Ángel.
—Desde ese día, no he tenido paz Ángel.
— Te prometí que iba a cuidarla, y no lo cumplí.
—No es por ello que no tengo paz, Ángel.
—Si es por golpearme… -Martín alzó una de sus manos, logrando que me detuviera.
—Siempre fuiste tú, Ángel. En el fondo sabía que serías tú, solo que evite ver la verdad, por miedo a perder a Eara.
—Hiciste lo que un padre haría en tu situación, Martín.
—No. No hice lo que un padre haría en mi situación. Ángel. No hice lo que tenía que hacer y ahora estoy pagando las consecuencias…
Los ojos de Martín se cristalizaron.
—Tío…
—Ese día debí interceder por ti, hijo. Debí unirlos, no separarlos. -se lamentó.
—De todas formas, no habrías podido hacer nada porque le mentí, tío. Porque el daño ya estabas hecho.
—Lo vi en sus ojos Ángel, vi su tristeza, pero también su amor. Eara…
—Tío, es mejor que no lo digas.
—Eara te quiere Ángel.
Esa confesión fue como si me clavarán un cuchillo en el corazón.
—Como su mejor amigo, tío. No confundas las cosas.
—No, hijo. Eara te quiero como hombre.
—Si me quería o no. Ya está en el pasado, tío. Porque es cuestión de días para que contraiga matrimonio.
—Ángel…
—Por lo que escuché Eara también se va a casar. -ante esas palabras Martín negó. —Me alegro por ello, porque si ella es feliz yo soy feliz.
—Ángel…
—Acepto tu disculpa, tío.
—Ángel Salvatierra, no me hagas esto.
—Por lo visto nuestro destino no es estar juntos, tío Martín.
Martín negó en repetidas ocasiones.
—Tú la quieres, Ángel.
—Sí, pero también quiero su felicidad.
—¡Dios, este es mi castigo por ser un puente entre ellos…! Me maldigo, mil veces maldito.
—Tío.
—Tu eres el único hombre al que puedo entregarle a mi niña, solo a ti, Ángel. A nadie más.
—No, tío. Ya no soy ese hombre.
Ante esas palabras Martín empezó a llorar.
—Ahora… ahora como viviré con la culpa. -dijo entre sollozos.
—Te liberó de toda culpa, tío. No sientas más remordimiento.
Martín pasó de mis palabras y din verlo venir colocó sus rodillas en el suelo y extendió sus brazos al cielo.
—Perdón.
—Martín…
—Le prometí que siempre sería feliz…
—Ella es feliz, Martín.
—No. Yo conozco a mi niña, ella no es feliz Ángel. Después de que te marchaste de su lado Eara no ha sido feliz. Eras un ángel en su vida, hijo.
Abrí mi boca para hablar. Pero antes de que pudiera hacerlo mamá se acercó a toda prisa a Martín y lo golpeó con una sartén en la cabeza.
El golpe fue tan fuerte que logró que Martín cayera al suelo totalmente inconveniente.
—Mamá.
—El fin justifica los medios. Ese idiota te golpeo hace tres años y desde entonces ha estado huyendo de mi furia.
—¿Te has vuelto loca Alexandra?
—Tú y yo hablaremos más tarde en casa. Alexander Salvatierra.
Después de emitir esa sentencia, mamá empezó s caminar a toda prisa.
—El sermón que me espera es grande.
—Te doy mis condolencias, papá.
Mi padre hizo una mueca antes de extender sus manos al cielo.
—¡Pa' que me case…!
Después de gritar esas palabras, el sartén de mamá golpeo la cabeza de mi padre. Adormeciéndolo al instante.
—¡MAMÁ…!
—¡NO REPLIQUES SI NO QUIERES SUFRIR LAS MISMAS CONSECUENCIAS, ÁNGEL…!
—¡DEJALO PARA DESPUÉS PORQUE ALGUIEN TIENE QUE CONDUCIR…!
—No te salvarás de mi furia con facilidad, Ángel. Tu sartenazo va, porque va.
Guarde silencio porque estoy seguro de que, si me atrevo a decir algo, yo seré el próximo en estar tendido contra la are. Así que es mejor hacer lo que hacen las tortugas, deslizarse con cuidado por la arena hasta llegar al mar. Porque si flaqueó, la luz se corta y me quedo viendo patos en el aire.
(***)
Después de que papá y Martín recobrarán la conciencia me dirigí a casa. Pero no me dispuse a entrar porque mamá estaba al asecho, así que me quedé en el jardín. Con una cerveza en la mano, porque no había nada mejor que ahogar un poco las penas en alcohol.
—Ángelito ¿qué me dices se ti?
—Eara se va a casar.
—Ángel.
—Sabes, ella siempre deseo estar al lado de un buen hombre, ahora sus sueños se cumplieron, es talentosa y se va a casar con el hombre que ama.