Tomé coraje y golpeé la puerta. Cuando ella la abrió, arrojé el bolso con los cuadernos de Strabons a sus pies.
—¿Qué hace aquí? ¿Qué es esto?— me preguntó, señalando el bolso. Su tono helado me hizo tragar saliva antes de contestar.
—Es lo que estaba en la caja.
—Ya veo— dijo ella con frialdad—. Me necesita para descifrar esto. Lo lamento, tendrá que arreglárselas solo. Esta vez no voy a volver para seguir siendo su títere, su mascota, con la que juega cuando tiene ganas y cuando se cansa la deja encerrada en su perrera. Se acabó.
Apoyó la mano sobre la puerta y comenzó a cerrarla. Extendí el brazo y la detuve.
—No vine por eso.
—¿Entonces?
—Vine a contarte mi historia— dije, mirando el piso. No me atrevía a enfrentar sus ojos enojados.
—Es un poco tarde para eso, ya no me interesa.
—Juliana, sé que no merezco otra oportunidad después de cómo me he comportado, pero espero que tengas el corazón para dármela igualmente— le rogué.
Ella suspiró y retiró la mano de la puerta. Inclinó la cabeza, invitándome a pasar. Desocupó la única silla de la habitación, que estaba llena de libros, y me invitó a sentarme. Ella se sentó en la cama, frente a mí.
—¿Qué le pasó?— preguntó, señalando mis manos vendadas.
—Una pesadilla. El terror que sentí fue tan grande que me lastimé sin darme cuenta— expliqué.
—¿Soñó con Hermes?
—No, soñé con alguien mucho más temible que él.
Ella alisó el cubrecama con la mano y se reacomodó sobre la cama.
—Lo escucho— dijo, cruzando los brazos sobre el pecho.
Respiré hondo antes de comenzar.
—El jinete del mapa, el que sale del mundo, no lo abandona para entrar en el mundo de los muertos. Atraviesa un portal para entrar en otro mundo llamado el Círculo. Yo nací en el Círculo, pero fui arrojado a este mundo cuando era un bebé. Mi identidad y mi herencia me fueron negadas. No sabía quién era ni de dónde venía.
—¿Por qué?
—Mi madre era una poderosa profetisa, su nombre era Marga. Ella profetizó que yo iba a matar al hombre más poderoso del Círculo. Cuando él se enteró, me envió aquí a ser enterrado en el olvido para que no se cumpliera la profecía.
—¿Y ahora que sabe quién es, quiere volver?
—No exactamente. Ya volví.
—No entiendo.
—Fui enviado al Círculo a través de un portal. Allí descubrí quién era, y cuál era mi destino. La gente del Círculo estaba siendo oprimida por un grupo de personas llamados los Antiguos. Los Antiguos poseían habilidades especiales. El hombre poderoso que te mencioné era su jefe. Mi destino era pelear contra ellos, luchar contra la tiranía y liberar al Círculo. La gente del Círculo había estado esperándome durante años para que los guiara hacia la victoria.
—¿Quién es usted realmente?
—Mi verdadero nombre es Lug, significa...
—Señor de la Luz— completó ella.
—Sí.
—Entonces usted no es realmente el nieto de Strabons.
—No.
—Pero, ¿por qué está usted otra vez en este mundo? ¿Qué pasó?
—Déjame contarte desde el principio.
Le conté la historia desde mi llegada al Círculo. Le hablé de Dana y su padre Nuada, quién me había dado la espada. Le hablé de mi madre Marga y de cómo había profetizado que yo volvería y derrotaría al monstruo de mi padre, quien la había violado y torturado hasta la muerte. Le hablé de las criaturas de luz y de sus bosques de ensueño, de los misteriosos tetras que me habían ayudado aunque no sabía por qué. Le hablé de Zenir y su vocación de sanar a otros, y le hablé de los nobles guerreros que me acompañaron en mi travesía. Le hablé de mi habilidad especial y de cómo me había ayudado en la lucha. Le hablé de las distintas ciudades, desde la medieval Kildare hasta la moderna Faberland. Le hablé de las criaturas terribles que servían a la oscuridad. De lo único que no hablé fue de Murna y mi experiencia con ella. No quería que me hiciera preguntas sobre eso. Ya bastante difícil era tratar de olvidarlo. No necesitaba que ella me lo hiciera rememorar.
—¿Y derrotó al monstruo de su padre? ¿Mató a Bress como decía la profecía?
—Sí, hasta último momento no lo creí posible, pero finalmente lo hice.
—¿Por qué? ¿Qué lo hizo cambiar de opinión?
—Dana. Bress me mostró su cuerpo como si fuera un trofeo. El maldito había torturado y asesinado a la mujer que yo más amaba en todo el mundo. El odio y la furia que me invadieron me llevaron a decapitarlo con mi espada.
—Dios mío...— murmuró ella, llevándose una mano a la boca.