Alessandro.
Puede ser que el plan no haya salido comoe esperaba, pero por lo menos tengo como premio de consolación estar acostado en la cama de Jenna, siendo atendido como un rey.
—Alessandro, basta de provocar a Jenna. Es mejor que dejas a esa chica en paz hasta que se calmen las aguas, porque por lo que veo ella tiene instintos asesinos.
—Hay donde la vez, Jenna es un caramelo.
—Un caramelo ácido, altamente nocivo para la salud.
—Deberian emitir una orden de apresion en su contra porque el instinto asesino que tiene va más allá de cualquier cosa.
—Si quieres marcharte, no te preocupes, lo entenderé.
Mael entrecerró sus ojos.
—¿Estás buscando una manera fácil de morir Alessandro? ¿Cuál es la parte que no entiendes de todo lo que te he dicho? Jenna te quiere matar, primero fue dejarte amarrado a la intemperie con la puerta abierta, después vienes aquí y te da descargas eléctricas… ¿Qué más tiene que pasar para que desistas de ella
—Desistiré cuando ella tenga un anillo en su dedo anular que la proclame como mía, cuando llevé en su vientre a mi hijo. Cuando todo eso suceda dejaré de intentar acercarme a ella.
—Estás loco.
—Pero por ella.
Después de que besé a Jenna solo pienso en ella, vivo por ella.
—¿Qué fue lo que ella te dio para que estes tan idiotizado con ella?
—Un beso… bueno técnicamente yo fui quién la beso, pero diremos que fue ella para recuperar por lo menos un poco de mi fama.
—Estas loco, Alessandro.
—Tú deberías volverte loco y raptar a tu dulce damita antes de que otro te la gane.
Ante esas palabras Mael soltó un suspiro cansado.
—Me ire y desde ya te advierto que no acudiré a tu funeral cuando Jenna te mande la segundo cielo.
—Cuando logré endulzar a la vaquera, te llamaré para que me ayudes a secuestrarla, pero en esta ocasión quiero ir a lo extremo, quiero que me ayudes a llevar a Jenna a la casa que tiene el tío Mail en el lago.
—Te estas buscando la muerte Alessandro.
—El que no se arriesga no gana.
Después de decir esas palabras extendí mi mano hacia la mesa de noche y de allí tomé el vaso de limonada que unas de las chicas me había traído.
Antes de que Mael pudiera alegar algo, la puerta de la habitación se abrió dejándonos ver a una Jenna bastante enojada.
—Por lo visto ya te puedes largar de aquí.
—Eso no fue lo que dijo tu madre, querida Jenna.
—El querida mételo por donde no te da el sol, Salvatierra.
Sonreí.
Tal dulce como la recordaba.
—Lo tomaré en cuenta cuando me este duchando. -acote.
Como era de esperar Jenna rodó sus ojos y se dirigió al cuarto de baño, donde la escuche colocarle seguro a la puerta.
—Suerte en la locura que estas haciendo, Alessandro.
—La suerte está de mi lado, Mael.
—No creo que la suerte este de tu lado primo. Porque si tuvieras suerte Jenna estaría cuidándote y no planearía irse de jerga con un tal Kail.
¿Qué? Oh, no. Eso sí que no.
—¿Cómo lo sabes?
—La escuché planear su figa con el chico.
—¿Y hasta ahora es que me lo dices?
Mael se encogió de hombros.
—Ahora fue que recordé.
Tras escuchar esas palabras me levanté de la cama de un salto.
—¿Qué harás?
—Jenna no saldrá con ese fulano, y si quiere hacerlo primero tendrá que pasar por encima de mi.
—Suerte con ello, primo.
Mael golpeo mi hombro.
—Gracias, pero no la necesito.
Mael me brindo una mirada, la cuál denotaba lástima.
—Ve tranquilo Cupido, porque yo estaré bien.
—No me jodas.
—Ve tranquilo y por la sombrita, Mael.
—Jodete.
Después de acotar esa palabra mi primo caminó hacia la puerta y sin mirar hacia atrás salió de l habitación dejándome a solas.
Me acerqué a la puerta del baño y para mi mala suerte comprobé que se encontraba cerrada. Así que me tocó esperar a que Jenna saliera del cuarto de baño, cuando eso sucedió, la vaquera salió en toalla y me brindo una mirada fulminante.
—¿Qué haces aquí?
—Esperandote.
Jenna intento pasar de mí, pero yo la detuve al tomar posesión de uno de sus brazos.
—¿Qué deseas Salvatierra?
—Dime Alessandro, Sandro, cariño o amor. Pero no me llames Salvatierra.
—¿Cariño? ¿Amor? Estás loco. Ni en tus más hermosos sueños te llamaré de esa forma, Salvatierra.