La profecía del amor.

Capítulo 6.

Agapios.

Puedo decir a bocas llenas que mi primera vez fue mejor de lo que en mi mente imaginaba.

—Agapios.

—¿Sí?

—Te quiero. Y no me quiero separar de tu lado nunca, mi amor. -Alessia dijo esas palabras medía adormilada.

—No permitiré que nadie nos separé mi muñeca del mal.

Ella sonrió.

—Con que muñeca del mal.

—Eres mí muñeca del mal, solo mía.

Deje un beso en el cuello de Alessia, y como era de esperar ella se estremeció.

—Por lo visto no te vasto con dejarme adolorida, Agapios.

—Nunca tendré suficiente de ti, mi amor.

Alessia se acurrucó más contra mi cuerpo.

—Si sigues por el sendero en el que vas me harás un hijo en plena noche de bodas.

—¿Quieres que te haga un bebé?

Mi muñeca del mal colocó sus ojos en los míos, y he de decir que estos se encontraban totalmente dilatados.

—Agapios, por si lo has olvidado, has copulado tres veces consecutivas dentro de mí, así que existe la posibilidad que tus niños estén corriendo para llegar a mi óvulo.

—Cuanto más mejor.

Tras esas palabras rodé sobre la cama, para que ella quedará debajo de mí.

—¿No me dejarás dormir?

—Dormiremos mañana. Hoy es noche de hacerle el amor a mi esposa.

—Eres un adicto.

—La única adición que tengo por el momento es hacerle el amor a mi mujer.

Alessia guío sus labios a los míos y juntos nos fundimos en un tierno beso.

—Te amo, Agapios.

—Te amo, muñeca del mal.

Luego de verbalizar esas palabras me dediqué abrirle las piernas y colocarme entre ellas.

—A este paso me volverás adicta a ti.

—Si eso pasa te prometo que todas las noches de mi vida alimentare tu adicción.

—¿Todas? -pregunto con los ojos brillantes.

—Todas y cada una de ellas.

—¿Y nuestra familia?

—Le contaremos, cuándo ya estes embarazada de mí.

—¿Por qué?

—Porque no podrán alejarte de mí.

No esperé una respuesta de su parte, y me dediqué a entrar en la cueva que sería mi segundo hogar.

Entre despacio en ella, y al cabo de algunos segundos mi amada esposa estaba totalmente absorta en el placer de hacer el amor.

Sí, hacer el amor. Porque con ella nunca tendré sexo, con Alessia siempre haré el amor. Y así será por el resto de mi vida. Hasta que la muerte nos separe.

—Te amo. -susurre contra sus labios para después dejar un beso. —Te amo, Alessia.

La muñeca del mal sonrió. —También te amo, esposo mío.

—De ahora en adelante eres solo mía. Mi muñeca del mal.

—Soy tuya, Agapios. Soy toda tuya.

Posterior a esa confesión la habitación se quedó solo con nuestros gemidos de fondo.

Alessia Salvatierra, es y siempre será la mujer que más amo en esta vida.

La honraré y haré de ella la mujer más feliz que pueda pisar este plano terrenal.

La luz del sol golpeó con fuerza contra la ventana y eso logró que abriera mis ojos.

—Pensé que tendría más tiempo para admirar tu belleza.

—¿Así que admirando mi belleza? -me mofe.

Y ella asintió.

—Me preguntaba cómo se verán nuestros futuros hijos.

—Bueno esa respuesta es fácil de responder porque viéndonos creo que nada puede salir mal, y además de todo hemos puesto mucho empeño en hacerlos.

—Eres un tonto.

—Un tonto que se muere por su esposa.

El rostro de Alessia se iluminó luego de escuchar esas palabras.

—Todavía no me lo creo.

—Créelo porque eres mi esposa, la única mujer con la que me casaré en toda mi vida.

Antes de que Alessia pudiera decir algo nuestros teléfonos empezaron a sonar incesantemente.

—Llego la hora de volver a la realidad.

—Sí, pero no creas que la promesa de darte tu dosis diaria de amor caerá por tierra. Porque todas las noches me escabulliré a tu habitación, para darte todo mi amor.

—¿Te escabullirás en mi habitación, aun cuando el peligro de ser descubierto esté pisándote los talones?

—Te haré mi mujer todas las noches, a como dé lugar. -mi muñeca del mal sonrió. —Y me importa un comino ser descubierto.

—Si no fuera porque tenemos que comparecer ante nuestra familia, te juro que me hubiera quedado un rato más aquí en esta cama.




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