La Profecía del Regreso - Libro 2 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Profesor - CAPÍTULO 61

Walter se dio vuelta bruscamente hacia mí, sosteniendo una peligrosa hacha en alto. Su gesto amenazante se esfumó cuando me reconoció.

            —¡Strabons! ¿Está buscando que lo mate?

            Sonreí con las manos en alto.

            —Perdón. Debí anunciarme, pero no quiero llamar la atención de los hermanos—   dije a modo de disculpa—. ¿Cómo va el muchacho?

            —El muchacho va bien— respondió Walter, colgando el hacha en la pared junto al armario de las herramientas—. Por lo menos ahora tiene un poco de vida en esa mirada triste y muerta que tenía cuando me lo asignaron.

            Asentí, satisfecho.

            —Le gusta el bosque— continuó Walter—. Se pasa horas allí. Como si buscara algo.

            —Eso es bueno. Lo que busca lo va a encontrar pronto. Pero no aquí.

            Saqué un paquete con el primer libro de mi bolso y se lo extendí:

            —Es hora— le dije sin explicar más.

            Walter frunció el ceño, las manos a los costados. No tenía intenciones de tomar el paquete. Lo dejé sobre la mesa, suspirando:

            —Walter— comencé despacio—, sabías que éste momento llegaría.

            —El chico no está listo— dijo él, terminante.

            —Por los reportes que me has enviado, creo que está más que listo. Y aunque no lo estuviera, no tengo el lujo de seguir esperando.

            —No entiendo por qué no puede simplemente descubrirlo trabajando conmigo en el bosque.

            —No puede. No a tiempo. Necesito acelerar el proceso. Necesito que empiece con el primer libro.

            —El chico está tranquilo, está feliz. No puedo hacerle esto.

            —Podrá parecer tranquilo, y eso te lo debo exclusivamente a ti y al excelente trabajo que has hecho pero…

            —No es un trabajo— me cortó, enojado—. Empezó como un trabajo, pero ya no lo es más. Ese chico significa mucho para mí. Si quiere que le devuelva lo que me pagó, buscaré la forma de hacerlo, pero renuncio a su trabajo y me niego a darle el libro.

            Suspiré. Hubo un largo silencio. Luego, muy despacio, con un nudo atravesado en la garganta, con la voz apenas audible, intenté de nuevo:

            —Walter…

            —¡Esta es mi respuesta final!— exclamó, rotundo.

            Su vehemencia me hizo retroceder un paso. Lo miré, sorprendido. Sabía que había desarrollado cierto afecto por Miguel… por mí, pero nunca imaginé que las cosas habían calado tan hondo. Aquel hombre realmente había sido como un padre para un chico abandonado y sin rumbo, una luz guía en un mar de oscuridad y corrupción. Me dieron ganas de abrazarlo y agradecerle profusamente todo lo que él había hecho por mí en esa etapa de mi vida, todo lo que había significado para mí. ¿Cómo hacerle entender que era necesario causar desasosiego y conflicto en aquel joven para poder sacarlo definitivamente del pozo donde había sido arrojado desde niño?

            —¿Entonces su vida con los hermanos del Divino Orden es lo que él merece? ¿Continuar en este lugar?— le pregunté, serio.

            Walter no respondió. Después de un largo silencio, con la mirada clavada en sus botas, murmuró:



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En el texto hay: mundos paralelos, portales

Editado: 12.10.2019

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