Eara.
—¡CLERE, ¿QUIÉN ES?!
Los ojos inquisitivos de la chica me escanearon.
—¿Quién eres?
Abrí la boca para responder, pero antes de que pudiera Alexandra Kemers Salvatierra se colocó al lado de la chica.
—Eara…
—Tía Alexandra.
—¿Esperen un momento ella es la tal Eara que todos mencionan? -inquirió la chica sin poder creerlo.
—Clere.
—¡Voy a matar a Ángel…! Lo cortaré en pedazos por no decirme lo hermosa que es.
—Clere, hija. Deja tu lado sanguinario de lado.
—Matate a ese conde, en cuanto coloque mis ojos en él. -la chica pasó de tía Alexandra para colocar sus ojos en mi. —Eara, mucho gusto. Soy Clere Algart De Betford, la hermana de Ángel.
¿Su hermana?
¡Trágame tierra…!
La tal Clere extendió una de sus manos hacia mi. Y yo para no desairarla, la acune entre la mia.
—Tengo algo que proponerte, Eara.
—Clere… por favor. -advirtio tía Alex.
—Alexandra, si ella acepta todos ganaremos. Ángel, ella y yo.
—¿Qué quieres proponerme?
—¿Te interesaría ir a darle pelea a cierta mujercita con la que mi hermano quiere casarse?
—Clere, ¿qué parte de que está comprometida para casarte no has entendido?.
—¿Quién ha dicho que me voy a casar, tía Alex?
—¿No te vas a casar?
—Con el único hombre con el que puedo casarme no me lo ha propuesto y encima tiene una prometida.
—Eara… -espetó Alexandra.
—Sí, tía. El único hombre que quiero llamar esposo es a Ángel Salvatierra Kemers, el conde.
Clere abrió sus ojos como platos y no dudo en soltar un fuerte grito.
—¡Sí…!
—Eara, hija. Ángel ya no es el mismo de antes.
—Lo sé, porque yo lo lleve a eso. Quisiera hablar con él, tía Alex.
—Ángel no está aquí, Eara. Se fue a la corte. -agrego Clere. —No te agüites, Eara. Porque bien puedes ir conmigo al condado y esperarlo allá.
La idea no me desagrada del todo, pero no se si tenga el valor de ir a su dominio aún sabiendo que no lo deje explicarse hace tres años atrás.
—Si él cambio como dicen, ¿creen que le agradaría verme en el condado?
Tía Alexandra se abrió paso, se colocó al frente de mi y tomó mi mano entre las de ella.
—El Ángel que ambas conocemos nunca morira, hija. Ese ángel que te protegía y secundaba en todas tus ideas locas, sigue vivo. Solo que esta dolido por todo lo que ha pasado. -mis ojos se humedecieron. —Sé que mi ángel te quiere, Eara. Sé que por más que intente parecer distante, tú estás en su mente día y noche porque te has tatuado en su piel, y ese amor es un tatuaje que no se borra. Ángel Salvatierra Kemers, o Ángel Algart De Betford —como quieras llamarlo.— te ama con todo su corazón porque la profecía del amor lo sobrecogió a tal grado que solo tiene ojos para ti. No se si es una bendición o maldición, pero lo que sí se es que por más que el hilo rojo del amor se estire entre ustedes, nada podrá destruirlo, porque están unidos, unidos por la profecía del amor y el hilo rojo del destino. Así que, ve por él antes de que otra quiera tocar tu futura carne, Eara. -Alexandra me brindo una sonrisa.
—Gracias por tus palabras tía.
—Siempre que quieras consejos de amor, o de tortura, estoy disponible las veinticuatro horas los siete días de la semana.
Clere hizo una mueca de asco. —El amor apesta, así que prefiero consejos de tortura.
—Cuando venga ese hombre por su Diamante Rosa, tendrás que ceder sí o sí, Clere.
La hermana de Ángel ardió en coraje después de escuchar esas palabras. —Nunca, ese collar es mío, solo mío y de nadie más. Si ese hombre se atreve a intentar quitármelo se irá con las manos vacías, porque no estoy dispuesta a dárselo.
Después de decir esas palabras, Clere giro sobre sus pies e ingreso a la mansión echando pestes por esa boca.
Al ver la escena tía Alexandra sonrió.
—Ve a por tu ángel, Eara. Y no vuelvas sin que mi hijo te coloque un anillo en tu dedo, porque te enfrentarás a la consecuencia.
—Tía, hablando de consecuencias. ¿Puedes perdonar a mi padre?
—Hace mucho tiempo hice las pases con él, y el muy idiota desaprovecho la importunidad al golpear a mi ángel.
Papá está feo para la foto y peor para el vídeo.
—Tía…
—De la única forma en que puedo perdonar al idiota de tu padre es que me traigas un nieto.
—Eso no es justo, tía…
—Si quieres que lo perdone, traeme un nieto, Eara. Sin nieto no hay perdón, señorita.
Por un momento olvide que la tía Alexandra es una manipuladora nivel cien mil.