal. Contigo no será sexo. Contigo será hacer el amor, porque tú eres la mujer que amo. -los ojos de mi chica se dilataron ante esa confesión. —Te amo, desde hace mucho tiempo, Alessia. Te amo con todo el corazón.
Espere ver su reacción por unos minutos, y cuando ella abrió la boca todo el poco juicio que me quedaba se fue de paseo.
—Serás el primer y único hombre que me tocará, Agapios.
Mis ojos se abrieron como platos ante esas palabras.
—Sí, soy virgen. Me guarde todo este tiempo para ti. Porque en el fondo sabía que tú aceptarías de una vez por todas lo que sentías por mí.
—Oh, cariño. -atraje sus labios a los míos. Y deje un dulce beso. —Te amo, te amo.
Alessia profundizó el beso, pero cuando vi que estaba subiendo de tono me detuve.
—Nuestra primera vez, tiene que ser algo inolvidable. No un momento de calentura en el auto. -ella hizo una mueca de disgusto. —Mereces algo más que hacerlo en un auto, mereces flores, velas, vino. Y la cama adornada de flores, mereces todo eso y mucho más mi amor.
—Quiero que me toques. Quiero sentirte.
La muñeca del mal se removió sobre mi regazo, y eso logró que mi excitación fuera más notaría.
—Quiero perder el juicio, quiero que todos los sueños húmedos que he tenido contigo se hagan realidad. -cerré mis ojos, porque esas palabras estaban logrando que mandará todo a la mierda y la tomará aquí mismo. —Tócame Agapios, tócame como siempre soñé.
—Mi primera vez, con la mujer que amo no será en un auto, será cuando seas mi esposa ante la ley, te quiero en la cama cuando este unido a ti, Alessia Salvatierra.
Los ojos y la boca de ella se abrieron con sorpresa.
—¿Tú no has…?
—Te esperaba a ti, mi amor.
Los iris de mi muñeca del mal se cristalizaron.
—Te amo, Agapios. Te amo con todo mi corazón.
Abracé Alessia y ella correspondió a mi abrazo.
—Nunca pude estar con otra mujer sin que aparecieras en mi cabeza. Cada vez que alguna de ellas se acercaba a mí, me alejaba porque mi mente me gritaba que te estaba traicionado. Así que preferí guardar distancia de las mujeres y guardarme para ti. Porque tú eres la única a la que quiero. Tú eres y siempre será el gran amor de mi vida.
—Ahora más que nunca quiero casarme contigo, Agapios. Casémonos, mi amor. Casémonos.
Se que dije que nuestra primera vez sería en una cama, pero eso no me impide tocarla para aplacar un poco el fuego en su vagina.
—Sí, pero antes te daré una probadita de lo rico que se sentirá tenerte.
Los iris de ella brillaron.
—¿Qué piensas hacer?
Antes de hablar dirigí una de mis manos hacia su cintura, donde acaricié levemente, para después levantar su vestido. Introduje mi mano en su ropa interior y ante eso ella soltó un levemente gemido.
—¿Te has tocado?
—Sí, pensando en que eras tú quien me tocaba.
—¿Los disfrutabas?
—Me mojé, de una forma impresionante porque tuve dos orgasmos seguidos.