Alessandro.
Ahora ya se lo que se siente ser secuestrado, pero lo más increíble del caso es que quien me secuestro fue nada más y nada menos que Elaris. La loca del lago.
Me removí incómodo porque la loca me tenía amordazado, las dos manos encadenadas y ambos pies amarados con uan cuerda.
Aquí aplica la frase, feo para la foto y peor para el vídeo.
—Alessandro, mi amor.
Rodé mis ojos y aparte mis ojos de ella.
—Tengo buenas noticias, querido. -segui sin mirarla. —Se trata de tu querida, Jenna.
Si ella la tocó, que busqué a dónde enterrarse porque en cuanto logré quitarme estas cadenas ire por ella y no descansaré hasta verla donde mereces estar, en el psiquiátrico, rodeada de personas de misma extirpe.
Muy a mi pesar coloque mis ojos en ella.
—Ahora si te interesa, verdad. -la loca se acercó a mí y empezó a olfatear mi cuello. —Estas riquísimo y hueles riquísimo, Alessandro.
Asco.
Alguien que me libre de esta loca, porque no aguantaré estar cerca de ella sin vomitar.
—Soñe con tenerte, saborearte, acariciar tu piel y perderme en tus hermosos ojos. Ahora que te tengo estoy en la misma gloria Alessandro. -la enajenada empezó a dejar un recorrido de besos desde mi cuello hasta mi pecho.
En este momento me odio, me odio por permitirme caer en las garras de está demente. Todo por pensar en que podía meter a mister Alessandro en cualquier cueva.
—Te tengo, Alessandro. Eres mío.
Juro por lo más sagrado que tengo que en cuanto pueda me dare un larguísimo baño con lo primero que encuentre, pero de que me quito sus asquerosos besos, me los quito.
Elaris sonrió al verme fulminadola.
—Estoy segura de que si fuese la estúpida de Jenna, dejabas que te lamiera hasta las bolas, pero como soy ella, te muestras renuente a que te toque o bese… pero eso va a cambiar, porque la loca ya está fuera del juego.
Me removí incómodo.
No.
¡Qué no toque a Jenna porque conocerá mi peor versión!
—Puedes creer que la muy loca se atrevió a atacarme en público… esa mujer es una verdadera salvaje, me tomó por el cabello, me arrastró por casi todo el lugar y no conforme intento acabar con la vida de nuestro bebé.
¿Qué? Este es el punto de la locura. Porque ni que le hubiese hecho un bebé por telepatía.
Prefiero andar sin miembro que meterlo en la cueva de está loca.
—Lo bueno es que está en la cárcel y de allí no saldrá en un buen tiempo. -Elaris sonrió tras decir esas palabras. —Si le hubiese visto la cara, de seguro te habría dado pena.
La loca se sentó en mis piernas, empezó a restregarse contra mi amigo.
—Ahora tendremos paso libre para ser felices Alessandro. Tú, nuestro hijo y yo.
Tras esas palabras Elaris sonrió como si no hubiese mañana.
Si hubiera una plaza en el circo para una enajenada, Elaris tendría el protagónico, porque para loca, ella es una loca trecientos sesenta. De vuelta completa.
—Deberiamos celebrar que nos deshicimos de ella, Alessandro.
Este es el momento en que tumban la puerta y me rescatan…
Dirigí mis ojos hacia la puerta, esperando que la puerta cayera y me libraran de esta loca, pero eso no sucedió. Lo que si paso, es que Elaris me quito la mordaza.
Tengo que trabajar con inteligencia, hacerle creer que me tiene entre sus manos.
—Elaris.
—¿Dime, amor?
En este momento me odie por seguirle la corriente, pero ¿Qué más puedo hacer cuando me encuentro solo y desarmado en el campo de batalla?
—Me quedaré contigo.
No hay mejor papel que el de víctima.
—¿De verdad? -pregunto esperanzada.
—Sí. -ante ese monosílabo el rostro de Elaris se iluminó. —Pero para ello tienes que dejarme en libertad.
—Si, claro. Puedo ser campesina, pero no tonta Alessandro. Tú lo que quieres es que te deje en libertad para irte con esa mosca muerta.
Y yo que pensaba que esto sería fácil, pero la loca resulto no estar tan loca como todos pensábamos.
—Elaris…
—No Alessandro, no te soltaré para que nos dejes por ella. Si tengo que tenerte amarrado de por vida lo haré, pero tú te quedaras conmigo.
Adiós a mi oportunidad de escapar por mi propia cuanta.
Ahora me queda esperar a que alguien note mi ausencia y venga a por mí. Porque lastimosamente no tengo plan b.
—Quiero que me hagas tu mujer, Alessandro. Quiero que termines lo que no pudiste acabar aquel día en el lago.
—Me encantaría, pero tengo un problema…
—¿Cuál?
—No levanto.
Elaris entrecerró sus ojos.