La profecía del amor.

Capítulo 10.

Agapios.

Madison.

Ese nombre me causa deseo de…

No.

Debo mantener la calma, porque ella es una mujer y yo soyo todo un caballero.

Tengo que hacer hasta lo imposible por quitarme a Madison de encima, porque no la aguanto.

—Agapios, quiero que sea una boda doble. Tu hermana, su novio, tú y yo. ¿Qué dices?

Antonio se atoro con la porción de postre de fresas que devoraba.

—Me encantaría, querida. Pero es que mi novio quiere que nuestra unión no sea un circo lleno de payasos, prefiere que sea algo más tranquilo y lleno de amor verdadero, no un chantaje.

Alessia 1, Madison 0.

Mi muñeca del mal, sí que sabe picar donde más duele.

Eso es por lo que la amo.

—Me alegro por ustedes. -Madison contesto con una gran sonrisa en sus labios, pero sé que quiere explotar.

—¿A dónde irán de luna de miel? -pregunto la muñeca del mal con una gran sonrisa en sus labios.

—Todavía no lo hemos pensado, cuñada.

¿Cuñada? Estoy seguro de que correrá sangre en esta casa y no será la mía.

—Deberían ir a las amazonas porque allí viven víboras de la misma especie que tú, Madison. Creo fervientemente que tú y ellas se llevarán bien porque comparten el mismo veneno.

Alessia 2, Madison 0.

—Amor, que el sucede a tu hermana el día de hoy. Porque la noto a la defensiva.

—No te preocupes por mi querida, que el problema que tengo se arregla con un poco de sexo rudo. -Alessia agregó sin pudor.

Ante esas palabras Antonio sonrió levemente.

—Si sigues por el camino en el que vas llegarás al altar inflada como un globo.

—Que más me da casarme con el tanque lleno. Quién debe procurar no llegar al altar embarazada eres tú, porque según lo que contaron te encanta participar en cosas bastantes turbias.

La cara de Madison fue un verdadero poema luego de escuchar esas palabras.

—¿Te comió la lengua el gato, querida?

Mi mujer es letal.

Alessia Salvatierra es una perfecta muñeca del mal.

—Agapios, ¿Por qué permites que tu hermana me falte el respeto?

—¿Qué quieres que le diga? -exprese cansado.

Y ante eso Madison suspiro.

—Pero que sensible resultó ser mi cuñadita… solo estoy bromeando, querida.

—Procura no bromear de esa forma, Alessia.

—Como gustes… pero tú te lo pierdes porque de regalo de boda te iba a regalar un día en un crucero de follandores para ti sola. -Madison ante esas palabras se colocó más roja que un tomate. —Incluso, seleccioné los hombres con los penes más gruesos y largos para fuera el mejor regalo de bodas de tu perra y miserable vida.

Oh…

Me declaro fan de mi esposa.

—¡Alessia…! -inquirió Antonio mientras contenía la risa.

—Todavía tengo la reserva, Madison. Si te decides solo tienes que llamarme y yo encantada de pasarte el lugar y la hora de tu encuentro altamente sexual.

Ante esas palabras Madison se colocó sobre sus pies.

—No tolerare está falta de respeto, Agapios.

Alessia se encogió de hombros. Dando a entender que no le importaba lo que ella decía.

—Madison, perdona a mi hermana por hacer esos comentarios.

—He sí… discúlpame por no saber controlar mi lado barrial, querida Madison.

La mencionada enarcó una de sus cejas.

—Te perdonó pero que no se vuelva a ocurrir.

—Madison, Agapios me gustaría invitarlos a un viaje a Bora Bora. -luego de que Alessia inquiriera esas palabras los ojos de Madison brillaron con gran intensidad. Y no dudo en asentir.

—Me encantaría, ir a Bora Bora en compañía de mi futuro esposo.

Mi muñeca del mal sonrió de lado.

Y el maldito de Antonio se atrevió a extender su brazo hacia mi mujer y abrazarla.

—Un viaje en parejas es perfecto… y más si podemos perdernos en el mar. -agrego Antonio y mi deseo de acabar con él se colocó al cien.

—¡Huy…! Como que el sueño de llegar al altar con el tanque lleno se te hará realidad querida.

—Quizás tu corras con la misma suerte, querida.

Madison negó con horror.

—No quiero tener hijos antes del matrimonio.

—Ha, ya entendí… buscas casarte con Agapios, para asegurar la fortuna Thalasinos, después tres o cuatro meses después te embarazas y antes de que el bebé nazca pides la petición del divorcio, donde incluya la mitad de la fortuna de Agapios y también le sumas una pensión alimenticia millonaria. Muy bien pensado, Madison.

Madison se quedó de piedra, e incluso se colocó más blanca que la leche.

Así que eso es lo que ella tramaba.

—Por Dios, Madison. Es una broma.

—No me gustan esos tipos de bromas.

—Deberías ir acostumbrándote porque serás la esposa de mi hermano… y como esposa de mi hermano tendrás que verme todos los santos días.

—Agapios y yo, no viviremos aquí.

—Suerte con ello, querida.

Alessia se colocó sobre sus pies.

—Antonio, cariño. Gracias por la visita, pero tengo algo que hacer.

Antonio se colocó sobre sus pies y como buen aprovechado abrazo a mi mujer.

—Fue un placer compartir estos minutos a tu lado, mi amor.

Odio presenciar esas demostraciones de afecto entre ellos.

—¿Lo de ustedes es cuando ella quiere? -Madison pregunto incrédula.

—Sí, querida. Follamos cuando yo quiero, a la hora que yo quiera, las veces que quiera. Y lo hacemos de la misma forma con salidas, visitas y demás.

—Eso no es una relación, eso es…

—No juzgues mi relación, si no quieres que limpie el suelo con la tuya, Madison.

—Estas loca.

—Deberías compartir un poco de locura con Agapios porque a él le encanta tratar locuras… quizás si te animas a compartir un poco de locura con él, Agapios puede darte la follada de tu vida.

—Estas loca…

—Quizás, pero un poco de locura es necesaria, ¿Por qué quién era Harley Quinn, antes de Joker?

—Una psiquiatra común y corriente.

—Pero aún con los años de estudios, se enamoró del payaso del crimen.




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