La profecía del amor.

Capítulo 5.

Alessandro.

Estoy en el puto infierno.

Mi afección es tan grande que estoy a un paso de comprar un camión repleto de alcohol para ver si me muero de un como etílico.

—Alessandro, deja te tomar. -regaño papá para después arrebatarme el vaso.

—Si me van a tener controlado, mejor me largo y dejo de estorbar, porque eso es lo que hago últimamente.

Antes de que papá pudiera responder mis ojos se desviaron hacia la puerta de entrada al jardín y detallaron a Jenna, ingresar.

Todo lo que estaba a mi alrededor se detuvo, solo existía ella.

—Jenna -susurre sin poder creerlo.

Intenté caminar hacia ella, pero fui detenido por papá.

—Alessandro, déjala.

Negué, y coloqué mis ojos en papá.

—Padre, necesito hablar con ella.

—Jenna no es la chica de tres años atrás, Alessandro. Déjala en paz.

—Padre… -mis palabras fueron interrumpidas por la voz de mamá.

Apartes mis iris de los de papá y los coloque en mi madre, quién se encontraba abrazando a Jenna mientras la halagaba.

Intente sonreí, pero la sonrisa quedó en intento al ver al tal Kael acercase a Jenna.

—Según Jeff, Jenna se casará a penas termine la universidad.

—¿Con quién? -inquirí.

—Tú sabes más que yo, Alessandro.

Tras papá decir esas palabras golpeo mi hombro.

—Llego la hora de que asumas las consecuencias de tus actos, hijo.

Papá se marchó, dejándome a solas.

Centré mis ojos en Jenna y por un pequeño lapso recordé todo lo que Jenna y yo habíamos vivido, su risa, sus ocurrencias, el amor que profesa por todos, la forma en que protege a su caballo, y su mirada llena de amor.

¿Por qué no me di cuenta antes?

¿Por qué soy tan estúpido?

Los ojos de Jenna se toparon con los míos y la sonrisa que mantenía en su rostro se borró, para darle paso a una mueca.

¿Por qué no puedo retroceder en el tiempo? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?

La fama de deseado había pasado de mí, desde varios años atrás. Y le dio paso a esta versión dañada.

Jenna a apartó los ojos de mí, para colocarlos en el tal Kail.

Me odio, me odio por todo lo que hice y dije.

—Sandro.

Alessia se colocó al frente de mí y me miro con extrañeza.

—¿Qué deseas?

—Que se siente dejar pasar la fama del deseado, para convertirte en un sufrido nivel Dios.

—Se siente igual que tú. Ambos estamos en la misma mierda.

Alessia enarcó una de sus cejas.

—Haré como qué no te escuché.

—Iré a descansar.

—¿No te quedarás para ser el alma de la fiesta? -pregunto extrañada.

—Estoy cansado, Aless. Por favor despídeme de todos.

—Alessandro. -murmuro ella. —Pronto se va a partir el pastel, deberías estar aquí.

—Estoy cansado, Alessia.

Mi hermana entrecerró sus ojos, pero no dijo nada.

Empecé a caminar alejándome de la multitud, pero cuando iba a subir las escaleras Ángel se colocó al frente de mí.

—¿Ya te vas?

—Necesito descansar. -espeté.

—Yo también. -mi hermano empezó a subir las escaleras y yo lo seguí. —Ella está aquí.

—¿Por qué te vas, entonces?

—Porque no quiero seguir escuchando sobre los hombres más apuestos de Hollywood.

—Ni que fuera para tanto.

Ángel se detuvo.

—¿Qué dirías si te dijera que Jenna es quien lidera la conversación?

—Ahora es para tanto.

Mi hermano medio sonrió.

—Estamos jodidos, Sandro. Bueno, tú estás más jodido que yo porque Jenna no quiere verte ni en pintura.

—Cállate. -brame, para después empezar a subir las escaleras de dos en dos.

Ángel me siguió de cerca y cuando ambos nos encontramos en la planta alta, golpeó mi hombro.

—En unos días llega Agapios.

—Se viene un drama descomunal, porque estoy seguro de que Alessia pondrá el grito en el cielo.

Ángel asintió.

—Disfrutemos mientras podamos porque cuándo esos dos se encuentren cara a cara, saldrán chispas de esta casa.

Hice una mueca de fastidio.

—Qué se joda el mundo.

Después de decir esas palabras empecé a caminar por el pasillo.

Alessia y Agapios que se vallan de paseo. Porque yo tengo mis propios problemas.




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