La Profecía Rota - Libro 3 de la Saga De Lug

TERCERA PARTE: El Sujetador de Demonios - CAPÍTULO 102

Eltsen se acurrucó aun más bajo las frazadas de su cama y apretó la almohada que cubría su cabeza al escuchar el sonido metálico de alguien forcejeando la rejilla de aire de su habitación.

La gran explosión lo había despertado de su sueño inducido por medicamentos, pero estaba demasiado asustado para ir hasta la ventana a ver qué había sucedido. Luego vinieron golpes y más golpes a su puerta, pero Eltsen no les abrió, temiendo que vinieran a matarlo. En su mente, sabía que era inevitable, sabía que los asesinos encontrarían la forma de aniquilarlo, pero estaba dispuesto a dilatar el momento de su muerte lo más posible.

En su aturdido estado, solo podía pensar en una persona, una persona que podría ayudarlo, que podría salvarlo: Malcolm. Pero Malcolm no estaba allí. ¿Qué podía hacer él sin Malcolm? Solo esperar la muerte, solo eso.

—¡Eltsen!

La voz le pareció conocida. La voz estaba alarmantemente cerca. Había alguien en su habitación, y lo estaba llamando por su nombre. Eltsen se escondió más hondo bajo sus frazadas.

—¡Eltsen!— volvió a llamar la voz.

Eltsen no respondió. Se quedó perfectamente quieto, sin mover un solo músculo. Tal vez podría engañarlo, hacerle pensar que no estaba allí, que no había nadie allí. Tal vez se iría si no recibía respuesta a su llamado.

—Eltsen...— escuchó otra vez la voz. Esta vez en un susurro, muy cerca, muy cerca. Le pareció que había compasión en aquella voz, pero no, no podía ser. Solo trataba de engañarlo, de seducirlo para que saliera de su escondite, y así poder matarlo. Eso era lo que todos querían: matarlo.

—Eltsen...

Esta vez sintió una mano que se apoyaba suavemente sobre su espalda por encima de las frazadas. Lo habían descubierto. Estaba perdido.

Con un alarido lastimero, Eltsen se alejó de aquella mano, moviéndose lo más lejos posible sobre la cama hasta que dio con la pared. Alguien le quitó las frazadas de encima, le quitó su protección. Desnudo de su protección de frazadas, hizo lo único que podía hacer: se cubrió la cabeza con las manos y comenzó a gimotear.

—No me maten, por favor no me maten.

Sabía que sus ruegos eran inútiles, pero tenía que intentarlo igualmente.

—No vamos a matarte, vinimos a salvarte— dijo otra voz.

Otra voz... entonces eran dos los asesinos. Eltsen se atrevió apenas a descorrer una de sus manos de su rostro para espiar a sus asesinos. Para su horror, no eran dos, sino tres. A pesar de que su mente estaba obnubilada, pudo distinguir que eran Tuatha de Danann, gente de Tarma. Entonces era ella la que estaba tras de él. Siempre había sido ella. Malcolm tenía razón, ella era una mala influencia, solo estaba junto a él porque quería adueñarse de su puesto, de su ciudad, de su vida.

—Vamos, no tengas miedo, te llevaremos a un lugar seguro— le dijo el que lo había tocado a través de las frazadas.

Le pareció reconocerlo, le pareció que era... Sus ojos ojerosos e irritados se entrecerraron, tratando de enfocarlo mejor. ¿Pol? No, no podía ser Pol, no vestido así. Además Pol estaba en los hangares, nadie podía escapar de los hangares... Pero entonces su mente confundida lo comprendió todo: Tarma. Tarma había sacado a Pol de los hangares de alguna forma y lo había vuelto uno de los suyos, uno de los Tuatha de Danann. Sí, tenía sentido, Pol era un asesino, había intentado matar a Malcolm, y ahora Tarma lo había reclutado para que lo matara a él.

—Ven con nosotros, te ayudaremos— le dijo Pol suavemente.

—No iré a ningún lado con ustedes— dijo Eltsen, tironeando las frazadas para ocultarse otra vez.

—Eltsen, no te haremos daño, venimos a ayudarte, a protegerte.

Como respuesta, Eltsen tomó un pesado jarrón que estaba en una mesita junto a la cama y se lo arrojó a Pol. En su estado débil y confundido, pudo apenas arrojarlo al otro lado de la cama. El jarrón no pasó ni cerca de Pol.

Pol observó por un momento el jarrón hecho añicos en el suelo y extendió la mano hacia Eltsen, intentando calmarlo.

—Eltsen... soy yo, soy tu amigo.

—Tú eres mi asesino— le respondió Eltsen, tomando ahora una lámpara de metal de la mesita de noche con intenciones de arrojársela a Pol.

En tres pasos, Fynn rodeó la cama y tomó el brazo de Eltsen, obligándolo a soltar la lámpara.




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