La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Fugitivo - CAPÍTULO 48

Cuando Calpar abrió los ojos, se sobresaltó al ver a Frido sentado frente a él, estudiándolo con atención.

            —¿Cuánto tiempo duró?— preguntó Calpar.

            —Unas dos horas— le respondió Frido, ayudándolo a levantarse del piso y luego acercándole una silla para que se sentara—. ¿Estás seguro de que no quieres acostarte en mi cama un rato? Te ves exhausto.

            —Estoy bien— gruñó Calpar—, pero tal vez te aceptaría otra taza de té.

            —Desde luego— respondió Frido, y de un salto se paró y se puso a calentar agua.

            Calpar comenzó a golpetear la mesa con un dedo, pensativo, el rostro preocupado.

            —¿Todo está bien con Dana?— preguntó Frido desde el hogar, mientras agregaba otro leño al fuego.

            —Dana está en Cryma, siguiendo una fantasía, me temo— suspiró Calpar.

            Frido abandonó el caldero por un momento y se sentó a la mesa, frente a Calpar.

            —¿Qué fantasía?

            —Dice que Lug ha regresado al Círculo, está buscándolo.

            Frido se quedó un momento en silencio, reflexionando.

            —¿No hay ninguna posibilidad de que sea verdad?

            —No lo sé. Me gustaría creerle.

            —¿Cómo sabe que volvió? ¿Se comunicó con él por medio de uno de esos canales?

            —No exactamente. Creo que su mente atormentada solo ha inventado el regreso de Lug para alivianar su sufrimiento. Cuando le pregunté por qué no se había podido comunicar con él si era cierto que estaba en el Círculo, llegó a inventar que Lug había sido retenido en una celda del Templo de Cryma, una celda de balmoral— dijo Calpar, negando con la cabeza tristemente.

            —¿Qué es balmoral?

            —Es un árbol cuya madera tiene propiedades especiales, anula la habilidad especial que un Antiguo (o en este caso Lug) pueda tener, dejándolo indefenso, a merced de sus captores, y eliminando cualquier posibilidad de comunicación por medio de un canal. Pero esos árboles solo crecen en el bosque de Medionemeton, y es improbable que los sacerdotes hayan recubierto una celda con esa madera.

            —¿La madera de la que hablas es roja?— preguntó Frido.

            —Sí— admitió el otro, intrigado ante la pregunta.

            —Tal vez Dana no está loca. Hay una celda recubierta con una extraña madera roja bajo el Templo de Polaros. Un día escuché decir al Supremo que era una celda para un prisionero especial, un prisionero muy peligroso. Les dijo a sus sacerdotes que debían rogar todos los días para que el hombre que debía ocupar esa celda no llegara nunca a Polaros, porque de ser así, la Nueva Religión y la vida de todos ellos estarían en juego.

            Calpar se lo quedó mirando, anonadado.

            —Entonces, Dana tiene razón— musitó, sonriendo aliviado. Aliviado de que Dana no estuviera fuera de sí, aliviado de que Lug pudiera ayudarlos a salvar el Círculo por segunda vez—. ¿Pero cómo lo sabían los sacerdotes?

            —¿De la boca de Math?— ofreció Frido.

            —¿Y de dónde lo sabría Math?




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