La profecía del amor.

Capítulo 7.

Agapios.

Una vez aparcado el auto al frente de la mansión Salvatierra, mi muñeca del mal se apresuró en intentar salir del vehículo.

—Alessia.

—¿Sí?

—Te amo.

Los ojos de mi chica se colocaron en los míos.

—Yo también te amo, Agapios.

Esa confesión logró hacer que mi corazón latiera como loco.

—Va a ser una tortura no poder besarte a cada rato.

—Sera divertido verte lidiar con el hecho de que Antonio será mi falso prometido.

—Mucho cuidado con aceptar que ese fulano toque si quiera tu piel, porque no me importará mandar todo a la mismísima mierda.

—Hablando así, me pareces un sexi macho alfa.

Antes de que pudiera emitir alguna respuesta, el gran Alexander Salvatierra compareció ante nosotros.

—¡¿QUÉ SON ESTAS HORAS DE LLEGAR?!

—Padre, deja el drama.

Alexander entrecerró sus ojos mirando a su hija.

—Más te vale Alessia Salvatierra Kemers que no hayas cometido una locura.

—¿Llamas locura a quedarte a dormir en la casa de tu prometido?

—¿Qué tú qué?

—Así como lo escuchas padre, Antonio te pedirá mi mano.

Alexander perdió el color de su rostro. Para después dirigir sus ojos a los míos.

—¡Y tú no pudiste hacer nada…! Te envié para que la cuidarás y ahora resulta que volvió comprometida con ese baboso.

—Padre…

—No quiero escucharte, Agapios. No ahora.

Tras espetar esas palabras Alexander giró sobre sus pies, y empezó a caminar con bastante rapidez hacia la entrada de la casa.

—¿Por qué le dijiste lo de estar comprometida?

—Por qué quiero mi anillo de compromiso, Agapios Salvatierra. Y no es una petición.

—Eso no es un problema para mí porque tengo el anillo perfecto para ti, lo tengo guardado desde hace mucho tiempo.

—¿Dónde está?

—En mi habitación. Y para dártelo tendrás que ir a mi elemento por él.

Mi malvada mujer camino hasta estar al frente de mí.

—Tú lo que eres es un aprovechador.

—Ve por tu anillo a mi habitación y veremos a como nos toca, mi amor.

—Tú lo que quieres es tocarme el culo.

—Tocarte es poco para lo que quiero hacer contigo.

Atraje el cuerpo de Alessia hacia mí.

—Me vas a volver loco esposa mía.

—Nos pueden ver, Agapios.

—Iré a bañarme a mi habitación, así que aprovecha la oferta de ir a buscar tu anillo.

—No sé si podré escapar de todos.

—Antes lo hacías Alessia. ¿O es que piensas que no te veía ingresar a mi cuarto de baño mientras me bañaba?

—Eso fue hace mucho tiempo.

Mi muñeca del mal se sonrojo.

—Sí, claro.

Mi esposa logró que deshiciera el agarré que mantenía en su cuerpo.

—De alguna forma tenía que saciar las perras ganas que tenía de ti, Agapios.

—No negaré que en varias ocasiones tuve que apartar mis ojos de los bikinis de infarto que te colocabas para bañarte en la piscina. Así que estamos a mano.

—Todos y cada uno de esos bikinis me los colocaba para ti. Para modelártelos a ti.

—Me vas a volver loco.

—No tengo porque volverte loco, porque ya estás perdido por mí.

Abrí mi boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo la voz de Alessandro se ante puso a la mía.

—¡AGAPIOS…!

—Oficialmente estas en problemas.

—Todo por tu culpa, pero nadie me quitará el placer de desquitarme contigo.

—¿Por qué conmigo?

—Porqué tú tienes toda la culpa.

La malvada mujer con la que me case me guiñó uno de sus ojos para después disponerse a caminar hacia la entrada de la casa.

Genial ahora yo me quedaré embarrado y propenso a recibir varios golpes.

—¡AGAPIOS!

Cerré mis ojos y esperé pacientemente a que Alessandro saltará impropios de mí.

—Vamos hermano, di lo que tengas que decir.

—¡LA PERDERÁS POR ESTÚPIDO…! -exclamo bastante alterado. —¡TIENES QUE HACER QUE ELLA NO SE CASE CON ESE MEQUETREFE!

—Alessandro, cálmate.

—Como pides que me calme si por estúpido perderás a la mujer que quieres.

Entrecerré mis ojos. Porque estoy seguro de que esa preocupación que está mostrando no tiene nada que ver conmigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.