La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 101

Mientras corrían atravesando el enorme campo, otros Tuatha de Danann se les unieron. Algunos eran parte del grupo que había asaltado la prisión al mando de Fynn, y otros venían desde el sur a unírseles para escoltar y proteger a Pol. Todos se alegraban al ver que Pol estaba bien, y sonreían complacidos al verlo vestido con un tartán, lo cual mortificaba a Pol.

Era extraño para Pol que estos nobles guerreros lo tuvieran en tan alta estima y lo respetaran tanto, a él, que no sabía empuñar una espada o disparar un arco, a él, que no era más que un guía de niños. Pero Pol había dejado de ser un mero guía de niños hacía mucho tiempo y había ascendido a protector de Eltsen, y a guía y líder entre la gente que rodeaba a Eltsen. Eso antes de que Malcolm llegara y desplazara a todos los que realmente querían el bien de Eltsen.

Pero Pol sabía que no eran sus dotes como guía los que le habían ganado el respeto de los Tuatha de Danann, no, era el hecho de que Pol había intentado matar a Malcolm. Aquel había sido un hecho de osadía tal, que los Tuatha de Danann habían empezado a considerarlo un héroe aunque no supiera lo más mínimo sobre armas y lucha.

Pol podía oler en el aire que algo estaba mal. Había más gente de la habitual pululando a la intemperie, eso no era normal. Al principio, había pensado que eran los prisioneros escapados de los hangares, pero luego vio que había más. En la lejanía, los veía moviéndose en una masa amorfa que avanzaba por el campo que separaba el palacio de Eltsen de la Cúpula. Le pareció que no eran faberlandianos, pero no podía distinguirlos bien en la distancia.

—¿A dónde vamos?— preguntó Pol jadeando, en su pobre estado físico apenas podía seguirles el paso a los Tuatha de Danann que cruzaban el campo corriendo junto a él.

—Al palacio— le respondió Fynn como si fuera lo más obvio del mundo.

Cuando Pol abrió la boca para preguntar qué pensaban hacer al llegar al palacio lleno de guardias de Malcolm, una tremenda explosión lo arrojó a un costado, y cayó de bruces al suelo. Después de un largo momento, tapándose los ojos con un brazo para protegerlos de las miles de partículas que volaban por el aire y tosiendo tierra, Pol atinó a levantar unos centímetros la cabeza.

—¿Qué...?— comenzó, pero el resto de la pregunta se perdió en un nuevo acceso de tos, escupiendo saliva y tierra. Su voz parecía lejana, hueca, los oídos le zumbaban.

Con la garganta rasposa por la tierra y con los ojos entrecerrados, escuchó que Angus hacía la misma pregunta que estaba en su mente:

—¿Qué fue eso?

—Vino de la Cúpula— dijo Fynn.

Pol se puso de rodillas con dificultad, y escudando sus ojos con la mano izquierda, miró hacia la Cúpula, pero solo vio un mar de humo y tierra.

Los aturdidos Tuatha de Danann comenzaron a ponerse de pie lentamente y a taparse la cara con las manos.

—¿Qué es ese olor?— preguntó uno entre arcadas.

—Es humo tóxico— explicó Pol, y luego con urgencia—, usen un trozo de tela y cúbranse la nariz y la boca para no respirarlo.

Enseguida, los Tuatha de Danann y el propio Pol, tomaron las bandas a cuadros que cruzaban por encima de sus camisas y se las enroscaron alrededor de la cabeza, dejando libres solo los ojos. Pero aun así protegidos, no podían evitar toser sin parar. Los ojos les ardían y las lágrimas escapaban sin remedio.

—Debemos refugiarnos del humo— dijo Pol a Fynn.

—No hay tiempo para eso, debemos llegar hasta el palacio. 

Pol se pasó la manga de la camisa por los ojos, tratando de disminuir el ardor.

—¿Cuál es tu idea?— le preguntó Pol.

—Tomar el palacio y rescatar a Eltsen.

Pol miró en derredor, solo había unos veinte Tuatha de Danann semi intoxicados, que apenas podían respirar. Recordó lo que Calpar le había dicho: no se podía tomar el palacio con una fuerza tan minúscula. Todo lo que lograrían sería ser masacrados por la gente de Malcolm.

—Fynn— comenzó Pol, apoyando una mano en el hombro de Fynn—, no podemos tomar el palacio, no en estas condiciones. Solo lograremos que nos maten a todos, y entonces sí que no podremos salvar a Eltsen.

—¿Entonces qué sugieres? Matarán a Eltsen de todas formas si no lo sacamos de ahí— le respondió Fynn.

Pol pensó un momento.

—Tengo una idea— dijo al fin.




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