La profecía del amor.

Capítulo 13.

Agapios.

Pensé que esté viaje sería una esperanza para librarme de una vez por todas de Madison, pero todo se salió de control.

—Agapios, esa mujer me drogó. ¡Les juro que no quise confesar su plan…!

Ganas no me faltan de matarlo, pero no lo hago porque al fin y al cabo Antonio no tiene la culpa de lo que está pasando.

—Nosotros fuimos unos ilusos por pensar que nos libraríamos de esa mujer.

—Alessia.

—Si lo que te preocupa es que me contacte con Gordon Brown, pierde cuidado porque no conozco al tipo y mucho menos se el sucio secreto por el que te buscan.

Antonio abrió sus ojos como platos.

—¿¡Qué…!?

Atraje a Alessia hacia mi pecho.

—Da gracias de que no estoy en condiciones de golpearte, por si no hubiese hecho papilla con tu cuerpo, Antonio.

—A punta de amenazas lograste que follara a esa mujer, comercialice mi cuerpo por tu culpa Alessia.

—Ya sabes lo que sienten las mujeres.

Antonio ardió en coraje, ante esas palabras.

—¡Me prostituí por tu culpa, Alessia…!

Ni que fuera para tanto.

La muñeca del mal rodó sus ojos.

—Tanto que te quejas, pero bien que disfrutaste follarte a esa cobra venenosa.

El enojo de Antonio descendió luego de escuchar esas palabras.

—No me jodas, Alessia.

Tras esas palabras Antonio se acomodó en su asiento, y empezó a murmurar por lo bajo.

—Esa loca le gustó…

—Pobre de él, porque ella es capaz de todo, menos de sentir amor.

—Esa loca a su manera ha de amar algo, porque la persona más mala en el mundo es capaz de sentir amor.

Alessia recargó su cabeza contra mi pecho.

—Tengo que confesar que tengo miedo de lo que pueda pasar, Agapios.

—No pasará nada mi amor. Veras que lograremos ser felices.

Alessia asintió. Pero sé que en el fondo siente miedo.

Por primera vez en la vida, Alessia Salvatierra siente miedo.

Y no cualquier miedo

La muñeca del mal siente miedo de perderme.

Me permití cerrar los ojos y por un momento imaginé todo completamente diferente.

Alessia y yo disfrutando del hermoso paraíso que es Bora-Bora sin ninguna preocupación.

Sonreí al imaginarla nadar en la playa como si fuese una sirena.

Mi hermosa sirena.

—Nadie ni nada nos va a separar. -susurré en su oído. —Luchare por nuestro amor, Alessia. Te protegeré.

Me acurruqué contra el cuerpo de mi amada y cerré mis ojos.

Cuando fue hora de descender del avión ayude a Alessia y nos dirigimos hacia el auto de Antonio. Quién muy amablemente se ofreció a llevarnos a casa del donador.

—Agapios.

—Estoy aquí contigo mi amor.

Ante esas palabras la muñeca del mal asintió, para después colocar sus ojos en la ventana del auto.

Esta situación necesita ser controlada de forma urgente. Porque si no lo hago mi muñeca del mal puede salir perjudicada.

Aceptaré todo lo que quiera Thalasinos, con tal de que esto se acabe de una vez por todas.

Odio tener que redimirme ante él, pero esta es la única forma de que Madison deje de molestar nuestra paciencia.

Después de un viaje bastante largo, Antonio aparcó el auto al frente de la casa del donador.

—Hasta aquí llegó yo.

—Gracias por todo, Antonio.

—No tuve más opción que hacer lo que Alessia imponía, pero aun así me gustó sentirme útil.

—Lo que te gusto fue hacerle cuanta pose del kamasutra se te ocurrió con Madison.

—Alessia…

—No me jodas Agapios, porque bien sabes que es verdad. -tras esas palabras la muñeca del mal descendió del vehículo.

—Antonio…

El alzó su mano, en señal de que me detuviera.

—Evítate disculparte por ella, Agapios.

—Agapios, ¡Ven aquí…!

—Tu verduga te llama. Te recomiendo que vallas antes de que venga a por tus dos cabezas. Tanto la de arriba como la de abajo.

—Muy gracioso, Antonio.

—¡AGAPIOS…!

—Ve Salvatierra, sálvate de las garras de la muerte.

Cada loco, con su locura.

Me dispuse a bajar del vehículo y cuando me encontré al frente de Alessia, ella se cruzó de brazos y me dio una mirada fulminante.

—Yo queriendo salir de este maldito embrollo y tu retrasándote con Antonio.

—Amor.

—Cállate y sígueme.

Cabreé a la jefa de jefes.

Esta noche no hay sexo para mí. Nada de cuchiplancheo, nada de entra y saca. Nada de frutifantastico.

Nada de nada.

Si tengo algo de suerte, Alessia me dejará dormir acurrucado a su cuerpo, pero si la suerte no está de mi lado tendré que dormir en la incomodidad del sillón, con una sábana que apenas me cubra los pies.

Seguí a la muñeca del mal, en total silencio porque no quiero empeorar la situación.

Cuando Alessia se encontró al frente de la gran puerta de roble, tocó el timbre y después de varios minutos la puerta fue abierta por el donador.

—Agapios, Alessia…

—Hola, señor Thalasinos. Venimos a hablar con usted.

El donador enarcó una de sus cejas para después abrir la puerta para nosotros.

—Pasen…

—La visita no es amistosa, Thalasinos. -agrego Alessia mientras ingresa a la casa.

—¿Entonces qué tipo de visita es?

Antes de que Alessia pudiera agregar algo más, interviene.

—Quiero que deshagas cualquier trato que haya hecho con Madison.

—¿Por qué?

—Amo a una mujer…

El donador hizo una mueca.

—Eso no es motivo suficiente para retractarme, Agapios.

—¡¿QUÉ PARTE DE QUE ESTOY ENAMORADO, NO ENTIENDE?!

Ante esas palabras el donador ni se inmutó.

Di un paso hacia él, pero antes de que pudiera llegar hasta él, Alessia se colocó en el camino.

—Agapios…

Aparte mis ojos del donador para colocarlos en ella.

—Cuidado con lo que haces porque a pesar de todo es tu padre, sangre de tu sangre.

Por más que desee no llevar la sangre de ese hombre, lastimosamente no puedo cambiar el destino.

Agapios Thalasinos, es y será el donador de esperma para toda mi vida.




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