Alessia.
Llego el tan esperado día.
—¿Estas lista?
—Nací lista, Agapios.
Él me brindo una gran sonrisa, para después acercarse a donde Antonio se encontraba.
Detalle a mi hermoso esposo, y me fue inevitable morderme el labio inferior.
Tengo el esposo más sexi de todos. El más carismático, habilidoso y bien dotado.
Me saque la lotería con mi macho.
—¿Le tienes deseo verdad?
Aparte mis ojos de Agapios para colocarlos en Madison.
—Si no fuera porque ustedes dos están presentes, hace rato que le hubiese arrancado la ropa.
—Deberías controlar, tus deseos carnales, lo digo por tu bien.
—Mis deseos carnales como tú lo llamas, no se pueden controlar, querida.
Madison hizo una mueca.
—Al paso que vas terminarás con cinco hijos, gorda y con los cuernos del alto del monte Everest.
—Al paso que voy terminaré con cinco hijos amados, con unas curvas deliciosamente atractiva, quizás con cuernos, pero con muchos millones en el banco. -Madison volvió hacer una mueca. —Puede ser que termine mis días sola, pero arruinada no estaré cariño. Tendré el amor de mis hijos y millones en el banco.
—Eres una arpía.
—Esta arpía, se rinde ante ti, querida. Porque eres mi mentora.
Madison abrió su boca para hablar.
Pero antes de que pudiera hacerlo, me alejé de ella.
Me arte de gastar saliva con ella.
—Agapios…
—¿Sí?
—Quiero agua de coco.
Antes de que él respondiera, Madison se entrometió.
—Pídele a tu novio que valla por tu agua de coco. Porque el mío no va a cumplir tus caprichos.
Juro por mi madre que me contuve de restregarle en la cara que Agapios es mío.
—Iré por el agua para ella. -dictamino mi sexi esposo, mientras fulminaba a Madison con la mirada.
—Pero, Agapios…
—Nada, Madison.
La mujer giro su cabeza y al colocar sus ojos en los míos, no dudo en brindarme una mirada altamente fulminante.
Que se joda.
—Ve a cambiarte cariño. -espeté y ella hizo una mueca.
—Estoy deseosa de casarme con él para nunca más volver a verte.
—Si te casa con él tendrás que verme todos los días de tu perra vida, porque mi amado hermano se quedará a vivir en casa de nuestros padres.
—Hare que Agapios desista de vivir con ustedes.
—Él nos ama, Madison.
—Convertiré ese maldito amor, en despreció.
Tras esas palabras la muy malvada giró sobre sus pies y dirigió sus pasos hacia el barco.
—Antonio, haz lo que tengas que hacer. Y por ningún motivo la dejes volver a la isla, convéncela con sexo, pero no la dejes volver a estropear mi luna de miel.
—Alessia, me parece extremista que me estes sobrando con lo de Gordon Brown.
—Si no quieres que el venga por tu delicioso cuerpo, mantén esa víbora alejada de tierra firma.
—No me cae bien, como para volverme un ninfómano con ella. -dijo con pesar.
—Ha, lo que tengas que hacer, pero por ningún motivo la dejes volver aquí, Antonio.
Antes de que él pudiera responder, Agapios hizo acto de presencia.
—Aquí tienes mi amor.
Tomé el coco entre mis manos, y le di una gran sonrisa a mi esposo.
—Ganaste muchos puntos, Salvatierra.
—Más tarde los canjeare.
—Ustedes me dan asco.
—Mira quién lo dice. -espeté.
—Antonio, el barco está preparado, dispuse suficiente comida, agua y otras cosas para su supervivencia.
—No quiero ir, con esa mujer.
—¿Prefieres que Gordon Brown, te destripe y haga de tu cuerpo pure de patatas? Si es así, no me importaría decirle tu ubicación.
Antonio soltó un suspiro cansado.
—Eres peor que un grano en el trasero Alessia Salvatierra.
—Eso es cierto. -lo secunde. —Pero este grano en el trasero puede joderte la existencia si me da la gana.
—Caer en tus manos es como caer en las manos del mismísimo diablo.
—Ve a follar a esa pobre mujer, y déjame en paz.
Antonio volvió a suspirar.
—En cinco días nos reuniremos aquí…
—Teníamos previsto que serían siete, pero cinco no está nada mal.
—Los odio.
—Nosotros te amamos, querido Antonio.
—Buena follada. -espeto Agapios con una sonrisa de burla.
—Buena follada, malditos.
—Tus maldiciones, son bendiciones para mí.
Antonio rodo sus ojos para después girar sobre sus pies.
—Buen viaje, querido Antonio.
Le di un gran sorbo al agua de coco.
—¿Qué haremos ahora?
—Disfrutar, esposa.
—¿Por dónde empezamos? -pregunte.
—¿Qué tal si vamos a la cabaña que rente y disfrutamos de una excitante y calurosa bienvenida?
—Me gusta esa idea, esposo.
Agapios coloco sus manos alrededor de mi cintura. Y me atrajo hacia su cuerpo.
—Te amo, Alessia.
—Yo también te amo, Agapios.
Él dejo un beso en mi mejilla.
—Vamos, amor. -él entrelazó una de sus manos con la mía.
Agapios me guío hacia la cabaña, y cuando estuvimos al frente de ella, Agapios dirigió sus ojos a mí.
—¿Qué sucede?
—Espere mucho tiempo para poder hacer esto.
—Agapios…
Mi esposo abrió la puerta de la cabaña.
—Esa noche me gano la desesperación, pero hoy lo haré como te lo mereces.
Él me hizo pasar a la habitación, y cuando mis ojos recorrieron el lugar, se cristalizaron.
—Agapios…
Cuando mis ojos de colocaron en él, me lo encontré arrodillado, con una cajita entre sus manos.
—Hace varios años me marché de casa, porque no podía soportar verte y no acércame a ti, me enliste en el ejercito solo para intentar olvidarme, pero no lo logré, porque te metiste en lo más profundo de mi mente y corazón. Alessia, hoy aquí, te respondo que ganaste el desafío que me hiciste la noche antes de marcharme tú me retaste, me dijiste “Olvídame si puedes” no puede olvidarte, aun estando con el océano entre nosotros. Todos los días te pensaba, te soñaba y te añoraba. Eres todo para mí. Eres y siempre serás el amor de mi vida, la mujer que desde pequeña logró atraparme. Hoy como aquella noche me rindo ante ti, me declaro a tus pies, me rindo ante el amor de mi vida.