La profecía del amor.

Capítulo 18.

Ángel.

Después de tres años la vuelvo a ver, y para mi mala suerte, los sentimientos que siento por ella están a flor de piel, tanto que fui intimado a acercarme a ella y acunarla entre mis brazos.

Eara sigue siendo la hermosa chica, de la que estaba enamorada.

¿Estaba?

A quién quiero engañar…

Tres años no han sido suficientes para arrancarme del pecho lo que siento por ella.

Observé a Ciro galopar con una fuerza impetuosa, y llevaba a Eara encima de el.

—Ángel, ¿qué harás con dos candidatas al puesto de condesa?

—No lo sé Clere.

Tras emitir está respuesta, las palabras que me dijo Eara vinieron a recuerdo, y me resultó imposible contener mi satisfacción.

“No haré nada, Ángel. Solo le dire que no puede tener todo lo que se quiere en esta vida. Y también le advertiré que tu eres mio. Aqui tu mujer sere yo, nadie más que yo. Que te quede bien claro porque odio compartir lo que es mío. Si no haces nada para sacarla lo haré yo. Ángel Salvatierra Kemers.”

Prepárate para tener dos futuras condesas porque yo no voy a renunciar a ti. Hace tres años no te deje explicarme tus motivos y he aquí mi gran error, pero no por eso dejaré el campo de batalla sin echar el pleito. Nos vemos en nuestro futura casa, mi amor. Y más te vale que la eches porque tu eres solo mio y no comparto lo que es mio con cualquiera.”

—Eara, está más loca que una cabra.

—No le des cuerda, porque terminara deleitándote con una función ancestral.

—¿La crees capaz de golpear, morder e incluso en el peor de lo casos arrastrar a alguien?

—Eara, es capaz de hacer eso y mucho más, Clere. Así que te pido de favor que no alimentes sus pensamientos retorgradas porque las llamas del infierno pueden azuzarse.

—Dale un anillo a una y a la otra una patada en el trasero.

Clere lo hace ver fácil, pero no es tan fácil como parece porque ya le di mi palabra al duque de Susex, para unirme en santo matrimonio con su hija.

—No fácil, Clere.

—Si quieres, yo la saco a patadas.

—No te atrevas a tocarla, Clere.

—Nadie me prohíbe nada. -Clere arrugó su entrecejo. Dándome a entender su disgusto. —Si quiero sacarla arrastrando de este lugar lo haré, Ángel. Y ni tu ni nadie me lo puede impedir.

Tras decir esas palabras Clere me giro en su caballo y este empezó a trotar.

—¡ES MEJOR QUE TE APRESURES, PORQUE EARA ESTÁ MÁS QUE DISPUESTA A TOMAR LAS ARMAS, QUERIDO…! -grito Clere y no me quedo más que secundarla.

—Eara, siempre está dispuesta a tomar las armas. -espeté para mi mismo.

Solté un suspiro cansado, porque anticipaba que la situación desde este momento sería la más incómoda y tensionaria.

—Luna, deseame suerte porque lo que viene para mi es fuerte.

Luna relincho.

—De no tener prometida ahora tengo dos, y para mi desgracia, una es más diferente que la otra.

Me subí en Luna y está empezó a trotar.

Con un lugar tan hermoso como este riachuelo, me aparece, quitarme la ropa y sumergirme en su refrescante agua.

Pero viendo la magnitud del problema en que me voy a ver envuelto, es mejor dar la cara antes de que Eara le saque los ojos a la hija del duque. Porque según ella, yo le pertenezco.

—Otro día disfrutaré del riachuelo, lo único que espero es que no sea muy tardado.

Después de cablagar con toda mi calma, llegué a la entrada de la mansión. Y pronto una discusión me sobrecogió.

—¡BATMAN NO ESTÁ EN VENTA…!

—¿Quién eres tu para negármelo?

Eara se plantó ante la duquesa con una gran sonrisa en los labios.

—La prometida del conde.

El rostro de el duque de Susex y de su hija, palideció.

—¡Mentirosa…! Por tal blasfemia mereces que te corten la lengua, extrajera. -el duque se coloco al frente de Eara y no dudo en adoptar una actitud de superioridad. —En otros tiempos te hubiesen ejecutado por decir tal agravado.

—No cometí ningún agravado… señor. Que le quede bien claro.

—No eres nadie para venir aquí a reclamar un puesto que nunca te va a pertenecer.

—Soy suficiente mujer para llevar el título de condesa, cenutrio.

—¿Me acabas de insultar, mocosa?

—Sí, así que más le vale que salga de estas limitaciones antes de que me de por sacar una escopeta y utilizarlo como blanco de balas.

Los ojos del duque se abrieron como platos.

Eara puede parecer que no mata ni una mosca, pero no es todo lo que parece porque es una mujer de armas tomar.

—Por si no lo sabes, el conde necesita de esta alianza para no perder el dominio de sus tierras.

—Pero que dadivoso salio el cenutrio… no será que quiere casar a su hija con Ángel para después fungir un lamentable accidente y así quedarse con las tierras de mi prometido.




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