La profecía del amor.

Capítulo 8.

Ángel.

—Eara…

—Si vas a hacer cochinas. Te pido de favor que no sea en este lugar, Ángel.

—Eso no es mío.

Ante esas palabras Eara enarcó una de sus cejas.

—Si no es tuyo, ¿entonces qué quién es? Déjame adivinar… En este hogar dolo vivimos tú, Batman y yo. Así que, si no es tuyo, obligatoriamente tiene que ser de uno nosotros. -tras decir esas palabras Eara coloco sus ojos en la diminuta tanga. —Mio te aseguro que no es… así que solo queda un sospechoso.

Los iris del tormento se colocaron en Batman, y este no dudo en ladear la cabeza.

—De seguro fue Batman quien trajo a casa a una canina para pasárselo a lo lindo, ¿verdad?

El perro como si supieras que están embarrándolo del lodo, ladró dos veces seguidas.

Eso se llama ser un perro abogado.

Porque si no se defiende, fácilmente le echan la culpa de algo que no tiene la culpa.

—No sabía que las caninas usaban tanga. Batman. Te tenías muy bien guardado tus fetiches perristicos. -inquirí con humor.

Y ante eso Batman volvió a ladrar.

—Esto es el colmo. Ángel Salvatierra.

—¿Ahora que hice?

—¿No te parece poco culpar a un perro, de tus actos?

—Eso no es mío. Eara. Ya te lo dije.

—Entonces entro la divina providencia a este lugar y la dejo debajo de tu almohada.

—¿Estás celosa?

Las mejillas de Eara se encendieron.

—¿Por qué tendría que estar celosa?

—No sé, dímelo tu.

Empecé a acercarme a ella, y como era de esperar Eara empezó a retroceder.

—Salvatierra, deja de acercarte a mí y dime de una vez por todas el nombre de la chica con la que estas saliendo.

—¿Estás segura de que querer saber el nombre de la chica que amo?

—Sí.

—¿Para qué quieres saberlo?

—¿Cómo qué para qué? La pregunta ofende, Salvatierra. Primero le diré un par de cosas, la amenazare con dejarla calva si te hace algo y para concluir me convertiré en su amiga.

—¿Lo harás como amiga?

—¿Si no es como amiga, bajo que términos quieres que lo haga?

Como una novia celosa.

Ese es el término con el que deseo que lo hagas.

—Ahora habla, Salvatierra.

Me detuve hasta de llegar a ella.

—No.

Los ojos de Eara se abrieron como platos, pero antes de que pudiese darme una sarta de palabras, la puerta fue tocada con desesperación.

—Esta noche no te salvas de mí, Ángel Salvatierra.

Esta noche no estaré aquí, Eara.

El tormento dejo la tanga caer al suelo y posteriormente se dirigió hacia la puerta, la abrió y frunció su entrecejo al ver a Xiomara.

—Xiomara, no serás tú la mujer con la que Ángel…

—¿Eh? No me metas en sus problemas.

—Xiomara, adelante. -la invite a pasar. —¿Qué te trae aquí a esta hora de la noche?

—Tengo una noticia importante, para Eara.

—La noticia ha de ser una bomba porque nada justifica que hayas venido a esta hora de la noche, Xiomara.

—Mañana Franchesco Serrano ira a ver la obra.

—¡Oh…!

—Escuche que él está buscando a una joven promesa de la actuación para darle un papel principal en su nueva película. Está es tu oportunidad, Eara.

Eara soltó un gran grito de felicidad y no dudo ni por un momento en lanzarse a los brazos de Xiomara.

Sonreí al verla rebosante de alegría, y en ese momento supe valió la pena todo lo que tuve que hacer para que Franchesco Serrano fuera a verla mañana.

Mi teléfono vibro en mis pantalones anunciado la llegada de un mensaje.

Lo saqué de mi bolsillo y al leer el mensaje sonreí.

Franchesco Serrano le encantó tu pintura, Salvatierra.

Si Eara leyera este mensaje mal interpretaría todo, porque le puede pasar por la cabeza que soborne a Franchesco Serrano, para que la incluyera a como dé lugar en su nuevo proyecto.

Te veo en quince, en la cafetería de siempre. Teclee con rapidez y tras enviar mensajes borre el chat.

Guarde le teléfono en mi bolsillo y varios segundos después Eara se lanzó a mis brazos.

—Estoy a punto de lograrlo. Ángel.

—Lo vas a lograr, Eara.

Mi dulce niña sonrió entre lágrimas.

—Gracias por estar conmigo, Ángel. Gracias por ser mi ángel de la guarda.

—Una vez te prometí que estaría en todos los momentos de tu vida y lo voy a cumplir, Eara. Lo voy a cumplir.




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