Cuando supe que Alessandro Salvatierra estaba en caminó a mi casa, abrí mis ojos como platos y corrí lo más rápido que pude a mi habitación.
—Jenna.
Mamá ingreso a la habitación y de acercó a mí.
—Hija…
—Mamá, tengo que verme hermosa para él.
Mi madre no dijo nada más y me ayudó a elegir la ropa que me colocaría.
Una vez lista baje las escaleras y para mi sorpresa Alessandro se encontraba al pie de estas, con una gran sonrisa en sus labios.
—Te extrañé, mi reina.
Mi corazón empezó a latir con mucha fuerza y no dudé en correr hacia él.
Bajé las escaleras y cuando estuve en el último peldaño me lancé a los brazos de Alessandro.
—Te extrañe mucho, Alessandro.
—Lo sé, pero te prometo que hare de este mes el mejor que puedas tener.
—¿Te quedarás un mes?
Alessandro asintió y poco después dejo un beso en mi mejilla.
—Te traje un regalo.
—Ah, ¿Sí?
Alessandro asintió mientras sonreía.
En ese momento sentí un fuerte impulso de colocar mis labios sobre los de él.
¿Qué pasaría si lo beso?
Sacudí mi cabeza ante ese pensamiento porque no es el momento para tener ese arrebato.
Alessandro aun abrazándome saco de sus bolsillos una caja rectangular color rojo.
¿Eso será lo que creo?
—Jenna…
—¿Sí?
—Feliz cumpleaños atrasado.
Alessandro deshizo el abrazo, y yo me apresure en tomar la caja entre mis manos.
Coloque mis ojos en él y Alessandro me incentivo para que abriera la caja.
Para este punto mi corazón latía con bastante fuerza.
Abrí la caja y me encontré con un hermoso collar plateado con un dije de caballo.
Oh…
—Sé que amas los cabellos, Jenna. Así que desee que siempre llevarás a tu caballo.
Mis ojos se cristalizaron.
—Gracias…
Alessandro me envolvió entre sus brazos.
—Me encanta verte feliz, mi reina.
Lo abrace con fuerza.
—Quiero que me acompañes a viajar por el mundo. Deseo mostrarte todo lo hermoso que la vida puede ofrecerte.
—Hey, alto hay, Salvatierra. -rodé mis ojos cuando papá nos separó y se interpuso entre nosotros. —No te llevarás a mi hija a ninguna parte.
—Jenna es la que decide, señor.
Papá ardió en rabia tras esas palabras y giro sobre sus talones hacia mí.
—Hija…
—Papá es una invitación, ni que fuera a irme hoy mismo.
Acorté la distancia que me separaba con papá y lo envolví entre mis brazos.
—No quiero perderte.
—Nunca perderás a la nena de papi. Siempre te amaré.
Mi padre dejo un beso en mi mejilla.
—Te amo, Jenna.
—Te amo, papá.
(***)
Esperé con paciencia en el establo, porque Alessandro me había prometido que pasaríamos juntos.
Pero la paciencia al pasar los minutos se me estaba agotado, porque habían pasado alrededor de veinte minutos de la hora acordada y Alessandro nada de aparecer.
Me dirigí hacia la salida de la caballeriza, cuando estaba por salir escuché la voz de mi hermano.
—Ese Alessandro es la ley… llegó tan solo un par de horas y ya tiene al personal femenino de la casa revolucionado. Con razón le dicen el deseado.
¿El deseado?
—Ese Salvatierra tiene mucha suerte, porque a esta hora debe de estar disfrutando de los placeres de la vida en el lago.
Él me dejo aquí planteada para ir a disfrutar de los placeres de la vida.
Formé mis manos puños y salí de la caballeriza.
Mi hermano y el capataz abrieron sus ojos como platos al verme.
—Jenna.
Pasé de ellos y emprendí camino hacia el lago.
—¡Jenna…!
Pasé del llamado de mi hermano y seguí caminando hacia el lago.
—¡JENNA…!
Mi hermano se interpuso en mi camino.
—Necesito verlo. Necesito quitarme la máscara.
—Jenna…
—Déjame, Jason.
Mi hermano entrelazó su brazo con el mío y empezó a caminar.
—No quería decírtelo para no desilusionarte. Perdóneme, Jenna.
—Sé que no querías que pasará por este momento, Jason.
Mi hermano guardo silencio.
—Alessandro no es el hombre indicado para ti. Se que lo quieres, pero él no es el tipo de hombre hecho para estar con una sola mujer. Se que en el corazón no se manda, pero deberías intentar olvidarlo.
Mi hermano apartó sus ojos de los míos y suspiro.
No seguí indagando porque sé que a Jason le duele.
Maia Salvatierra, es la causante de que mi hermano este por el suelo.
Jason y yo seguimos caminando, y cuando estuvimos a unos pocos metros del lago, mi hermano apretó mi mano con fuerza.
Y no era para menos porque Alessandro se encontraba a pocos metros de nosotros haciéndole alusión al nombre que le habían colocado.
El Deseado.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no derramé ninguna.
No derramaría mis lágrimas en alguien que no lo merece.
—Jenna.
—Vamos, Jason.
—Hermana…
—Estoy bien.
Esa palabra logró que mi hermano apretara mi mano.
—Tomare tu consejo, hermano. Olvidaré Alessandro Salvatierra.
—Jenna…
Me lleve una de mis manos al cuello y me arranque el collar que él me había regalado.
—Seré una perfecta reina del hielo.
—Jenna.
—Iré a visitar a mi amiga Rachel.
—Estas huyendo.
—No quiero verlo, Jason. No podré mirarlo a los ojos.
Dejé caer el collar al pasto y obligué a mi hermano a caminar.
Ahora seré una perfecta reina del hielo.
Nos leemos.
Kimberley Coelho.💚