La Profecía del Regreso - Libro 2 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Doctor - CAPÍTULO 54

            Abrió los ojos con un gruñido. Se afirmó con un codo en el piso y levantó la cabeza, sacudiéndola para aclarar la mente obnubilada por el golpe.

            —¿Juliana?— llamó.

            —Luigi...— lo llamé.

            —¡Juliana!— gritó él, poniéndose de pie y mirando en derredor.

            —Luigi— volví a llamarlo desde la silla donde estaba atado de pies y manos—. Luigi, soy Augusto Strabons y éste es Mercuccio— lo presenté, inclinando la cabeza hacia él.

            —¿Strabons?— dijo Luigi con la mente aun un poco confusa—. ¡Strabons! Sí, claro— paseó la mirada entre Mercuccio y yo: —Juliana me habló de ustedes. ¿Dónde está ella?— preguntó en español con un fuerte acento italiano.

            —Luigi... ¿crees que podrías...?— indiqué las ataduras con la cabeza.

            Luigi rodeó mi silla y se puso a trabajar en los nudos de la soga que ataba mis muñecas.

            —¿Dónde está Juliana?— repitió, forcejeando con la soga.

            —Me temo que Hermes se la llevó— dije con un nudo en la garganta.

            —¿Qué quiere decir? ¿Adónde se la llevó? ¿Por qué?— preguntó él, frenético.

            —Tranquilo, voy a encontrarla, solo necesito que me desates.

            —Los nudos están muy apretados.

            —Prueba con la espada.

            Luigi frunció el ceño, confundido. Le indiqué con la cabeza el lugar donde había quedado tirada mi espada. Él la recogió y cortó las sogas con cuidado, liberándonos a los dos.

            —¿Quién es Hermes? ¿Por qué se llevó a Juliana? Ella no tiene nada que ver con lo del Manuscrito. Intenté explicárselo, pero me golpeó y perdí el sentido. Ni siquiera pensé que el Vaticano sabía que yo lo había robado hasta que vi mi departamento destrozado.

            —¿El Vaticano? ¿Qué tiene que ver el Vaticano?— pregunté, frotándome las muñecas y moviendo los dedos de las manos para reactivar la circulación.

            —Robé el Manuscrito de los Orígenes de la biblioteca del Vaticano— explicó él—. Hace diez días, volví a mi departamento y descubrí todo revuelto. Había un mensaje en el espejo del baño, decía: “te encontraré”. Pensé que serían los de la policía del Vaticano. Por suerte, no habían descubierto el libro.

            —Creí que no habías encontrado nada en la biblioteca del Vaticano— dije.

            —Al principio no, pero después Juliana me habló de que el libro contenía profecías, y entonces me di cuenta de que había estado buscando en la sección errónea. Volví a la biblioteca y finalmente lo encontré— explicó él.

            —¿Qué pasó después?

            —Como le dije, encontré el departamento revuelto, pero el libro estaba a salvo. Lo saqué de su escondite, y huí a Venecia. Sabía que alguien me seguía, me escondí lo mejor que pude y le envié un mensaje a su casa.

            —Sí, lo recibí— dije.

            —Lo sé, gracias por enviar a Taro a ayudarme. Me salvó el pellejo.



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En el texto hay: mundos paralelos, portales

Editado: 12.10.2019

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