La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Fugitivo - CAPÍTULO 26

—Al principio, creímos que era un faberlandiano— comenzó Pol—, pero Tarma lo vio en el exterior en una de sus caminatas, y no vio que sintiera aprensión alguna en la intemperie, por lo que comenzó a sospechar.

—Pero, ¿cómo lo conocieron? ¿Cómo llegó hasta Eltsen en primer lugar?

—Fue hace diez años, cuando Eltsen volvió a la Cúpula desde el Concilio. Guilder había usurpado la Guardia. Cuando Eltsen llegó con su escolta extranjera, lo primero que hizo fue buscarme. Lug le había hablado de mí. Yo los guié por rutas inusuales hasta donde Guilder se había instalado. Les ayudé a llegar al nivel adecuado sin ser detectados. En la antesala externa de la oficina de Guilder, estaba Malcolm, actuando como su asistente. Pensamos que nos iba a tratar de detener, pero al ver a Eltsen, le hizo una reverencia y se apresuró a desbloquear la puerta de Guilder. La oficina no era lo suficientemente grande para que entrara toda la escolta.

Tarma distribuyó a su gente en la antesala y a otros en los pasillos cercanos, en posiciones estratégicas. Habían tenido que dejar sus espadas y arcos en depósito, pero aun desarmados, los Tuatha de Danann son guerreros entrenados, capaces de matar con sus propias manos. Los que entramos a la oficina fuimos Eltsen, Lorina, Malcolm, Tarma, dos de sus guerreros y yo.

            Cuando entramos, Guilder levantó la vista y se puso de pie detrás de su escritorio. A su lado había un hombre con las manos atrás, vigilando. Lo extraño es que no tenía uniforme de guardia ni de agente del orden, tenía un uniforme de encargado de mantenimiento. Guilder se hizo a un costado, y el otro hombre sacó un transmet y lo apuntó a Eltsen. Eltsen le dijo a Guilder que ordenara a su hombre que entregara el arma, pero el que respondió fue el hombre. Dijo que él no seguía las órdenes de Guilder sino que Guilder seguía las órdenes de él.

            —¿Quién era?

            —Dijo que su nombre era Math.

            —¡Math!— exclamó Calpar con los puños apretados sobre la mesa—. ¡Math es uno de los Antiguos!

            —Era— corrigió Pol.

—¿Qué pasó?

—Eltsen le pidió a Math que se rindiera y entregara el transmet, le dijo que estaba rodeado y que había cuarenta personas más en la antesala y en los pasillos, que no podía escapar. Le dijo que aunque lo matara a él, no llegaría vivo a las cintas. Math le dijo que no tenía interés en matarlo a él, pero que si no se retiraban de la oficina iba a comenzar a matar a sus amigos. Eltsen no se inmutó ante la amenaza, extendió la mano para tomar el transmet de manos de Math, pero Math apuntó a un costado de Eltsen y disparó. Lorina cayó al suelo. Tarma se arrodilló junto a ella y la tomó en sus brazos, pero era tarde, la mitríade estaba muerta. Tenía un hoyo en medio de la frente.

—¿Por qué matar a la mitríade?— murmuró Calpar, pensativo.

—Para demostrar que hablaba en serio.

—No, pero, ¿por qué Lorina? Tarma o los dos guerreros representaban más peligro para él que una mitríade. De todos los reunidos en esa oficina, la única que no era una amenaza para él era Lorina.

Pol se encogió de hombros.

—¿Qué pasó después?

—Todos nos quedamos paralizados en shock, Tarma fue la primera en reaccionar, poniéndose de pie e intentando tirarse encima de Math, pero Eltsen la detuvo de un brazo. Justo cuando creí que Math iba a dispararle a Eltsen o a Tarma, sus ojos se abrieron sorprendidos y se desplomó al suelo, aun con el transmet en la mano.

—¿Qué había pasado?

—Malcolm. Malcolm tenía un transmet y mató a Math. Los hombres de Tarma sujetaron a Guilder, mientras Tarma lloraba con la mitríade en brazos.

—Así fue como se congració con Eltsen— murmuró Calpar.

Pol asintió.

—Eltsen lo convirtió en su asistente. Al principio todo parecía estar bien. Eltsen recuperó su legítimo puesto como Guardián de Faberland y purgó las altas esferas del poder de los aliados de Guilder.

            —¿Qué hizo Eltsen con Guilder?

            —Bueno, el destino de Guilder fue lo que provocó el primer conflicto. Tarma opinaba que merecía la muerte, pero Eltsen no estaba seguro.




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