Agapios.
Un mes.
En este tiempo transcurrido mi amada esposa y yo hemos compartido hermosos momentos, en la cama y fuera de la cama. Pero cada uno de ellos es especial.
Observó a mi hermosa esposa reír a carcajadas mientras juega con su diminuto perro salchicha.
Cuanto la amo.
Mi amada esposa.
—Se nota a leguas que Alessia te tiene entre las nubes.
—Mi muñeca del mal, me vuelve loco.
Mamá golpeó mi hombro levemente. —Por lo visto, esos hijos tuyos no han hecho un buen trabajo.
—Mamá, hacer un bebé es más difícil de lo que piensas.
—Pídele consejos a tu padre, porque él me hizo dos bebés en nuestro primer encuentro.
Hice una mueca de asco, luego de imaginar a papá y mamá haciendo cositas.
Oh, no.
—¡Mamá…!
—Ponte en campaña y hazle a mi diabla, un par de niños.
Desvíe mis ojos de los de mamá para colocarlos en mi hermosa mujer.
—Mamá, quiero llevar a Alessia a una cita.
—¡Te ayudaré a planearla…! -mamá soltó un estruendoso grito, le cual llamo la atención de Alessia.
—¡¿QUÉ PASA?! -grito desde lejos mi mujer, y mamá y yo nos encargamos de negar.
Mamá se acercó a mí y dejo un beso en mi mejilla.
—Debes hablar con tu padre, Agapios.
—Madre…
—Debes confesarle la verdad antes de que se entere por otra persona.
Hablar con papá sobre el amor que siento por Alessia me llena de temor. Primero, porque estoy seguro de que deseará cortarme las manos, segundo, porque me hará el drama de la vida por no confesarle con anterioridad mis sentimientos por ella.
—Mamá.
—Habla con él, Agapios.
Antes de que pudiera decir algo más, Alessia se acercó a nosotros.
—Mamá…
—¿Sí, muñeca?
—Me encantaría que me prepararás tu famoso postre con fresas.
Los ojos de mamá se abrieron como platos, para después colocar sus ojos en mí.
—Te lo prepararé, mi amor.
La muñeca del mal se lanzó a los brazos de mamá y dejo un beso en su mejilla.
—Te amo, mamá.
—Yo también te amo, muñequita.
Tras esas palabras mamá se colocó sobre sus pies, y tras dirigirme una pequeña mirada empezó a caminar hacia la entrada de la casa.
—Agapios.
—¿Sí?
—¿Me amas?
Extendí una de mis manos hacia ella, y la muñeca del mal la tomó.
—Te amo con todo mi corazón, Alessia.
Los ojos de mi esposa se cristalizaron.
—Alessia…
—Te amo, Agapios. Te amo con todo mi corazón.
Tire de la mano de Alessia y cuando estuvo a mi alcance abrace su cintura.
Si mis cálculos no fallan mi amada esposa está de encargo.
Sonreí y coloqué mi cabeza en su vientre.
—Agapios…
—¿Sí?
—Creo que estoy embarazada.
Esa confesión agradó mi sonrisa.
Pero antes de pudiera decir algo, papá se colocó al frente de nosotros con los ojos muy abiertos.
—Alessia, ¿Qué dijiste?
Mi muñeca del mal se tensó y me obligó a retirar el agarre que mantenía en su cintura.
Nos cayó el payaso.
—Papá…
—¿Quién es el padre de tu hijo?
—Padre…
—¡¿QUIÉN ES ALESSIA?!
Ya llego la hora de enfrentarme a papá.
Tomé una gran respiración antes de colocarme sobre mis pies.
Aquí voy.
Sin miedo al éxito.
—¿¡ALESSIA, ¿¡QUIÉN ES EL PADRE DE TU HIJO…!?
—Papá.
—Ahora no, Agapios. -inquirió sin apartar sus ojos de Alessia. —Habla, Alessia.
—Padre… -interrumpí Alessia, al entrelazar una de sus manos con la mía.
—Yo soy el padre de su hijo.
Los ojos de papá se desviaron hacia mí, y no dudo en soltar una gran carcajada.
—Agapios, hijo. Se que eres buen hermano, pero te pido de favor que no encubras a tu hermana.
—Papá, sé que la verdad es mala de ver, pero yo amo Alessia. Ella es la mujer que he amado toda mi vida, me fui al ejército para tratar de olvidarla, pero no pude, no pude y tampoco podre. Porque ella es el amor de mi vida.
Alessia apretó mi mano con fuerza.
—Agapios. -susurró totalmente dolido. —Ella es tu hermana.
—Papá, que te amo con todo el corazón, pero bien sabes que no comparto ningún rasgo sanguíneo con ella.
—¡ES TU HERMANA…! -grito con fuerza. Para después hacerse hasta Alessia y apartarla de mi agarre.
—¡Papá…! -exclamo mi esposa mientras sollozaba.
Alexander al ver a Alessia llorar la soltó.
—Hija.
—Le amo, papá. Le amo con todo mi corazón. -nuestro padre alterno sus ojos entre Alessia y yo. —Por mucho tiempo traté de engañar mi corazón, pero no pude y nunca podré porque Agapios es el hombre que amo.
—Agapios, te confíe a Alessia y tú terminaste decepcionándome.
—Papá, yo.
—No quiero hablar, Agapios.
—Alexander, ¿Qué sucede?
Alexander Salvatierra coloco sus ojos en mamá.
—¿Tú lo sabías? ¿Sabías que Agapios y Alessia están juntos?
—Alexander…
—¿Sabías o no, Alexandra?
Mamá apartó sus ojos de los de papá.
—Genial, ahora no puedo confiar ni en mi esposa.
—Papá, mamá no tiene la culpa. La culpa es nuestra.
—No quiero escuchar nada al respecto, Alessia.
—Pero, papá.
Alessia dio varios pasos hacia papá, pero este la detuvo en seco.
—No quiero escuchar nada al respecto, Alessia.
—Papi. -acotó con voz rota. —Perdóname, perdóname por engañarte.
Alexander formó sus manos puños y maldijo por lo bajo.
—Si quieres que nos vallamos de casa, así lo haremos, papá.
Alexander entrecerró sus ojos. Pero no dijo nada.
—Alexander, ellos no pueden irse de casa.
Papá giro sobre sus pies y empezó a caminar alejándose de nosotros.
Mi muñeca del mal empezó a llorar.
—Alessia.
—Papá me odia, Agapios.
—Él no te odia, cariño. Solo está dolido.
Mamá envolvió a Alessia entre sus brazos.
—Alessia, tenemos…
—No me quiero ir… -pidió entre lágrimas.
—Tú te quedas, el que se va soy yo.
Tanto mamá como Alessia abrieron sus ojos como platos.