La profecía del amor.

Capítulo 11.

Agapios.

Alessia y yo estábamos abrazados en el sofá, mientras observábamos una película de terror. Bueno, eso de observar está de más porque lo que estábamos haciendo es besarnos.

—¡Mis ojos…! -ante ese grito exagerado de parte de papá, mi amada esposa y yo colocamos nuestros ojos en él.

—Deja el drama, Alexander.

—¿Es que no ves que son unos niños, mujer?

—Esos niños, te harán abuelo más rápido de lo que canta un gallo.

Papá perdió el color de su rostro.

—Oh, señor. ¿Qué hice para merecer esto?

—Deja el drama, porque hubiese sido peor otro hombre. Así que acuéstate a dormir porque el hombre que enamoró a tu princesa es de suma confianza.

—Si hubiese sido por mí, encerraba Alessia en una torre, igual que Rapunzel. Para que nadie colocará sus ojos en ella.

Mamá rodó sus ojos.

Y yo me encargué de dejar un beso en los labios de mi esposa.

—¡Hey…! Mucha miel en mi presencia.

—Papá, ve acostumbrándote porque Agapios Salvatierra es el hombre que amo. Y que siempre amaré.

Papá rodó sus ojos.

—Alex, tengo que decir que tengo dos malas noticias.

—¿Ahora que sucede?

Mamá suspiro.

—Se trata de Alessandro y Ángel.

—¿Qué pasa? -inquirió papá exasperado.

—Empezare por Ángel…

—Deja el misterio mujer…

—Ángel está en el hospital, porque Martín lo descubrió besando a Eara, ese troglodita amigo tuyo -señalo a papá. —Le rompió un brazo a mi niño… -mamá le brindo una mirada fulminante a papá. —Pero todo no acaba ahí, ahora resulta que Ángel es el heredero de un título nobiliario, nuestro hijo es un conde.

Ahora sí que esto se prendió.

—Esto va de mal en peor… ¿Qué paso con Alessandro?

—Nuestro hijo intento obligar a Jenna a casarse con él -papá negó. —Y la vaquera lo golpeó hasta dejarlo casi inconsciente. Esa mujer es de armas tomar, Alexander.

—Alessandro no le caería nada mal una buena domada.

—El punto es que, tenemos que ir con nuestros hijos. Iremos primero con Alessandro y después con nuestro futuro conde.

—Agapios, Alessia se quedarán solos en casa, pero no quiero nada cosas pervertidas. Dormirán en sus respectivas habitaciones y por nada del mundo compartirán la regadera.

—Ah, verdad. Se me olvidaba que por irrumpir en tu regadera me hiciste dos niños, Alexander.

Papá abrió los ojos como platos.

—Alexandra… no te desvíes del tema en cuestión. Por favor.

—Agapios, Alessia. Hagan lo que les plazca, porque quiero ese bebé.

—Alexandra no los lleves por el camino del mal.

—¿Se te olvido que hace tiempo atrás tú me llevaste por el camino del mal, e incluso me hiciste dos bebés?

Papá rodó sus ojos y se dispuso a salir de la sala. Y mamá se dispuso a seguirlo con una gran sonrisa en sus labios.

—Mamá, lo va a volver loco.

—Ya lo está. -confirme. —Otros que están locos son Alessandro y Ángel.

—Pobre de Ángel.

—¿Y Alessandro?

—Él es mi hermano, pero debo reconocer que es un tonto en el amor. La pobre Jenna paso toda su adolescencia enamorada de él, pero Alessandro no la registraba por su maldita fama de casanova.

—¿Qué hizo Alessandro para que ella cambiara?

Los ojos de mi muñeca del mal se colocaron en los míos.

—Le destrozó el corazón. -tras decir esas palabras los iris de la muñeca del mal se cristalizaron. —Jenna lo vio honrado el nombre que la colectividad femenina le había colocado. El deseado le llaman.

—Alessia.

—Él es mi hermano y lo amo. Pero debe sufrir, aunque sea un poco por la mujer que quiere. Para que vea que no es bueno vivir sin tener lo que más amas.

Después de inquirir esas palabras Alessia me abrazo.

—Cuando logremos despistar a Madison, te llevaré con nuestros hermanos.

—Espero que Alessandro sufra, aunque sea un poco, para ver si con eso deja de ser un tonto.

—Qué piensas de Ángel.

Mi bella mujer soltó un gran suspiro.

—Él merece ser feliz de una vez por todas, Agapios. Y estoy segura de que su felicidad es Eara, solo que ella no lo sabe.

—Los amas mucho. -confirme y ella no dudo en asentir.

—Como no amarlos si ellos son parte importante en mi vida. Alessandro y Ángel, don mi familia. Mis hermanos.

—¿Yo que soy para ti?

Los ojos de mi mujer se colocaron sobre los míos.

—Esa pregunta no viene al caso, Agapios.

—Quiero escuchar de tus preciosos labios, lo que soy para ti, Alessia.

Mi muñeca del mal soltó una gran carcajada.

—Eres mi mundo, Agapios Salvatierra. Sin ti, mi locura no saldría a relucir. Eres todo, mi amor.

—Eso está mucho mejor, muñeca del mal.

—Y yo que pensaba citar algún que otro autor de frases cursis…

—Todavía puedes hacerlo, esposa.

Ante esas palabras ella negó.

—Que papá no te escuché porque montará el drama de su vida.

Atraje a Alessia más hacia mi cuerpo.

—Papá tendrá que acostumbrarse a que eres el amor de mi vida, mi esposa, y la futura madre de mis hijos.

Acerqué mis labios a los de Alessia y cuando estos estaban por rozarse, escuchamos la voz de papá.

—¡Agapios…! ¡Alessia…!

—¡No estamos haciendo nada, papá…!

—Ya los cache, par de descarados…

El gran Alexander Salvatierra, y su drama.

—Papá… -antes de que Alessia pudiera terminar, papá la interrumpió.

—Tu madre te espera en tu habitación, Alessia.

—Pero papá…

—Nada de peros señorita, bueno… creo que a este paso debería decirte señora, Alessia.

—Deja el drama, papá.

Alexander aparto sus ojos de los de Alessia para colocarlos en los míos.

—Cuando tengas una hija, comprobarás que no es drama, Agapios.

—Iré a ver a mamá. -posterior a esas palabras Alessia dejo un beso en mi mejilla antes de apartarse de cuerpo.

—Ve, cariño.

Alessia le brindo una pequeña mirada. —Mucho cuidado con espantarme al hombre, papá.




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