La Profecía del Regreso - Libro 2 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Doctor - CAPÍTULO 43

Cuando pasé al comedor a desayunar a la mañana siguiente, me encontré con que Juliana ya estaba levantada.

            —Buenos días— la saludé. Ella simplemente asintió con la cabeza, mientras masticaba una tostada y estudiaba unos papeles desparramados por la mesa. Vi que eran los diseños incompletos de la cúpula que yo había dibujado, según lo poco que recordaba de cuando había estado allí como Miguel.

            —Gracias— le dije a Nora que me servía una taza de té.

            Agregué azúcar y revolví el té sin quitar los ojos de Juliana que seguía estudiando los dibujos concienzudamente.

            Acerqué mi mano a través de la mesa y toqué la suya con cariño. Solo entonces pareció percatarse de mi insistente mirada.

            —¿Durmió bien Lug?— preguntó, apenas levantando la vista de los dibujos.

            —Sí— contesté—. ¿Qué piensas?— le pregunté, señalando los papeles.

            —La primera vez que me mostró estos dibujos... no sé, me pareció como que los había visto antes en alguna parte, pero luego me enfrasqué tanto en lo del mapa y el lenguaje de Yarcon que no volví a pensar en el asunto. Debió decirme que había un tiempo limitado para encontrar el diseño de la cúpula, me habría dedicado más a esto que al mapa.

            —¿Recuerdas dónde viste estos diseños?

            —Anoche tuve una idea, pero no sé...

            —¿Qué idea?

            —La conexión celta.

            —Pero los celtas no hacían cúpulas de vitrales— objeté.

            —Lo sé— admitió ella—. Tal vez es solo una idea estúpida pero... Debo ir a la biblioteca de la universidad, ahí hay un libro que creo podría tener pistas sobre esto.

            —Iré contigo— dije, levantándome de la silla junto con ella.

            —No— me detuvo ella con una mano en el pecho—. Si me acompaña, solo levantaría sospechas. Nadie notará mi presencia allí como algo extraordinario, he visitado esa biblioteca cientos de veces, pero si usted va conmigo...

            —Yo también he estado allí— protesté.

            —Volveré en menos de una hora, no vale la pena que ponga todo en riesgo por esto— dijo ella.

            —Está bien— asentí, reticente—. Le diré a Mercuccio que te lleve.

            —Gracias.

 

————0—————

 

Una hora y media. Salté de la silla al verla entrar a la biblioteca. Traía su portafolio en la mano derecha y una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. Mercuccio pasó a su lado, gruñendo por lo bajo, y se dirigió a la puerta que daba al patio.

—¿Qué le pasa?— pregunté, señalando a Mercuccio que había desaparecido por la puerta, azotándola tras de sí.

—Solo está molesto por el tráfico— dijo ella, haciendo un gesto con la mano como restándole importancia al asunto—. Estuvimos más de media hora atascados porque las calles están cortadas por lo de la aguja.

—¿Aguja?

—El Monumento a la Libertad. Es un enorme obelisco de metal que piensan emplazar en la calle principal de la ciudad. Comenzaron con la construcción la semana pasada. Dicen que se verá desde cualquier punto de la ciudad. La municipalidad dice que será el obelisco de acero más alto del continente y que atraerá muchos turistas. A la gente le parece un gasto obsceno y ridículo, habiendo tantas otras necesidades más urgentes en la ciudad.



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En el texto hay: mundos paralelos, portales

Editado: 12.10.2019

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