Eara.
Xiomara me guío por el pasillo y cuando estuvimos al frente del lugar, me dio varias palmadas en la espalda.
—Te dejo para que veas todo por si sola.
—Gracias.
—No tienes que agradecer, Eara.
Asentí. Y tras la puerta cerrarse me acerqué a la mesa.
Lo primero que mis ojos divisaron fue un estuche. Lo tome entre mis manos y saqué valor de donde no lo tenia para abrirlo. Al ver el contenido, las lágrimas que estaba conteniendo salieron de mis ojos.
Un corazón de arcilla con el nombre de Ángel tallado.
Esa noche él me entregaría su corazón. Ángel me iba a declararme su amor, y yo desaproche la oportunidad. No lo deje hablar y puse el mar de distancia entre nosotros.
Acaricié el objeto. —Ángel, perdoname. Perdón por no ver tu amor, por ser ciega ante tu fervientemente amor.
Me lleve el corazón de arcilla al pecho, y gruesas lágrimas empezaron a descender de mis ojos.
—Fui ciega, ante ti, Ángel.
Aún abrazando el corazón de arcilla, repasé la habitación y me encontré con una pintura de nosotros. Lo que esta pintura tiene de importante es que no es una simple pintura de dos personas, es mucho más que eso.
—Mi ángel. -susurré entre lágrimas.
La pintura en el costado izquierdo tenía escrita una frase: Como un ángel de las mil batallas, te cuidaré.
—Protegeme, Ángel. Protégeme como siempre lo has hecho.
Tras decir esas palabras caí de rodillas al suelo, porque mi afección es tan grande que no me permitía seguir sobre mis pies.
Fui una estúpida, por no escucharlo. Perdí al tratar de encontrarme, y ahora estoy condenada a vivir sin mi ángel.
Abracé con más fuerza el corazón de arcilla y un fuerte grito salió de mi garganta.
—¡ÁNGEL…!
Las lágrimas no serían suficientes para expirar la culpa que siento por alejar a Ángel de mi lado.
Sentí unos brazos rodearme, y la esperanza de que Ángel sea la persona que me esta abrazando, creció en mi. Pero al girar mi cabeza sentí mi pecho arder porque no se trataba de él.
—Hija.
—P-Papá.
—Perdoname.
Negue.
Mi padre me envolvió entre sus brazos.
—Tenia miedo de que te apartas de mi lado. Por ello me negaba a que ustedes estuvieran juntos, porque con solo verlos supe que ambos eran su otra mitad.
—Lo quiero, papá. Quiero a Ángel.
—En ese entonces lo vi en tus ojos, hija. Por ello me empeñé en que no podían estar juntos.
¿Por qué todo el mundo se dio cuenta de lo que Ángel sentía por mi, menos yo? ¿Por qué me deje cegar?
—Lo perdí, papá. Perdí no solo a mi mejor amigo, perdí al hombre que amo.
—Mientras hay fe, hay esperanza. Todavía estás a tiempo de correr por él, Eara.
—¿No sé donde está?
—Esta en casa de sus padres, pero no se quedará mucho tiempo, Eara. -mi corazón empezó a latir con fuerza. —Ángel no es el chico que todos conocemos, él ahora es un conde. Salvatierra, es hijo biológico del conde Alexander Algart y la princesa, Constance De Betford. Por sus venas corre sangre real. Ángel ya no es el hombre común y corriente que todos conocemos.
Coloque mis ojos llorosos en los de mi padre.
—Hay algo más, ¿verdad?
—Eara… Ángel se va a casar. Me dijo que tiene una prometida.
Esa confesión fue un golpe duro para mi corazón, pero decidí que no me iba a dejar amendrentar.
—Ángel no se puede casar, papá.
—Esta en todo su derecho de hacerlo, Eara. No se lo puedes prohibir.
—Claro que puedo, padre.
Mi padre entrecerró sus ojos.
—¿Hay algo que deba saber?
¿Qué pasaría si le digo que Ángel y yo… pues llegamos casi a hacerlo? No mejor no.
Aquí la única mujer de Ángel Salvatierra seré yo.
Suena egoísta, pero decidí que me jugaría la piel por recuperar a mi ángel de la guarda.
—No, papá. No hay nada más que debas saber.
Mi padre hizo una mueca.
—¿Qué pasará con tu nueva película?
—No me sirve de nada estar en al gloria, si no lo tengo a él a mi lado, papá.
—Haces bien, hija. -papá seco mis lágrimas. —Ah… otra cosa, Ángel piensa que estás comprometida para casarte. Intenta resolver ese mal entendido antes de que no lo puedas detener.
En su momento pensé que solo eran especulaciones, pero ahora sé, que Christian Casas tiene algo que ver con la expansión de ese rumor.
—Lo haré, papá. Deja todo en mis manos.
—Levantate del suelo y ve a por el amor de Ángel Salvatierra Kemers, o mejor dicho, Ángel Algart De Betford, tu conde.