La Profecía del Regreso - Libro 2 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Doctor - CAPÍTULO 41

Mercuccio se mantuvo a cierta distancia en la vereda del patio trasero de la casa de Nora.

            —¿Qué está haciendo?— me preguntó.

            Con la espada empuñada con la mano derecha, hice un par de movimientos más de defensa y ataque antes de contestar.

            —Peleando con el aire, aparentemente. ¿Qué es lo que parece que estoy haciendo?

            —Creí que estaría trabajando con Juliana sobre ese bendito libro del que tanto hablan.

            —Me echó de la biblioteca— expliqué.

            —¿Lo echó de su propia biblioteca? ¿Cómo logró eso?

            —Dice que la desconcentro pululando a su alrededor. Dice que tengo demasiada energía acumulada por estar tantos días quieto en la biblioteca con ella, así que decidí salir a practicar con la espada para gastarla.

            —Me refiero a cómo logró echarlo de la biblioteca sin que usted se pusiera de un humor de perros.

            —Mercuccio, llevo meses trabajando con esa chica. Me llevó su tiempo, pero ya entendí cómo funciona nuestra relación.

            —¿En serio?— preguntó él, incrédulo—. ¿Cómo es eso?

            —Es simple, le doy lo que quiere para obtener lo que yo quiero. Dice que está cerca de algo importante, si la dejo en paz, lo encontrará más rápido.

            —Ya veo. ¿Y cómo van las cosas con Luigi?

            —Se hablan prácticamente todos los días. Dice que la está ayudando mucho con la investigación.

            —Claro, la investigación. Esa chica necesita una vida personal, doctor.

            —Creo que Luigi y ella se gustan. Él la ha invitado varias veces a Roma, pero ella le dice que todavía no, que pronto.

            —¿Los ha estado espiando?— me preguntó Mercuccio en tono de reproche.

            —Bueno... necesito velar por su bienestar, ¿no?

            —No— me corrigió él—, necesita dejar de meterse en los asuntos de otros.

            Hice un gesto con la mano, tratando de restarle importancia a todo el asunto.

            —Mercuccio, necesito un favor.

            —¿Qué clase de favor?— preguntó él, suspicaz.

            —Nada moralmente ilegal— le respondí riendo—. Necesito que me lleves al bosque.

            —¡Al bosque! ¡Claro que no! ¿Ya olvidó...?

            —No lo olvidé— lo corté serio—. No podré olvidarlo por el resto de mi vida, pero necesito hablar con Walter.

            —Walter no está en su cabaña— me respondió él—. Se mudó a una especie de monasterio o algo así, al norte del bosque. Dice que está llevando a cabo un trabajo que usted le encomendó. No quiso darme ningún detalle. Debo decir que usted se las arregló para convertir a un hombre simple y sin dobleces en un sujeto misterioso con secretos ocultos.

            Sonreí.

            —¿Sabes cómo llegar a ese monasterio?



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En el texto hay: mundos paralelos, portales

Editado: 12.10.2019

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