La profecía del amor.

Capítulo 11.

Jenna.

Si veo a Alessandro merodean a mi alrededor, juro por lo más sagrado que tengo que lo cuelgo de las bolas.

—Jenna, deberías tomar las cosas con calma. -espetó Kail y ante esas palabras yo le di una mirada fulminante. —Hey, no te desquites conmigo.

—Entonces deja de estar abogando por ese idiota.

—Si quieres puedo hablar con Sherri, para que te devuelvan la campaña.

—Muchas gracias, pero no. No quiero que te involucres más de lo que ya estas con ella.

Kail aparto sus ojos de los mios por un momento.

—Lo de Sherri y lo mío nunca iba a marchar bien.

—El que no se arriesga no gana, Kail. Puede ser que ella tenga una actitud de diva. Y que eso te enerva la sangre, pero debés entender que si la quieres tanto como dices, tienes que aceptarla tal y como es. No intentar cambiarla.

—Le dire a Alessandro que te moleste de vez en cuando, porque das los mejores consejos cuando estás prendida como tizón.

—Muy gracioso.

Tras decir esas palabras desendi del vehículo, y nada más fue colocar mis pies en el pasto, para acercarse mi hermano con cara de pocos amigos.

—¿Ahora qué Jason?

—Mamá te va a matar por desobedecer y papá como siempre está apaciguado a mano negra para que no te mate.

—Me escape por necesidad, no porque quiera.

Jason enarco una de sus cejas.

—¿De cuándo a donde escaparte con Kail es una necesidad?

—Es una necesidad cuando iba a tratar de postularme como jefa de la campaña que se realizará en estos días.

—¿De cuándo a donde te interesan los cultivos?

—Desde ahora. ¿No lo sabías? -tras esas palabras intente pasar de él, pero mi hermano se interpuso en mi camino. —¿Ahora qué?

Jason desvío sus ojos hacia Kail, y por un momento sonrió.

—Alessandro sufrió un esguince.

—¿Y a mi eso qué?

—Deberias sentir remordimiento porque el deseado fue detrás de tí, porque estaba celoso.

—No me molestes.

—Tenerlo aquí es peor para tí. Yo se porque te lo digo…

Después de escuchar esas palabras y hacer como que no las escuché, la camioneta de Mael se aparco al lado de nosotros.

Genial.

—Mamá te designó como la enfermera de Alessandro, hasta que se recupere. Día, tarde y noche estarás con él, y no hay pero que valga.

—No seré la enfermera de ese idiota.

—Jenna, no estás en posición de revelarte.

—No me jodas.

Pase de él y cuando llevaba un par de metros recorridos mamá se interpuso en mi camino.

—Jenna Anastasia, ¿Me puedes explicar por qué desobedeciste?

—Madre, no fue por gusto que lo hici, lo hice por necesidad.

—Haber iluminame.

—Queria la campaña que harán.

—¿La de los cultivos? -asentí. —Ah, bueno. Eso es algo necesario, pero tenías que hablar conmigo, Jenna. Recuerda que estás castigada.

Rodé mis ojos.

—No debería estar castiga madre, más bien debieron premiarme por defender nuestro hogar con uñas y dientes.

—Si como no.

Mamá apartó sus ojos de los mismo para mirar hacia atrás.

—Alessandro si no se mata, se lastima.

—No me hables de ese idiota.

Al escuchar esas palabras mamá volvió a colocar sus ojos en mí. —¿Ahora qué hizo?

—Metio sus narices donde no debía y por ello las chicas me descartaron para ser la jefa de la campaña..

Mamá abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo, escúchanos la voz de Mael y los quejidos del idiota.

—¡Qué me duele…! -lloriqueo Alessandro.

—Te jodes, Alessandro. -espetó Mael para después tomarlo entre sus brazos como si se tratará de una princesa.

Ahora si que puedo decir que he visto a Alessandro en todas sus facetas.

¡Por Dios!

—Por escaparate tendrás que cuidarlo, Jenna.

—Ver para creer, ese idiota me jode la vida y yo tengo que convertirme en su guardiana personal.

—Se de tu amor por Alessandro, Jenna. Lo supe desde que ambos estaban pequeños.

—Por favor, no me lo recuerdes.

—¿Qué paso para que se distanciaran?

—Vi la faceta de Alessandro que me negaban a ver.

—El deseado. -susurró mamá.

—Sí.

Nuestra conversación quedó en segundo plano cuándo los gritos de Alessandro se hicieron más fuertes.

Coloque mis ojos en los primos Salvatierra y no dude en sonreír, la ver a Mael caminar exasperado mientras que Alessandro se removía entre sus brazos. Para adornar la situación, Mael, piso en falso y eso fue crucial para los siguientes segundos porque más rápido de lo que canta un gallo, Mael y Alessandro Salvatierra, cayeron al suelo. Su caída fue épica, digna de ser una buena venganza.




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