La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 85

—Me alegro de que todo haya salido tal como Marga lo tenía planeado. Aunque sus profecías son verdaderas e inescapables para el Círculo, no sabía si funcionarían en otros mundos— comentó Cormac.

Lug asintió, pensativo.

—¿Te gustaría verla?— dijo Cormac de pronto.

—¿Qué?— preguntó Lug sin comprender.

—A tu madre, ¿te gustaría verla?

—¿Su tumba está cerca de aquí?— preguntó Lug, sorprendido.

—¿Tumba? No, ¿para qué querría mostrarte su tumba?

—Pensé…

—No— dijo Cormac, extendiendo una mano hacia Lug—. Toma mi mano. Puedo mostrártela, en tu mente.

Instintivamente, Lug dio un paso hacia atrás, alejándose de la mano de Cormac.

—Tranquilo, no voy a hacerte daño— le dijo Cormac, levantando más su mano.

—La última vez que estuve en contacto con tu mente, casi me explota el cerebro…— dijo Lug, desconfiado.

—Es cierto. Pero eso fue porque intentaste aprehender la totalidad de mis recuerdos de una sola vez. Si dejas que te guíe a un solo recuerdo específico, es perfectamente seguro.

Lug miró la mano de Cormac con recelo por un largo momento.

—Ya caí en ese truco una vez y terminé con mi propia espada clavada en mis entrañas.

—Yo no soy Math— declaró Cormac.

—¿Cómo sabes que fue Math?

—Digamos que he seguido tu carrera con gran interés.

—¿Qué significa eso?

Cormac suspiró.

—Mi ofrecimiento es sincero, no estoy tratando de engañarte.

—Math también parecía sincero— argumentó Lug.

—Pero yo no puedo influenciar las mentes como él. Solo puedo recordar las cosas como ocurrieron y proyectar esos recuerdos.

—No lo sé…— dudó Lug. En su interior ardía de deseos de aceptar el ofrecimiento de Cormac. Ver a su madre… Uno de sus anhelos más grandes era poder haberla conocido, y ahora, este Antiguo que tenía enfrente podía darle eso. La tentación era demasiado grande. Aun así…

—Como quieras— dijo Cormac, dejando caer su mano—. Era solo un gesto de buena voluntad, no tengo intenciones de forzarte a nada.

Lug miró a Cormac por un largo momento, considerando el ofrecimiento. De pronto tuvo una idea.

—De acuerdo— dijo Lug, extendiendo su mano derecha hacia Cormac mientras metía la izquierda en el bolsillo de su pantalón.

La mirada de Cormac siguió la mano izquierda de Lug y adivinó sus intenciones.

—Si te pones el anillo, no podré guiarte— le advirtió Cormac con voz cansada.

—Solo es una salvaguarda. Si intentas algo que no me gusta, me pondré el anillo para romper el contacto.

—Existe una manera mucho más simple y menos peligrosa: solo tienes que soltar mi mano y el recuerdo se cortará de inmediato.

—De acuerdo, pero si aun al soltar tu mano sigues en mi cerebro, usaré el anillo— dijo Lug, amenazante.

—Como quieras— se encogió de hombros Cormac.

Lug se acercó más a Cormac, su mano derecha aun extendida.

—Será mejor que nos sentemos— dijo Cormac—. La experiencia puede ser un tanto… desestabilizante— explicó luego al ver el ceño fruncido de Lug.

—Creí que dijiste que era seguro.

—Lo es, pero las visiones de mis recuerdos no son como las de las personas normales. Las sensaciones son mucho más vívidas, y a veces, la conexión resulta un tanto desconcertante la primera vez— explicó Cormac, sentándose en la arena.

Lug apretó los labios. Comenzaba a pensar que aquello no era una buena idea. ¿Qué tal si Cormac lo estaba engañando? ¿Qué tal si todo era una trampa? ¿Qué tal si al conectar su mente con la de él, perdía el control de sus sentidos y no podía soltar su mano o siquiera deslizar el anillo en su dedo para cortar su influencia? Estaría a su merced, a merced de un Antiguo, un Antiguo del que nadie sabía casi nada…

Pero luego recordó que Cormac había tenido la oportunidad perfecta de matarlo y de inclusive robarle el anillo con la Perla de la Vida. Aquel extraño Antiguo no había hecho ninguna de las dos cosas. En cambio, le había salvado la vida, aun cuando él lo había atacado sin provocación, y le había devuelto el anillo como si no le interesara en absoluto.

Lentamente, Lug se sentó sobre la arena frente a Cormac.

—¿Estás listo?— preguntó Cormac, ofreciendo su mano.

—Hagámoslo— asintió Lug, tomando su mano

—Cierra los ojos— aconsejó Cormac suavemente.

El torbellino vertiginoso que lo invadió le causó un escalofrío que lo hizo temblar de pies a cabeza. Sintió la mano de Cormac apretando la suya para confortarlo, para tranquilizarlo.

—Tranquilo, déjame guiarte— escuchó la voz de Cormac como en la lejanía.




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