Alessandro.
Observe la puerta del rancho y me fue imposible soltar un suspiro.
—Aquí voy. -susurré para mí mismo.
Y tras reflexionar empecé arrastrar la maleta hacia la puerta. Pero cuándo me encontraba a medio camino un auto se aparcó al lado del mío. Y una risa, bastante conocida para mi desgracia, lleno de sonido en insonoro lugar.
Gire mi cabeza y mis ojos observaron a Jenna reír a carcajadas mientras que un hombre tocaba su rostro.
Oh, no. Eso sí que no.
Solté la maleta y tras formar mis manos puños empecé a caminar hacia el auto. Porque estas no son horas de traerla a casa y mucho menos estando los dos solos.
Al estar cerca del auto me permití escuchar su conversación.
—Acéptame, Jenna.
—Eres el prospecto número uno en mi lista, no te preocupes.
—Espero ser elegido. Porque deseo con todas mis fuerzas ser el padre de tus hijos.
¿Hijos?
¿De qué locura hablan?
Ante esas palabras Jenna desvío sus ojos hacia donde yo me encontraba y por un momento pude ver como sus facciones se endurecían.
Me odia, lo sé.
—Nos vemos mañana, Kail. -después de decir esas palabras Jenna dejo un beso en la mejilla del tal Kail.
—Nos vemos mañana, preciosa.
Estuve a punto de correr hacia el puerto ese y romperle los dientes por llamarla de esa forma, pero me contuve al ver a Jenna mirándome.
—Nos vemos.
Jenna descendió del auto tras darle una sonrisa al puberto.
Me acerqué a ella.
—Jenna.
—Salvatierra. -espetó con desprecio. —No son horas para estar aquí. Así que puede tomar su precioso auto y marcharse por donde mismo vino.
Después de decir esas palabras Jenna intento pasar de mí, pero yo se lo impedí al extender mi mano y tomar posesión de su mano izquierda.
—Sé que me odias por lo del lago, Jenna. Pero necesito...
—La que necesito que me suelte soy yo, Salvatierra.
—No soy un buen hombre para ti. -inquirí de una vez por todas. —Sé de tus sentimientos por mí, Jenna. Pero no puedo aceptarlos. No puedo.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas.
—¿Entonces qué haces aquí? ¿Qué buscas Alessandro?
—No quiero perder a mi mejor amiga. -confesé.
Y antes de que Jenna pudiera agregar alguna palabra más, el tal Kail entro en escena.
—¿Te está molestando?
—El único que molesta aquí eres tú. -verbalicé sin mirarlo porque mis ojos estaban perdidos en Jenna. —Vete antes de que te de problemas.
—No me iré hasta que Jenna me lo pida.
Los ojos de Jenna se alternaron entre los míos y los del tal Kail.
—No te vallas, Kail. -esas palabras desataron furia en mi interior. —Quédate.
—Jenna... -espeté.
—Tus peticiones son órdenes para mí, princesa.
Kail tomó la mano libre de Jenna y la entrelazó con la de él.
Por nada del mundo permitiré que él se quedé con ella. Primero muerto antes que dejar que Jenna ingresé a casa con ese hombre.
—Sino quieres que te rompa todos los dientes, márchate en este instante.
—Así que eres tú... -fruncí mi entrecejo. —Es una verdadera lástima que la dejarás ir porque ahora no hay cabida para regresar a joderlo todo.
—Regreso cuantas veces me dé la gana.
—Es mejor que te vallas y aceptes que perdiste no solo a tu mejor amiga, sino que...
Antes que pudiera terminar, Jenna lo interrumpió.
—Kail, déjalo por favor.
—Lo que digas mi princesa.
El tal Kail acercó a Jenna hacia su cuerpo.
—Déjala.
—No.
Apreté la mano de Jenna y la atraje hacia mí.
Kail y yo nos dirigimos miradas matadoras, las cuales se intensificaban con cada minuto que trascendía.
En este momento parecíamos enemigos mortales a punto de dar el primer paso para matarse.
—Alessandro, vete. Vete antes de que sea demasiado tarde.
—Vine hablar contigo y no me marcharé hasta que me escuches.
—No quiero escuchar nada de lo que salga de tu boca. Así que vete por donde mismo viniste.
—Jenna, por favor.
—Mi Jenna no tiene tiempo de escucharte. Así que es mejor que te largues.
Le brindé la peor mirada que pude darle en toda mi vida a una persona.
Jenna me escuchara, aunque sea lo último que haga en esta vida. Pero de que lo hace, lo hace.
—Tú no decides por ella.