La Profecía del Regreso - Libro 2 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Doctor - CAPÍTULO 47

Abrí la puerta de la habitación del hotel, y la abracé con fuerza al verla.

            —Tranquilo, estamos bien— me susurró ella al oído.

            —Estaba tan preocupado...— dije.

            —Lo sé.

            Se soltó de mis brazos y se hizo a un lado para permitir que Mercuccio entrara con el equipaje.

            —¿Hizo contacto con ustedes? ¿Lo vieron?— pregunté, ansioso.

            —No lo vimos— respondió Mercuccio, apoyando las valijas sobre el piso alfombrado—. Pero eso no significa nada. El aeropuerto estaba atestado de gente, pudo haber estado escondido en cualquier lugar.

            —¿Cree que Hermes está realmente detrás de todo esto? — me preguntó Juliana.

            —Sé que suena paranoico, pero los únicos que sabíamos que estabas en ese hotel éramos Bruno y yo, y ninguno de los dos enviamos el mensaje.

            —Bueno, Luigi también sabía que estaba en el King David, pero por el contenido del mensaje, es improbable que haya sido él.

            —¿Por qué? ¿Qué decía exactamente el mensaje?

            Juliana sacó un papel de su bolsillo y me lo extendió. Lo desdoblé y leí en voz alta:

            —Vuelve a casa urgente o el incidente del bosque podría repetirse. No trates de hablarme, solo vuelve lo antes posible. Lug.

            Se me heló la sangre ante aquellas ominosas palabras

—Supongo que el “incidente del bosque” al que se refiere es su encuentro con ese maldito de Hermes cuando lo envenenó— comentó Mercuccio.

—Luigi no sabía nada de eso, no puede haber sido él. Realmente pensé que el mensaje era auténtico y urgente, especialmente porque lo firmó como Lug y no como Strabons. Después de darnos a todos tantas recomendaciones de jamás llamarlo por su verdadero nombre... bueno, creí que si usted mismo había usado el nombre Lug era porque quería decirme que estaba hablando muy en serio y que la situación era grave— explicó Juliana—. Quería hablarle, pero el mensaje decía que no lo hiciera, pensé que tal vez su teléfono estaría intervenido. Le envié un correo electrónico para que se quedara tranquilo de que yo había recibido su mensaje y volvía a casa como me había pedido.

—Es Hermes, no hay duda— murmuré, sombrío.

—¿Quién más sabe del incidente en el bosque además de nosotros cuatro?— preguntó Juliana.

—Walter— respondí—, pero él no sabe mi verdadero nombre, y tampoco tenía forma de saber sobre ti.

—Entonces no hay dudas— aseveró Juliana.

—No— respondí, sentándome en la cama, tratando de pensar.

—Pero, ¿cómo?— preguntó Mercuccio—. ¿Cómo supo de Juliana?

—No lo sé— negué con la cabeza. Me volví hacia Juliana:— ¿Crees que Luigi...?— aventuré.

—No, Luigi, no— negó ella, rotunda.

—No estoy diciendo que Luigi te traicionara, Hermes pudo haberlo engañado.

—No— reiteró ella.

—De acuerdo. No importa. Lo que importa es que estamos todos a salvo. ¿Qué hay del Manuscrito? ¿Lo tienes contigo?— le pregunté ansioso a Juliana.

—No, lo tiene Luigi. Pensé que era más seguro dejarlo con él que arrastrarlo por todo Israel. Tenía en mente pasar por Roma y recogerlo, pero la urgencia de su mensaje...

—Entiendo.

—Me preocupa que no he podido comunicarme con él. Lo llamé desde Jerusalén, pero no pude hablarle.

—¿Cómo te dejó ir sola a Jerusalén?



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En el texto hay: mundos paralelos, portales

Editado: 12.10.2019

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