La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

PRIMERA PARTE: El Prisionero - CAPÍTULO 19

            Cuando abrió los ojos, estaba tan confundido que no sabía bien dónde estaba o qué había pasado. Lo primero que vio fueron los vitrales rotos sobre su cabeza, y las plantas invadiendo los intersticios de las paredes y el techo de la cúpula. Tenía los sentidos embotados y no podía pensar con claridad, pero reconoció el lugar. Había estado antes allí.

            Escuchó pasos y luego una voz de mujer:

            —¿Cómo está?

            —Creo que por fin está despertando— contestó una voz de hombre.

            Sentía algo frío en el pecho, y le dolía la cabeza y el cuello, pero no recordaba por qué. De pronto, algo le vino a la memoria. Sí, ya había estado en este lugar: era la cúpula climática abandonada al norte de Cryma. Dana le había dado un té con Calidea que lo había hecho dormir. Sintió el roce de la falda de un vestido en el costado de su brazo izquierdo y vio una silueta femenina que se inclinaba sobre él.

            —¿Dana?— preguntó.

            La mujer le acarició el cabello con ternura.

            —Tranquilo, todo está bien, está a salvo— le dijo ella con una sonrisa.

            —No debiste darme ese té de Calidea, es peligrosa— le dijo Lug.

            —Me temo que lo que le di es más peligroso que la Calidea— dijo ella—. Pero ya todo pasó.

            La mujer retiró un paño húmedo de su pecho para ver cómo iba la erupción.

            —¿Cómo está el pecho? ¿Todavía arde?— le preguntó.

            —Un poco— contestó él.

            —Los paños con agua fría ayudarán— dijo ella, apoyando el paño mojado otra vez en su pecho.

            —También me arden los brazos— dijo él.

            —Lo sé. Debe tener paciencia, pronto se sentirá mejor— le contestó la mujer.

            Lug pestañeó varias veces para enfocarla mejor. Algo estaba mal. La mujer tenía el cabello rojo y unos ojos verdes de intensa mirada. Su rostro era delicado y hermoso. Tenía un moretón violáceo en la mejilla. Esa mujer no era Dana.

            —¿Quién eres?— preguntó Lug alarmado, incorporándose de golpe sobre los codos e intentando alejarse de ella.

            El hombre se acercó y le apoyó las manos en los hombros, obligándolo a acostarse otra vez.

            —Tranquilo, está entre amigos— lo calmó.

            Lug lo miró confundido. Tardó unos momentos en reconocerlo.

            —¿Colib?

            —El mismo— contestó él con una sonrisa.

            —¿Dónde está Dana?— preguntó Lug.

            El rostro de Colib se ensombreció.

            —Dana no está aquí.

            —¿Quién es Dana?— preguntó la pelirroja.

            —La mujer que lo rescató la primera vez— explicó Colib—, la Mensajera, la hija de Nuada.




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