La profecía del amor.

Capítulo 19.

Eara.

Tengo muy merecido que Ángel me ignoré, pero lo que no le voy a tolerar es que ponga a esa mujer por encima de mi.

—Eara. -Clere habló con voz apacible.

—Quiero una soga, un martillo y una rata. -dije sin mirarla.

—Se puede saber para que quieres, la soga y el martillo, porque la rata ya me imaginé para que la quieres.

—La soga para amarar a Ángel y el martillo para golpearlo si no la saca de aquí.

Clere sonrió.

—Señorita, Eara. Si gusta puedo ayudarle.

—¿Estarías dispuesto a dejar que secuestre a tu señor, Angus?

—El fin justifica los medios.

Escuchar esas palabras, me hicieron sonreír.

—Entonces manos a la obra.

—¿Lo secuestraremos ahora o en la fiesta?

—En la fiesta, porque quiero divertirme un rato y a la misma vez arruinarle el circo a esos payasos.

—Tengo el vestido perfecto para hacerte brillar más que esa.

—Háganoslo.

Clere, Angus y yo, asentimos.

Y tras varios segundos después escuchamos la voz de Ángel.

Me quedé emparamada mirándolo porque esta versión de Ángel me encanta.

Si cuando eramos uña y mugre Ángel era irresistible, ahora que es un conde es el doble de irresistible.

Me dan ganas de comérmelo a besos.

—Angus, prepara una habitación en el ala oeste de la mansión.

—Puedo preguntar, ¿quién ocupará la habitación?

Los ojos de Ángel se colocaron en los mios y me observo sin ningún reparo.

—La ocupara la invitada de mi hermana, la señorita Eara.

¿Qué? Está bien. Me lo merezco, pero Ángel se está pasando.

—Yo no iré a ninguna habitación del ala oeste. Porque ya me asignaron una y he de decir que estoy más que cómoda en ella.

—Esa es mi habitación.

—Nuestra, cariño.

Ángel se quedó estupefacto.

—Clere, ¿me acompañas a dar un paseo?

—¿A dónde quieres ir?

—Mateo, el capataz me dijo que me iba a enseñar algo sobre enlazar vacas.

Clere me guiño un ojo para después sonreír.

—¿No sera que enlazaste el corazón del vaquero y este busco un pretexto para acercarse a ti?

—No sé todo puede pasar.

Ángel se mantuvo sereno, pero se que por dentro está hirviendo.

Clere se acercó a mi, unió nuestros brazos, y empezó a caminar.

—Vamos a por ese vaquero, Eara.

—Angus, por favor encarguense de comprar las semillas que le pedí.

—Como usted ordene, señorita. -el Angus sonrió tras decir esas palabras, y yo le guiñé un ojo.

—Nos vemos luego querido, conde.

—Eara…

Ángel fue interrumpido por la cenutria y su padre.

—Querido…

Es mejor que me marche en este momento porque si no lo hago perderé la clase al rebajarme a golpear a esa… mujer, si así se le puede llamar.

—Batman, vamos mi amor.

Mi fiel amigo se colocó a la par de mi y me miró con ojos inquisitivos.

—Vamos a por diversión, Batman.

—Clere, quiero que…

—Mañana me pides lo que quieras, hermano. Porque ahora voy a acompañar a Eara a buscar el amor, ya que tú estás renuente a dárselo.

—Clere…

Antes de que ella pudiera contestar, la hija del duque se coloco a la par de Ángel y entrelazó su brazo con el de ella.

—Ángel, quiero que me muestres el que será nuestro nido de amor.

Si no fuese porque tengo un has bajo la manga, hace rato que le contaba un cuento, y lastimosamente para ella no iba a ser uno rosa y cliché, iba a ser uno tenebroso y lleno de violencia.

—Claro, te acompaño.

Ángel le dio una sonrisa y paso de nosotros por irse con esa… mujercita.

Me tragué el deseo de arrastrarla por todo el lugar, porque no puedo hacer otra cosa.

—Hey, Eara. No te dejes, de esa mosca muerta.

—¿Dejarme de esa? ¡Nunca…! Primero muerta que dejar que me pisotee. -espeté solo para que ella pudiese escucharme.

Le brinde una mirada fulminante a Ángel porque está más que claro que se está cobrando lo que le hice tres años años.

Ya sabía yo que Ángel Salvatierra, porque por muy angel que parezca, siempre tendrá un lado vengativo.

Cuando él estaba por ingresar a la mansión, giro sobre sus pies y dicto una orden: —Angus, encargarte de supervisar que todo este en orden, para la fiesta.




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