Me embargó una emoción muy profunda mientras estaba allí parado, en medio de la habitación circular, mirando la magnífica cúpula de vitrales. Me parecía extraño que fuera yo el que la había diseñado. Siempre la había pensado como algo detenido en un espacio que no pertenecía a ningún universo en particular, un elemento atemporal, místico, que no podía ser construido por hombres, sino por divinidades. Y ahora estaba aquí. El punto temporal se acercaba.
Me di vuelta al sentir que alguien me tocaba el hombro.
—¿Vendrá a almorzar con nosotros?— me preguntó Nora suavemente.
—Claro— asentí sin quitar la mirada de los vitrales.
—¿Todo va bien?
—Hoy lo miré a los ojos, Nora, me miré a mí mismo a los ojos.
—¿Y qué sintió?
—Que no sé si tengo derecho a enviarlo a un destino en el que no tiene opción.
—¿Se arrepiente de haber vivido todo lo que vivió?
—No, pero el dolor de la muerte de Dana... es algo que nunca he podido superar.
—Lo entiendo— dijo ella dulcemente, apoyando su mano en mi hombro—. Pero a veces, es el dolor el que nos hace fuertes, nos hace mejores.
—No lo sé— negué con la cabeza.
—¿Preferiría no haberla conocido nunca?
—Ya pasaron casi diez años, y todavía me cuesta concebir la vida sin ella. Todo el tiempo siento como si pudiera volver a verla, como si solo estuviera allá en el Círculo, esperándome, como si solo cruzando el portal pudiera volver a tenerla en mis brazos una vez más.
—Piense en lo que se estaría negando si no la conoce— me dijo ella—. Yo conozco el dolor de perder al ser amado, pero nunca preferiría no haber conocido a mi esposo.
Asentí.
—Pero su vida sería más fácil si no lo enviara al Círculo— objeté.
—Tal vez, pero ¿sería una vida más feliz?
—Creo que a pesar de todo lo que viví, nunca me sentí tan feliz como con ella. Nunca sentí que pertenecía a un lugar excepto cuando estuve en el Círculo— admití.
—Entonces, creo que ya tiene su respuesta. Tal vez le parezca que no tuvo opción la primera vez, pero la tiene ahora. Usted y Miguel son la misma persona, la decisión de usted es la decisión de él.
—Aun así...
—Todavía tiene unos días más para pensarlo— indicó ella—. Por ahora, solo venga a almorzar con nosotros— agregó, tomándome del brazo—. Creo que Juliana tiene un importante anuncio que hacer.
Acompañé a Nora al comedor, donde Mercuccio, Luigi, y Juliana ya estaban sentados, charlando con entusiasmo. Al verme entrar, la conversación se cortó de golpe. Vi que Juliana trataba de reprimir una sonrisa. Luigi le apretaba la mano, nervioso y feliz al mismo tiempo. Algo me decía que el anuncio tenía que ver con el portal. Me agradaba ver que al fin parecían haberlo resuelto sin irse a las manos. Hacía ya unos días que no los escuchaba discutir más sobre el mapa. Cada vez que entraba a la biblioteca, los veía concentrados, trabajando en armonía. Varias veces, había visto pequeños besos furtivos y caricias.