La profecía del amor.

Capítulo 10.

Ángel.

Dos semanas después.

Lastimosamente han pasado varias semanas desde el día que Eara se enteró de mi supuesto soborno. He de decir que no la he pasado bien. Porque el dulcecito en cuestión me ha ignorado todo este tiempo, y es tanto su enojo que hace todo lo posible por no verme.

Estoy que me llevaba quién me trajo. Porque mientras más largas le des al asunto, peor será.

—Salvatore.

—Eara.

—El Francesco Serrano nos quiere como protagonista de su nuevo proyecto.

—No aceptaré.

—¿Por qué? Está es una gena oportunidad para que tu carrera toque el cielo.

—No voy a participar, Eara.

El tormento me miro con ojos inquisitivos.

—Sabes, yo estuve a punto de rechazar la oferta de Franchesco...

—¿Por qué ibas a hacerlo?

—Porque estaba enojada con mi mejor amigo.

Lo importante aquí y lo que hay que recalcar es que ella utilizo la palabra estaba, de pasado. Así que puedo estar tranquilo, porque mi dulce niña ya no está enojada conmigo.

—¿Ya no estás enojada con él? -pregunte solo para confirmar lo que ya sabía.

—No, pero tampoco sé cómo acercarme nuevamente a él. -soltó un bufido. —¿Qué harías para acércate a un amigo con el que te enojaste?

—Piensa en algo que a él le guste y tómalo de excusa para acercarte.

—Tomare tu consejo. -después de decir esas palabras Eara sonrió. —Además de actor, te quedaría excelente ser consejo.

—Tomare en cuenta tu consejo. Porque nadie sabe si algún día de esto te ofrezco una consulta gratuita.

—Monta un local, porque con todos los primos de mente cerrada que tengo, te harías millonario.

Sonreí.

Eara es única.

—¿Qué harás después de esto?

—Nada.

—¿Nada? Una promesa de la actuación como no tú, no puede decir que no hará nada después de terminar esta obra de teatro. ¿Qué te pasa, Salvatore?

Pasa que quiero desfrutar de tenerte a mi lado sin que nada turbe mi mente.

—Mi sueño no es ser actor.

—Si ser actor no es tu sueño, ¿entonces cuál es tu sueño?

Mi mayor sueño es tenerte entre mis brazos. Besarte, despertar todas las mañanas a tu lado y decirte todos los días que te amo. Con eso sueño todas las noches.

—No te lo puedo decir. No todavía.

Eara abrió la boca para hablar, pero antes de que las palabras salieran de sus labios Xiomara se acercó a nosotros.

—Es hora, chicos. Denlo todo en esta última función.

Tanto Eara como yo asentimos, y ella fue la primera en caminar hacia la salida.

—Ángel.

—Se lo voy a decir, Eara. Te lo prometo.

—Díselo, antes de que Eara te apliqué la ley del hielo por tiempo indefinido.

—¿Tienes todo listo?

Xiomara sonrió.

—Sí, mi Romeo. Todo listo para tu declaración.

—Deséame suerte.

—Suerte, porque es seguro que la vas a necesitar.

Asentí.

Llego el momento de enfrentar a Eara. Llegó el día de decirle la verdad.

Tomé aire antes de salir del camerino.

—Tú puedes Ángel. Tú puedes.

Salí del lugar y una vez afuera empecé a caminar hacia el escenario.

Llego la hora.

Una vez terminada la función, le ofrecí un ramo de flores a Eara.

—Gran función.

—Eara, tengo que decirte algo.

—Yo también, Ángel.

Los ojos de Eara brillaron y sus labios se entreabrieron.

En este momento deseo mandar todo al carajo, y besarla hasta que nuestros pulmones gritaran, no más.

Para subirle un punto más al deseo de besar sus labios, Eara se relamió su labio inferior.

Y eso para mí fue dinamita, el deseo de besarla fue tanto que me olvidé de que estaba en público.

Me acerqué a ella, y antes de que pudiera reaccionar, la besé.

En esta ocasión el beso no fue brusco, fue delicado, cargado de todo el amor que siento por ella.

Si pudiera elegir un beso para ser el representante de todo lo que siento por ella, este sería el beso.

—¡EARA...!

A pesar de estar obnubilado por el momento, escuché la voz de tío Martín, y eso fue suficiente para que me apartará de Eara como si quemara.

Estoy jodido.

El dulce tormento abrió sus ojos como platos.

—Lo acabas de joder todo, Salvatore.




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