Alessandro.
La cabeza me estaba dando vueltas horribles. Y a eso se le suma que mamá ingresará a mi habitación, abriera la cortina y empezara con la cantaleta que no acaba nunca.
—Alessandro, no tolerare tus llegadas prácticamente muerto a la casa. Así que te afincas y tomas las riendas de tu vida o te vas de casa y haces lo que te dé la gana.
—Mamá, no estoy de humor para aguantar sermones. Por favor déjalo para más tarde.
—¿Qué dijiste?
—Mamá… tengo mucho con no poder levantar el ganso como para que tú le sumes tus cantaletas matutinas.
Mi madre abrió los ojos como platos. Se acercó a mí y acuno mi rostro entre sus manos.
—¿Qué es eso de que no puedes levantar el ganso?
Aparte mi iris de ella, y confesé lo que había estado ocultando desde hace unas semanas.
—¿Recuerdas que fui a visitar a Jenna hace algunas semanas? -mamá asintió. —Pues lo que sucedió es que vi una mujer hermosa y no dude en pues ya tú sabes…
—No sé nada, hijo.
Rodé mis ojos, y volví mi mirada a mamá.
—Mamá, no me hagas decirlo.
—Si tuviste pantalones para cometer el acto, porque no los tienes para decir el pecado.
Hay está la lección de morar de todos los días. Eso es algo de nunca acabar.
—Una cosa llevó a la otra y terminé casi liándome con ella en un lago…
—¿Cómo que casi, Alessandro? ¿Qué pasó después?
—Escuche un ruido a la lejanía, y resultó ser Jenna. En ese momento me sentí un perro, un hombre sin palabras.
—Desde hace mucho tiempo te vengo diciendo que te controlaras cuando estuvieras al frente de ella, Alessandro. Pero no, tú vas y te pones a coger en su casa, especialmente en el lago que, según tú, es testigo de los buenos momentos juntos. Eres mi hijo y te amo, pero Jenna no merece que pisotees su…
—¿Su qué mamá?
—Su amor, Alessandro.
¿Amor? ¿De qué rayos mamá habla?
—Jenna, te quiere desde hace mucho tiempo. Nunca nadie te dijo nada porque esperábamos que ella fuese la que diera el primer paso, o que tú te dieras cuanta del cariño inmenso que ella profesa por ti.
Jenna, ella… Oh Dios. ¡Qué rayos he hecho…!
Por eso fue que…
—Perdiste una gran chica, Alessandro. Porque estoy segura de que ella no será la misma después de lo que hiciste.
—No es la misma. -inquirí y poco después un flashback inundo mi mente.
Estaba a punto de hacer lo mejor que puedo hacerle a una mujer, follarla.
La vaquera me besaba con deleite mientras recorría mi cuerpo con sus manos habilidosas.
Estoy incitado por el pecado. Ganas no me faltan de fundirme en lo más profundo de ella, pero justo cuando lo iba hacer, escuche pasos.
Oh, no.
No puedo permitir que me vean haciendo esto aquí. Y menos sabiendo que…
No. Tengo que dejar la follada para otro día, porque si alguien me ve me puede ir como en feria si Jenna se entera de que profane nuestro lugar.
Me aparte de la chica, y ante eso ella se quejó.
—¿Qué sucede? -pregunto con la voz cargada de deseo.
—No podemos hacer esto aquí.
—¿No que te encantaba lo prohibido?
—Me gusta lo prohibido, pero no es momento para caer ante el pecado. Y menos aquí.
La mujer enarcó una de su ceja.
—¿Por qué aquí no?
Me debatí entre decirle la verdad o no.
Y gano, no decirle la verdad, porque ella no es nadie para exigirme absolutamente nada.
Solo un polvo, una cogida rápida.
Porque yo no me ato a ninguna mujer.
Empecé a nadar hacia la orilla del lago, y antes de salir volví a escuchar la voz de la mujer.
—No eres la gran cosa deseado, pensé que serías más arriesgado.
Pasé de esas palabras porque claramente ella me estaba provocando para que regresara y le demostrará quien soy en realidad, pero eso no pasaría porque no dejaré que se arruiné la hermosa amistad que tengo con Jenna, por una calentura.
Tras salir del lago tomé mi pantalón vaquero me lo coloque y repetí la acción con la camisa de cuadros que le robe a Jason.
—Nos vemos después, guapo.
—Puede ser. -inquirí para después tomar mis botas vaqueras y empezar alejarme sin escuchar la respuesta de parte de la mujer.
Cuando iba a mitad de mi camino, algo llamo mi atención, me acerqué y al distinguirlo me quedé de piedra.
Se trataba de la cadena que le regale a Jenna.