La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 87

Cormac corrió las desgastadas velas de la mesa y pasó una mano por la superficie de piedra pulida de la mesa para limpiarla de cualquier resto que pudiera manchar el preciado mapa. Alric avanzó hacia la mesa, destapando el cilindro de cuero para extraer el enorme pergamino. Alric extendió el mapa con cuidado sobre la mesa. Cormac dio un silbido de asombro.

—Es…— no tenía palabras— es hermoso… y complejo, más complejo de lo que había imaginado— murmuró Cormac.

Si Lug hubiera podido dar un silbido de asombro como el de Cormac, también lo habría hecho. El mapa desgastado y descolorido con el que había trabajado incontables horas junto a Juliana era un pálido deshecho comparado con el mapa que ahora veía en el recuerdo de Cormac. El colorido y la exactitud de los detalles eran aun más asombrosos que los de la reconstrucción coloreada del original que les había mostrado el jefe de mapas en el Museo Británico. Era simplemente asombroso.

Los dedos de Cormac recorrieron el mapa, mientras sus ojos acompañaban el recorrido de cada detalle, fijándolo en su prodigiosa memoria. Lug comprendió por primera vez la exactitud y la precisión de la memoria de Cormac. Él mismo había pasado numerosas horas frente a  aquel mismo mapa, y aun así, no recordaba ni la mitad de los detalles que veía ahora en el recuerdo de Cormac. La fidelidad de sus recuerdos era incuestionable.

Cormac siguió recorriendo minuciosamente el mapa y se detuvo un largo momento en el pantocrátor. Apoyó un dedo en la figura imberbe del Cristo que no era Cristo y levantó la mirada hacia Marga.

—¿Éste es él?— preguntó.

Ella asintió con los ojos brillantes.

—Desearía poder estar cuando se manifieste en toda su gloria, tal como Alric lo dibujó— dijo ella y la voz casi se le quebró.

—Tal vez así sea…— la consoló Alric con una mano en su hombro.

Ella se secó rápidamente una lágrima que intentaba escapar de sus hermosos ojos y cambió de tema.

—Alric modificó estas partes para indicar los portales— dijo, señalando los círculos que rodeaban el mapa.

—Está claro. Yo diría que demasiado claro. Creí que la idea era hacerlo parecer más sutil— comentó Cormac.

—Es claro para nosotros porque sabemos cómo leer esto, pero no lo será para ellos— explicó Alric.

—¡Por el gran Círculo, Alric!— exclamó Cormac— ¡Escribiste la palabra Mediolanun en los círculos!

—En un idioma desconocido para ellos— se escudó Alric.

—No lo sé— sacudió la cabeza Cormac—. Me parece demasiado obvio. ¿Qué tal si cae en manos equivocadas?

—No vamos a dejarlo al azar— explicó Marga—. Nos aseguraremos de que lo reciba la persona indicada.

—¿Vas a dárselo a él directamente? ¡Marga eso no es…! ¡No se puede!— casi gritó Cormac.

—No, no estoy tan loca como para violar la línea temporal— dijo ella un tanto ofendida—. Lo dejaremos con una persona que él contactará.

—¿Y cómo sabes quién es esa persona?

—Tuve una visión.

—¿Una visión? ¿Qué visión?— preguntó Cormac, suspicaz.

—Creí que no te interesaban mis visiones— le respondió ella, sarcástica.

—Marga, si hiciste que Humberto alterara las líneas… aun en otro mundo….— la amonestó Cormac.

—No hubo alteración— afirmó Alric en defensa de ella.

—Cormac, créeme, sé lo que estoy haciendo. Éste mapa terminará en sus manos, hagamos lo que hagamos.

—¿Entonces por qué debo memorizarlo?

Marga suspiró.

—Porque no estoy segura de que mis visiones proféticas sean tan exactas fuera del Círculo como lo son dentro de él.

—¿Y por qué no habrían de serlo?

—Un día te lo explicaré, lo prometo. Un día te diré todo y te mostraré todo para que tú puedas cumplir con tu parte.

—Preferiría que ese día tardara mucho en llegar… No, me retracto, preferiría que ese día no llegara nunca— murmuró Cormac, serio.




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