La profecía del amor.

Alessia.

Alessia.

Por más que traté de frenar los sentimientos que sentía por Agapios, no pude. No lo logré porque cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro.

Él se metió dentro de mí y nadie nunca podrá sacarlo de mi corazón.

Según tía Itzel la profecía del amor, nos había unido a tan solo vernos.

Ahora por mi culpa tenemos que lidiar con Antonio, quién se encontraba al frente de mi con una sonrisa en sus labios, la cual estoy loca por borrarle de un solo guantazo.

Es mejor que no se relaje conmigo porque no tenía el mote muñeca del mal, solo por mi cara.

Así que tiene que andarme fino y por la sombra.

Porque para sacarle los dientes no doy mucho rodeo.

—¿Qué diablos quieres?

—Pensé que tú y yo teníamos algo que resolver.

—Muy bien te dije que te buscaría, no que vinieras a mi casa a importunar mi paz. Así que lárgate por donde mismo viniste, si no quieres que tengan que sacarte en ambulancia de aquí, porque bien que no se me ha olvidado que trataste de drogarme.

Antonio negó.

—Eso fue una confusión hermosa.

—Confusión o no. Por el momento no te quiero ver.

Antonio dio un paso hacia mí, yo por mi parte retrocedí.

—Si no quieres que les cuente a tus padres de las cosas retorcidas que has hecho con tu propio hermano, bájale a tu tono.

Enarque una ceja.

A pues, él está buscando con creces que lo lleven a intensivos de la paliza que puedo darle.

—Más te vale que dejes de amenazarme porque puedo sacar al sol todo lo que se de ti. -Antonio ladeo su cabeza. —Entiende de una vez por todas que eres el que me necesitas, no yo a ti. Así que lárgate de mi casa. Y espera que yo te diga cuándo y dónde nos vamos a reunir.

—Si le cuento a tus padres lo que haces con tu supuesto hermano a sus espaldas, no creó que ellos te aplaudan que ambos están cometiendo pecado al cogerse entre hermanos.

¿Estamos cometiendo pecado?

No. No lo creo.

Más bien estamos disfrutando de la sexualidad con nuestros cuerpos.

Y con toda honestidad puedo adelantar que eso es lo más rico que me ha pasado en la vida.

Guárdame para Agapios fue una decisión que tomé desde los dieciocho años. Lo hice con la promesa de que si el volvía a casa haría todo lo posible por confesarle mi sentir. Y me entregaría a él, por siempre.

—Si quieres se lo puedes gritar, total. Ya me comí el bizcocho…

—Alessia. -escuche la voz de Agapios.

—¿Dime amor?

—Alessia no juegues con fuego porque terminarás quemándote.

—Estoy ardiendo en el mismísimo infierno desde que coloque mis ojos en Agapios, así que no importa que me queme un poco más.

Antonio entrecerró sus ojos.

—Si te vale madres, si le digo a tus padres lo que haces con tu hermano, ¿Por qué diablos aceptaste caer en mi chantaje?

Ante esas palabras Alessia colocó sus ojos en los míos.

—Lo siento cariño, sé que este no era el plan. Pero es que no puedo permitir que esa… coloque sus manos en ti.

—¿De qué hablas? -pregunto Agapios.

—Cambie el plan, y este consiste en que el inútil de Antonio se coja a la estúpida de Madison para que nos deje en paz de una buena vez por todas.

—No lo haré. -acoto Antonio.

—Tendrás que hacerlo por la buenas o por las malas. Pero de que lo haces lo haces.

—No lo haré, Alessia. No caeré en tu juego.

¡Ja…! Este idiota no sabe que ya es un peón en mi tablero de ajedrez. Uno al que puedo mover para donde me dé la maldita gana.

—Si no haces lo que quiero no dudaré en entregarte con Gordon Brown.

Antonio perdido el color de su rostro tras escuchar esas palabras.

—¿Cómo sabes de él?

—No puedo delatar mi fuente Antonio, pero lo que sí puedo hacer es pedirle a Gordon que te haga una visita no muy grata. -luego de decir esas palabras sonreí. —Estoy segura de que a él le encantará saber de ti.

Antonio tragó saliva.

—Eres despreciable.

—No más que tú. Ahora lárgate de mi casa y espera mi llamada. Y mucho cuidado con hacer disparates porque a la primera que hagas le pido a mi fiel amigo Gordon que te rebane la cabeza y la coloque en una caja de regalo.

—Maldita sea mi suerte. -bramo él y posteriormente giro sobre sus pies.

—Alessia, esto es muy arriesgado.

—Esa mujer no tocará lo que es mío.

Cuando me cercioré de que Antonio salió de la casa giré hacia Agapios.

—Ahora vamos a follar porque no he tendido mi dosis de amor en este día.

—Tenemos que cerrar puertas y ventanas porque no me fío de ese tipo.




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